sábado, 16 de julio de 2011

Personajes de mi pueblo

Casa Familiar de la Familia Salas Reynoso en el Barrio el Carmen

 "TUBISH, SE HA MARCHADO"

Tubish, en vida,  fue  de aquellos personajes queridos  que se acuñan  con tenacidad en el corazón y en la memoria de la gente  para jamás desprenderse de élla.  Por ello, la  desaparición física de este  huarino y carmelitano nos conmueve, nos causa desazón. Tubish  tenía  lo que no tenemos la mayoría de los mortales,  la calidad de   irrepetible  y único. No todos tenemos la suerte de caerle bien a todos  o de suscitar simpatías a raudales,  como lo tenía y suscitaba él 

A Tubish lo conocí desde cuando yo aún era niño. Mi abuela Maximiliana y la tía Zoraida eran muy  amigas, tratábanse siempre de parientes, por lo mismo  sus proles  mantenían una relación cercana y amical. La casa de la tía Zoraida destacaba , abajo,  en ese espacio vital y polvoriento  como fue y es  "Jegcha", enfrente de la capilla de  "Mama Carmelita",  que  arrullada por  los apurados pasos de los caminantes  era y sigue siendo  destino de los atribulados,  sufridos, y contritos  corazones de los huarinos.

El personaje a quien rindo mi homenaje hoy, alumbra mi memoria como el "Cuchi Pishtaj"  o "Lucero del Amanecer". ¡Quién más que él para matar los chanchos cebados! en las horas primeras del día, cuando rutiliba en el firmamento, arriba en el oriente,  el "Cuchi Pishtag". Era el  diestro más  requerido de la comarca en ese oficio  poco deseable para muchos por lo feroz,  escandaloso y peligroso que son los porcinos, que,  dicho sea de paso,  no suelen  guardar  los secretos del  posterior festín  a instancias de sus gritos desmesurados que descubrían fácilmente quienes eran  los afortunados dueños. Era ley consuetudinaria, eso sí,  por aquellos tiempos,  compartir el Chicharrón con el vecindario. El convite desfilaba pulcro por todo el vecindario en pequeñas canastitas cubiertas con manteles blancos bordados a mano. De esa costumbre viene ese dicho apodíctico  para las familias de entonces:  “Chicharru garacuyga tumanallam"  (Cuando regalas el chicharrón  regresa  nomás). Nuestro  querido Tubish "el matarife de chanchos cebados"   era  muy detalloso en su oficio. Para la madrugada del sacrificio  no debería faltar su anisadito para calentar la mañana, paja,  ramas secas y tiestos para "gashpar" al  animal, etc. etc. Ya cuando el "Garan"  se tornaba doradito y  apetecible,  él mismo  se encargaba de dar el play de honor, saboreándolo con fruición y placer.

"Tubish", por otra parte,   fue el más grande difusor del orgullo de su familia Salas Reynoso. ¡Shalas  Caraju!  era la enérgica proclama, la sonora epístrofe, que lanzaba estentórea  cada vez que regresaba “picadito”  de sus faenas habituales.  Caminaba lento y de cuando en cuando se detenía en los breves recodos de  esa arteria polvorienta  de la  prolongación del Jr. Lima  para aderezar las jóvenes noches con "santa canutas"  y "vela verdes"  del vecindario. Nosotros, con mi hermano Gino, mi prima Catalina, entre otros,  le contemplábamos desde la casa de mi abuelo Salomón , arriba de la carretera. El timbre de su voz, que se tornaba  inconfundible en los predios del Barrio Bajo, nos advertía de su presencia y salíamos raudos a contemplarlo con  simpatía y curiosidad.

Cuando todavía me encontraba en Huari, me topaba de cuando en cuando y me gastaba algunas bromas. Fue siempre respetuoso y cariñoso conmigo tanto como yo con él. Hoy ya no está con nosotros, ha partido siguiendo los pasos de la querida "Tía Zoraida",  su adorada madre. Su muerte física coincide con las fiestas carmelitanas. La "Virgen del Carmelo", patrona y protectora  de su Barrio natal, seguramente  la ha recibido con cariño y simpatía  en el  cielo. Feliz viaje querido Tubish.


Mi más sentido pésame a sus familiares y cobarrianos.

miércoles, 6 de julio de 2011

Un recuerdo a mis Maestros

Mis Maestros de colegio homenajeados en el Reencuentro González Pradino"
 "Un Maestro hace mella en la eternidad; nunca sabrá dónde termina su influencia."                                                      Henry Adams

