jueves, 24 de marzo de 2011

Ofrenda poética



CHAVÍN: "Palabra para un canto"

Chavín, hito implacable clavado en los andes, destino insoslayable de nuestras perigrinaciones; tenaz baluarte de nuestro orgullo andino, colmada de sabiduría.

Chavín: Parcela suntuosa , cantera de misterios, circundada por embriagadores sahumerios de cantutas y quenuales que perfuman tu historia milenaria.

Chavín: Signo vigoroso de la sapiencia andina, que camina enhiesto a la eternidad, dejando testimonios de magníficas jornadas, infundiendo fe y esperanza al poblador andino que le permita deshacerse de tanta miseria, corrupción, postergación y atraso.

Con cariño el poema "PALABRAS PARA UN CANTO" de la brillante poeta peruana Blanca Varela, declamado con motivo de celebrarse los 25 años de Chavín como "Patrimonio Cultural de la Humanidad". Distinción conferida por la UNESCO el año 1985

PALABRAS PARA UN CANTO

¿Cómo fue ayer aquí?
Sólo hemos alcanzado estos restos,
el vaso que ilumina con su lejano y obstinado silencio,
el pájaro herido en el esmalte al alcanzar el fruto.

Llegamos con la puntual indiferencia del nuevo día
saltando sobre la desgracia con precisión de atletas.
Hemos dormido bajo las estrellas
hemos perdido el tiempo.

Parcas, Ancon, Chavín de Huantar.
Esas son las palabras del canto.

¿Cómo fué ayer aquí?
No hablemos de dolor entre ruinas.
Es más que la palabra,
en el aire de todas las palabras,
el aliento humano hecho golpe en la piedra,
sangre en la tierra,
color en el vacío.

Yace aquí,
entre tumbas sin nombre,
escrito en el harapo deslumbrante,
roja estrella en el fondo del cántaro.

Por el mismo camino del árbol y la nube,
ambulando en el círculo roído por la luz y el tiempo.

¿De qué perdida claridad venimos?


Lima, noviembre de 2010

domingo, 20 de marzo de 2011

A mi papá con cariño:


¡Salud por los 70!

Cuando un padre llega a los 70 años, habiendo cumplido su misión, el deber de sus hijos es agradecer. Es eso lo que quiero hacer hoy 21 de marzo, día del onomástico de mi querido padre. Agradecerle por acompañarnos en el camino de la vida, estirarnos la mano para poder avanzar, saltar y superar los obstáculos; por enseñarnos, junto a mi madre, a cultivarnos como hijos, como padres de familia y como personas; y habernos heredado un apellido libre de máculas; rebosante , eso sí, de humildad y sencillez.

No quiero hacer de este saludo un panegírico, no es necesario, mi mejor homenaje es mi gratitud y cariño, cariño que se cultivó al paso de los años vividos bajo el regazo familiar que, junto a mi madre, templaron para sus siete hijos. Por eso hoy es preciso enaltecer y ennoblecer tu nombre. Hoy quiero que sepas, querido viejo, que te quiero y siempre te querré; que te respeto ante todas las cosas; que estás presente en todos los actos de mi vida; que te necesité, te necesito y te necesitaré, pues los consejos, deseos y los buenos propósitos para con tus siete hijos, siempre tuvieron de marco descollante los tiernos sonidos de tu nombre y el de mi madre.

Te saludamos, con la esperanza de tenerte muchos años más junto a nosotros. Tu hijo, nuera y nieto.

Abelardo, Margot y Pasculy

martes, 15 de marzo de 2011

Para nunca olvidar...


