domingo, 21 de septiembre de 2014

GATILLINYA


http://cdn.larepublica.pe/sites/default/files/imagecache/img_noticia_640x384/imagen/2013/07/20/imagen-juan-pablo-azabache-2.jpg 

"Bailar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar;  usted ama, sufre y siente  ¡Usted baila!"
Isadora Duncan

En alguna oportunidad, mi recordada abuela paterna, Pilar Osorio Mory,  contóle a mi padre  que antaño,   la palla,  se bailaba  únicamente en la ciudad y que con el correr  del tiempo  migró alegre y bulliciosa a las comunidades aledañas, añadiendo que  la ejecutaban hermosas damas de abolengo. En la actualidad, nuestra emblemática comparsa, ha sido rescatada, recuperando así  su carácter citadino. Además, ha evolucionado favorablemente gracias al concurso generoso  de gentiles damas huarinas residentes en las ciudades  de Huaraz y Lima.

Hablando de mí recordada abuela Pilar, permítanme  compartir con ustedes   una anécdota que, a mi padre, refirióle en aquella entrañable conversa: “Fui  seleccionada para bailar la Palla en un ya lejano octubre, le dijo,  acepté sin la convicción necesaria, sin embargo, un sueño  revelador me  advirtió que bailara sí o sí; Aparecí en la orilla de una inmensa laguna –actual Parque Vigil- pantanosa y lóbrega, adornada, en el centro,   por un pequeño y sombrío  islote. De pronto,  se me acercó una bellísima mujer que me  instó a ganar el islote  de  un solo tranco. Era una misión imposible y peligrosa.  Desperté horrorizada y de inmediato deduje que era una advertencia de nuestra  "Mama Huarina" frente a mi actitud desdeñosa y dubitativa. Muy temprano,  con las primeras luces del día, me dirigí en busca de la funcionaria y le hice saber mi aceptación definitiva”

 Hay muchos testimonios parecidos que sintonizan con lo que las entendidas y entendidos dicen: “La virgen elige a sus pallitas”. De manera que mi hermosa abuela lo bailó y me imagino cómo. Su porte y belleza eran dignos de una Colla. Mi recuerdo cariñoso a ella,  tronco añoso, presencia imborrable  del frondoso árbol familiar, bajo cuya sombra amorosa muchas veces nos guarecimos.

Pero este modesto servidor, casual e inopinado Gatillinya, pretende además, a través de este breve artículo,  ensayar una definición, un concepto  del "ser Gatillinya", apelo,  para el efecto,  a mi experiencia un tanto lejana, cuando  niño inquieto,  perseguía a los Huaridanzas y  Saraos en aquellos octubres esperados;  y a mi experiencia nada añosa del ejercicio pleno de este vano, sin embargo  entretenido oficio. Nunca había advertido con atención la hermosura y el garbo de las lindas collas de Ampas, pecado imperdonable para alguien que, como yo, trabajó cinco largos años  en la morada de estas  flores silvestres que dislocan caderas en Iglesia Punku a los pies de "Mama Huarina", así como hermosamente las define Alcides Alvarado Huertas en su poema “Ampash Palla”.

La metamorfosis ha sido  lenta, sin embargo segura. Cuando mi prima Iris Bar Espinoza, entonces capitana de las Pallas,  extendió la invitación a mi esposa Margot para acompañarla, aceleró mi apego creciente: Los ensayos, las letras, la música embriagadora y nostálgica, la elegancia, el estilo afinado  que le imprimió mi prima Julia Príncipe Trujillo,  afinando el estilo y  personalidad de  nuestra ahora fulgurante comparsa, consolidaron mi  metamorfosis. Hoy,  puedo proclamar que soy un Gatillinya que se agita y  estremece ante la irrupción de las melodías indefinibles y  embriagadoras del violín, el arpa y  el saxo, que me suscitan sentimientos de añoranza, mezcla de alegría y tristeza. Cada melodía, cada requiebro sinuoso,  me transporta a mi Huari, a mi  Pukutay, a sus  noches de allichumi y jarana en las capillas;  y las voces,  con sus bemoles inalcanzables como las avellanas  y bombardas de las   noches festivas  de octubre, me  encierran en esa misma burbuja que cuando niño solía ingresar para levitar al llegar la fiesta, ajeno al mundo circundante.  ¡Cosa más linda! que nos dejó nuestra infancia a quienes tuvimos la inmensa fortuna de vivir en ese espacio vital, empapados de sueños y de aromas insondables y de estrellas infinitas con rocío…

            Por tanto entonces, como decía el maestro Félix Asencios Pantoja, diré que el Gatillinya es aquel niño, joven o adulto que persigue con entusiasmo,  admiración y obstinación a los Huaridanzas, Pallas y Saraos,  haciendo suyos sus cánticos y ofrendas coreográficas. Es aquél  que persigue a  esos interpósitos personajes, díagase pallas, huaridanzas o saraos,  que llenos de colorido, garbo,  elegancia y gallardía, rinden  pleitesía,  también en nombre de él, a  nuestra “Mama Huarina” 
Huari, octubre de 2012