Nunca hice un manifiesto agradecimiento a mis MAESTROS, nombrándolos personalmente. "Mas vale tarde que nunca"  reza un viejo refrán, de manera que hoy,  aprovechando  el "Día del  Maestro"  quiero hacerlo:
Mi primer maestro, mi padre, Él me  enseñó a leer y escribir. En un rincón de  la bitácora de mi ya larga  travesía resalta nítida el sedimento de la luz  de la  primera  letra y palabra  aprendidas: Una  pequeña pizarra, un libro Coquito  y un cuaderno ajado, con los que mi padre me enseñó a leer.
En la primaria, tuve varios Maestros, todos ellos respetables, pero quien me  dejó  hondas huellas fue, sin duda, el Prof. Gerardo Noel Dextre (+). Fui algo así como su alumno favorito, tanto para el premio, como para el golpe. Estaba en el pelotón de  sus mejores alumnos junto a mi amigo y compadre  Jorge Rondón Trujillo entre otros .  El cultivo de la declamación y la memoria le debo en gran parte a Él.  Muchas veces los poemas me los alcanzaba a casa  en vísperas de alguna fecha cívica, debiendo memorizarlos  sí o si. Eso me ayudó bastante , claro está , en desmedro de mis compañeros. Los inicios con la quena, también están asociados a esa linda etapa y a otro querido amigo  y  compañero de carpeta Valeriano Sandoval Salazar, con quien conformábamos el dúo de quenas  más precoz de la ciudad. Recuerdo  habernos  estrenado como tal   en un concurso representando a mi grado, tocando la danza "El obrajino", asesorados, para el efecto, por los aún mozuelos Ariovisto Ferro Márquez y Yovany Huerta Jara que se encontraban de visita en Huari, estoy hablando más o menos del año 75 o 76.

Ya en la secundaria, con la  pubertad y  la adolescencia a cuestas, suele ser más fácil  comprender,  desde  el presente, la influencia que los Maestros ejercieron  en tu desarrollo y maduración y fijar los hitos más importantes que, con su ayuda,  colocaste en tu vida. La profesora Bertha Díaz  de Acuña, nuestra profesora de Historia del Perú y a la vez asesora del  Primer grado, concitó nuestra admiración y respeto debido a su carisma y erudición. La empatía con el grupo fue casi perfecta. La estimamos mucho. No obstante, lo que sucedió  años más tarde, cuando  se desempeñó como    profesora y directiva del Pedagógico, la sigo recordando con respeto.  Aquello merecerá ,algún día,  otro capitulo.

El Profesor Daniel Castro, mi maestro de  Lengua y Literatura, ocupa también un lugar preferente: Los concursos de lectura oral, los certámenes de declamación y creación poética se realizaban  a iniciativa de Él,  Estas actividades propiciaban en nosotros el amor por  la lectura. Gracias a sus enseñanzas, los de mi generación, podemos preciarnos de tener una cultura literaria aceptable. Los resuellos de aquellas tertulias literarias siguen sonando fuerte en mi vida. Como también suena fuerte el nombre de otro gran maestro: Aurelio Espinoza Oliveros, nuestro Prof.  de Historia del Perú, sin más aliados que una tiza blanca y su voz  intimidante , que contrastaba con su gran sentido del humor, nos dejó   grandes enseñanzas. Años más tarde, en los 90, este buen  hombre,  dirigió la Unidad de Servicios Educativos  de Huari, dejando la marca indeleble de su probidad, desmarcándose de la corrupción, el acomodo y la arbitrariedad que arreciaban en esa decada oprobiosa. 

Un párrafo aparte merece Humberto Lora  Pardavé, el más grande docente de Educación Física de mi generación y seguramente de las ulteriores. Las recordadas Olimpiadas Gonzáles Pradinas fueron obras suyas. Dominaba casi todas las disciplinas individuales y colectivas. El atletismo y la Gimnasia tenían un lugar preferente, ni que decir de la natación, el deporte completo, como decía él, que  lo  practicaba con prolijidad y calidad. Sin embargo,  me quedo con la imagen de maestro solidario, comprometido, sensible a los problemas de la sociedad y de su gremio,  aquél que enseñaba con el ejemplo. Una de las postales  mas conmovedoras y aleccionadoras que guarda  mi memoria,  de mi paso por nuestro glorioso González Prada,  es aquel cuando después de una larga huelga magisterial,  en el  78, con subrogación y encarcelamiento incluidos, volvió de su larga proscripción y fue recibido con honores por los alumnos y los maestros de entonces. En su rostro no se dibujaba ni quejas,  ni orgullo,  sino la satisfacción del deber cumplido. Humberto Lora fue mi gran maestro en el deporte y en la vida. 

Justino Franco Solís Benites, sin ser mi maestro de aula, sino mi Director, tuvo influencia decisiva en mi  formación y en el de mi generación  tanto por su erudición y capacidad directriz y cuanto por sus calidades personales. Su elocuencia  brillaba en cada acto cultural del colegio, principalmente los 23 de mayo, en los aniversarios,  cuando sacaba lo mejor de su repertorio histórico  literario. Los actos protocolares de aniversario  u otros se transformaban en clases magistrales de historia. El maestro  con su atuendo de tribuno pronunciaba memorables discursos, parafraseando siempre a don Manuel González Prada, extrayendo ácidas sentencias de su célebre discurso  del Politeama  con su crítica cáustica  y merecida de la realidad peruana. 

Mi tutor  promocional Carlos Añaños Angulo ocupa  también un  lugar preferencial en  la galería imaginaria de Maestros que me dejaron huella. Su desaparición física  me dolió  profundamente. Las vivencias de aquella época dorada de mi vida,  tienen  también  su sello  en lo imperecedero, bullanguero e indeleble.

Los nombres de los maestros, que acabo de evocar con  cariño y gratitud,  están asociados a los momentos  más felices de mi vida estudiantil, sin que ello signifique que no  hubo  otros que me regalaron sus enseñanzas y desvelos. Sin embargo,  en la vida de los hombres  existen referentes  que irradian estelas por donde transitar.

Los Maestros de mi formación superior y universitaria merecerán seguramente  un capítulo aparte.
Lima, 06 de julio del 2011