Hace 13 años, siendo docente del Instituto Superior Pedagógico de Huari, visité el Pedagógico de Yungay, allí gentilmente un colega me alcanzó esta crónica inédita. En momentos que el mundo contempla con estupor el cataclismo y su secuela dolorosa en Japón, estas líneas nos pueden servir para no olvidar que un día también el dolor y la desolación nos tocaron la puerta:
¡Crónica jamás contada!
Por Juan Arteaga Losza
Han escrito sobre el terremoto-alud que sufrió Yungay, en 1970, seudos testigos, apócrifas narraciones, falsas informaciones, en cambio ¡yo! soy testigo de la muerte de Yungay, junto a mis plantas se sepultó Yungay señorial.
En forma suscinta les voy a narrar, cómo me salvé de morir en este dantesco suceso; con el objeto de complacer la curiosidad de algunos amigos y familiares que no conocieron Yungay antes del 70, porque los que quedaron, los pocos yungainos ya van desapareciendo con el transcurso y peso de los años y llegará un día, quizás pronto, que muera el último testigo del antiguo Yungay.
El sábado 30 de mayo, organizamos un baile social, los profesionales jóvenes , en el segundo piso del Palacio Municipal, la fiesta resultó un rotundo éxito, con mucha concurrencia. Ya, a las 5 de la mañana cuando terminó el baile , un grupo de amigos nos dirigimos al Club Social Yungay, que era exclusivamente para profesionales y socios de prestigio, el local guardaba en los altos de la casa del señor Samuel Huerta, a una cuadra de la plaza de armas bajando por el Jr. "9 de diciembre". En este recinto continuamos con la fiesta, como era domingo había tiempo, nos divertíamos entre libaciones y juegos (poker, dados y billar), sin la menor idea de la tragedia; unos se iban y otros llegaban (abogados, médicos, ingenieros, profesores, etc.) Hasta que llegó las 3 y 23 de la tarde, cuando comenzó el movimiento telúrico. Todos nos ubicamos en los umbrales de las ventanas y puertas; el movimiento adquirió mayor intensidad, toda la bóveda se vino abajo.
La casa comenzó a bailar descontroladamente, no se derrumbó porque era una de las pocas casas de material noble. Todos aterrados queríamos bajar por el subidero que daba a la calle, pero al mismo tiempo, asustados rodamos unos sobre otros por las gradas y resultamos por fin en la calle , cada quien desesperadamente corría hacia su casa a ver a sus seres querido. En verdad les digo que la ciudad estaba en una danza macabra , las tejas volaban en bandadas , la tierra se entre abría enseñando sus feroces colmillos amenazantes, las paredes se cuarteaban , los cerros flameaban, la gente gritaba sin saber que rumbo tomar, el cielo se nubló con la polvareda , tanta queja, tanto dolor , tanta muerte ante la indiferencia de Dios, parece que estuvo ausente , no tuvo misericordia, ante tanto llanto.
Yo pensé, como mucha gente , dirigirme a la plaza de armas, con la velocidad del rayo; pero mi intento quedó frustrado, por la lluvia de adobes que caían de las inmensas casas coloniales; entonces opté por correr por el mismo Jr. "9 de diciembre" hasta la pista , de la parte baja que conduce a Caraz , buscando un espacio amplio, en mi loca carrera me tropezaba con gente conocida, enredada con los alambres , aplastada por los postes , maderas, etc. pidiendo auxilio, pero dolorosamente me sentía impotente de prestarles ayuda, porque las fracciones de segundos no eran de perderlos.
Corrí una cuadra , me detuve un instante, porque una casa se estuvo cayendo por pedazos , en eso observé un cuadro horroroso, dos chicas del colegio de mujeres estaban debajo de un balcón con maceteros, gritando ¡mamacita! . La casa era nueva de la familia Polo; como el terremoto estaba en su apogeo la casa se cayó y sepultó a las dos chicas, cortando sus gritos, solo quedaron sus manos libres que con ademanes pedían socorro, qué dolor no poderles auxiliar. En esos instantes se escuchó un ruido estremecedor indescriptible. Era el fin del mundo.
El alud ingresaban ya a la plaza de armas, el terremoto se convirtió en un enemigo menor, ahora se venía un enemigo total, sin perdonar a nadie; emprendía mi carrera desesperado, ya no me interesaba la caída de los escombros, tal es así que me cayó un adobe en la espalda que casi me tumba y a mi atrás venía el recordado profesor Julio Vásquez, a él le cayó un adobe en la cabeza que le partió. Se levantó como pudo bañado en sangre, seguía caminando, venía en cámara lenta, como un espectro, posiblemente por ahí nomás sucumbió. Yo corría y corría, las posibilidades de salvarme eran nulas, había perdido mucho tiempo, pero corría a todo dar para alargar mi vida por unos segundos más; por que si me quedaba moría mas raudo. Como es que cuando se va morir se pone más lúcido, en esos instantes por mi cerebro pasaba toda la historia de mi vida , de mis familiares y al mismo tiempo iba pensando que actitud debería tomar para salvarme ¡Qué hacer!; en eso cuando ya me faltaba algunos metros para llegar a la pista distingo un auto que venía a toda velocidad , parece que aminoró la velocidad para no atropellar a las personas que desembocaban en la pista.
Yo, en una actitud felina, con el impulso de mi carrera, me arrojé al auto, no me importaba a donde caer, por que estaba sentenciado a morir, pero mi instinto de conservación se impuso , mis manos lograron introducirse por la ventanilla delantera del auto, que estaba abierta y me aferré a la vida, agarrándome de los pantalones de la señorita Isabel Arias y fui arrastrado. Ella era por aquella ocasión Miss Ancash, conducía el auto de su señor padre Dr. Roberto Arias, habían estado en el cementerio tomando algunas vistas. Después de fracciones de segundo el alud pasaba acariciando la parte trasera del auto.
Ya en la pista de Yungay Nuevo, buscamos cada uno nuestra ubicación en las faldas del cerro Atma, para pasar la noche, porque se oscureció tempranamente.
Yo antes de tomar camino estaba trastornado, como un loco, no quería creer en los hechos del que fui testigo, me sentía muerto, me mordí la mano y al sentir dolor me convencía de que estaba con vida. Sólo yo me salvé de morir, de todos los asistentes al Club Social Yungay. Los días posteriores fueron de lágrimas y sufrimiento.

