domingo, 3 de junio de 2018

FRANKLIN, NUESTRO CAPITÁN


LA ROSADA GLORIOSA -  OCTUBRE DE 1983
                La vida  a pesar de su  esencia  “breve”  y "fugaz", suele ser también   generosa,  hermosa  y  jubilosamente trascendente, y lo es más cuando su tránsito  no es  una línea  rectilínea, ni melodía  monocorde, más al contrario es un camino  ondulado y orillado de exuberantes  parajes  vivenciales y de cantos y de versos inacabables.   Y hoy celebro la vida, a pesar que la muerte me  respira en los poros y pretende  hacerme llorar  y proferir diatribas contra  el sino trágico que muchas veces la envuelve. Y no voy a llorar  a pesar que la noticia de la partida de Franklin Mori, mi compañero de  muchas  batallas  deportivas, casi todas  defendiendo la divisa incambiable  de nuestro viejo San Juan, horadó mi mente y mi  corazón en esta tarde sabatina, lejos del epicentro del dolor  sanjuanino por la pérdida de uno de los suyos, de uno de los nuestros.
                Rindo homenaje a la vida, persisto, aunque mi obstinación resulte enojosa y poco entendible.  Y  lo hago porque la felicidad se pinta también de coraje, de compañerismo, de sudores, de arengas, de festejos, de goles  y  de glorias  irrepetibles y únicas, como cuando  junto  a Franklin Mori,  nuestro trejo capitán,   ganamos,  y con harto merecimiento,  el primer campeonato distrital de futbol  "Copa Perú" en el lejano 1982. Aquél año memorable se sentó una de las bases  más sólidas de la historia futbolera de nuestro amado “Pukutay” y lo hicimos, en gran medida, bajo el auspicio de su veteranía y  liderazgo. Un equipo conformado, en su mayoría, por bisoños y atrevidos adolescentes que no llegaban a los 17 años,   coronamos uno de los sueños que todo púber abriga , levantar una copa importante a tan corta edad y teniendo al  frente, en los equipos rivales,  una pléyade de futbolistas cuya jerarquía hizo aún más meritoria aquella  hazaña considerada de las  más importantes de nuestra mocedad, futbolísticamente hablando.
Por todo aquello celebro la vida y le doy las gracias en nombre de quien fuera  el capitán de  nuestro equipo  y lo hago ahora inclinado a la bella  inspiración  de  Violeta Parra, cuando dice   “Gracias a la vida que me ha dado tanto,  me ha dado la marcha de mis pies cansados; con ellos anduve ciudades y charcos,   playas y desiertos, montañas y llanos, y la casa tuya, tu calle y tu patio” .  Gracias Franklin,  amigo, cobarriano y  colega en los años de docencia en el Pedagógico de Huari, gracias por haber infundido  bravura, garra y temperamento  en aquella generación de bisoños deportistas y en su momento ser el adalid  incuestionable de nuestra gloriosa rosada, dirigida por el Maestro Humberto Lora Pardavé y presidida por  mi querida tía  Alicia Veramendi de Avendaño.
En esta noche sabatina de crespones negros  que rasgan   el alma de la gloriosa divisa rosada,  comparto con ustedes mis amables lectores, la mayor razón de mi homenaje y agradecimiento a Franklin Mori, es una razón personal, mía y poderosamente importante. Corrían los primeros meses  del  año de 1986 y el fútbol bullía en los predios huarinos, equipos importantes animaban disputados campeonatos tanto a nivel distrital y cuanto a nivel provincial.  “Los amigos del Puchca”, “Atlético Minero”, Alianza Carmen Milagro”,  “San Bartolomé”, “Caritas Huari” y nuestra “Gloriosa rosada”, entre otros,  convirtieron la década ochentera en una de las más competitivas  y vibrantes. Aquel año, la Micro Región, se sumó a la competencia y para el efecto trajo jugadores de las ligas costeras y se propuso desmantelar  a los equipos de la ciudad, entre  otros a San Juan. A dos de los nuestros nos ofertaron jugar, ofreciendo por nuestra carta pase  una suma importante, y además, en mi caso, me ofrecieron ponerme en planilla y pagarme el sueldo de un empleado. La oferta, en verdad,  me hizo  trastabillar y si no fuera por la intervención terca de Franklin que negose a cualquier transacción pese a mi aceptación,  y posteriormente a la invocación  de mi papá, el cordón umbilical con mi San Juan, materia de mi orgullo eterno,  se hubiera roto y  desangrado de felonía  y,  hoy por hoy,  sentiría vergüenza de contarlo.
Y justamente, el partido inaugural de aquel campeonato lo jugamos con el poderoso equipo de la “Micro región”  que nos había   arrebatado al mejor de nuestros “zagueros”, sin embargo reforzados en aquel campeonato, por Juan Vidal, Carlos Huerta “Millqui” y Alfredo Vergara le infringimos una abultada goleada de 4 a 0. Al  final del mismo se me acercó Franklin y me dijo: Doto, si te ibas te cagabas, me abrazó paternalmente  y yo le agradecí  casi llorando. El tiempo pasó y años después tuve la inmensa fortuna de  tomarle la posta como capitán del más glorioso de los equipos huarinos.
Ve con tranquilidad mi querido Franklin, baluarte de mi Pukutay querido,  amigo de mis amigos, hermano de mis hermanos en el deporte, camarada entrañable de “Los Vaporinos”, maestro de maestros. Ve tranquilo estimado “Cutu Kunca”,  porque  no has muerto,  como decía la gran Isabel Allende: “La  muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan”.  La muerte no nos roba los seres amados, al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo, La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.
 
                A su esposa, hijos, nietos, hermanos  y demás familiares les extiendo mi más sentida condolencia. AMÉN. 
CAMPEON DE LA LIGA DISTRITAL - COPA PERÚ 1982