viernes, 11 de marzo de 2011

Evocación

¡INFAUSTA CARAVANA ¡

En una semana sombría y trágica para la gran familia huarina , han partido en un adiós eterno, entrañables amigos y familiares. Nos han dejado llorando, al borde de la blasfemia contra el sino trágico y éfimero de la vida que, hace de la existencia humana la breve antesala de la muerte. Todos ellos huarinos natos, nos han dejado sumidos en el dolor y el desánimo , sin embargo , en la esperanza que arribarán a un lugar mejor:

Partió don German Salas, el querido "Tío Shinti" . Se fue raudo, olvidando colgado en el clavo de recuerdos su maleta viajera embutida de huarinismo , repleta de mil anédotas, para cuando evoquen su nombre brinden por él con fruición y gozo. Su talante siempre jubiloso y su carisma trasformados hoy en herencia afectiva, sobrevivirá , perdurará en los suyos, en sus amigos y paisanos que se cuentan por miles, a quienes él, los asumió siempre con sonoros
"Wawqisitos" dejando en claro su sentimiento fraternal.

Se ha ido también doña Lastenía Torres "Tía LLashti", la que nos vió crecer, la que compartió nuestra niñez y juventud, nuestras tristezas y alegrías. Se ha marchado para no volver. Su trato cariñoso, su palabra dulcificada de aprecio, no olvidaremos quienes vivimos abrazados a su gran corazón.

Junto a ellos, se fue también inesperadamente doña Felicitas Hidalgo Guzmán "Tía Filliquita". Un ser humano lleno de vitalidad y entusiasmo. Siempre con la sonrisa a flor de labio. Ella, carmelitana de corazón, institucionalista como nadie, ofrendó su tiempo y más a la causa del barrio de sus amores.

Y por último, se sumó a esta infausta caravana el "Tio Mañu" , hermano de mi querida abuela, Abandonó Huari hace ya muchas decaídas, sin embargo, nunca se desprendió de ella, tanto así, que abrumado por la nostalgia logró recuperar sus propiedades en la ciudad de Huari y, de cuando en cuando, en la década pasada, cuando la salud aún le permitía, retornaba a su lar querido.

Para todos ellos mi respeto y cariñoso recuerdo, porque representaron para los míos el afectuoso, entrañable e indestructible nexo familiar. Sus recuerdos trascenderán a la triste circunstancia de la muerte física, máxime cuando nosotros desde niños hemos vivido enlazados a todos ellos, por esa familiaridad cultivada con pulcritud y rebozada de sinceridad y cariño.


miércoles, 9 de marzo de 2011

Algo sobre el WAGANKU

Hurgando en la historia

WAQANKI
(Leyenda Quechua - Perú)
Se dice que durante una premiación al ejército del Inca que regresaba victorioso de una campaña, una de las princesas del Inca se fija en uno de los jóvenes oficiales del cual queda prendada.
No paso mucho tiempo y el Inca es informado de estos amores y monta en cólera por la osadía de un plebeyo al relacionarse con la nobleza. Inmediatamente ordena su captura y ejecución.

La bella princesa intercede con el Inca por su amante. El Inca, Hijo del Sol le perdona la vida pero, no estando satisfecho lo envía con un pequeño destacamento a apaciguar una zona rebelde en el interior de la jungla amazónica, conociendo de antemano la imposibilidad de la misión encomendada y la segura muerte del oficial.

Al enterarse la doncella de tan drástica decisión corrió tras las huellas de su amado llorando desconsoladamente.
Y dice la leyenda que en la floresta donde caían sus lágrimas brotaban unas bellas flores.

Desde ese día a las flores de esta especie se les conoce como orquídeas WAQANKI (vocablo quechua que significa “llorarás”