viernes, 27 de noviembre de 2020

EL "BARRILETE CÓSMICO" EN HUARI

 


       Si hay un momento cumbre de la “presencia” de Maradona en nuestro Huari,  es el de  aquel mediodía del  ya lejano  22 de junio de 1986,  cuando la selección argentina se enfrentara a Inglaterra en el estadio Azteca  en los cuartos de final del Mundial México 1986.  Aquel año, en nuestra ciudad alto andina,  recién asomaba la aurora televisiva  con  sus primeros destellos de luz,  con una  antena de Tv   colocada en la cima de un  cerro, arriba del poblado de Yacya y prácticamente en desuso, que daba fe de los olvidos y  de la incipiente tecnología (Microondas)  aún no estrenada.

Diego Armando Maradona, “El Pelusa”, aquel mediodía veraniego se estrenaría  e   ingresaría  a nuestro pueblo por la ventana mágica de un televisor antiguo para regalarnos el que sería el gol más hermoso de la historia de los mundiales.  El rebelde y mágico arquitecto de las más bellas jugadas y goles que registra la historia del futbol mundial aparecía,  en la tierra de la heráldica flor de Waganku,  en toda su magnitud uniendo en un  coctel delicioso   talento, belleza, magia, gallardía y  valentía para degustarlo con deleite en aquella tarde señera  de mi mocedad florida.

Los entretelones de aquel día histórico,  lo  recuerdo con la nostalgia y el dolor que me suscita la partida del máximo  ídolo de mi generación: La falta de  fluido eléctrico permanente en nuestra ciudad,  nos obligó a entregar una cuota voluntaria para comprar   petróleo y poner en  funcionamiento  el pequeño grupo electrógeno  que  puso a disposición don Job Mori. Subsanado el impase, reunidos todos en  la callecita inclinada y  polvorienta, enfrente de  casa del tío Susano Hidalgo y de la sede institucional del Barrio San Juan, nos alistamos para presenciar el que sería uno de los duelos más esperados de la “Copa del Mundo” por las connotaciones extradeportivas (históricas)  que ella encarnaba.

Recuerdo, que ni la señal borrascosa ni el calor abrasador del medio día pudo contra la emoción y la desbordante expectativa que despertaba en nosotros  el llamado  “Duelo del Siglo”.  La ansiada  y esperada revancha del pueblo argentino que,  cuatro años antes,  había sido humillado por la armada  británica en la cruenta guerra de las  islas Malvinas, estaba a horas de librarse. Guerra a la que fue empujada por la abyecta  junta militar de gobierno  presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri.  Aquel  partido aparecía como  la  perfecta “Batalla”  para vengar las más de mil muertes que dejó aquel diferendo. Y los peruanos, amigos históricos de la patria de Gardel,  San Martín, Borges y Cortázar,  nos sumábamos al aliento de la  escuadra  albiceleste  liderada por  su barco insignia  “DIEGO ARMANDO MARADONA”  

Prendidos de la señal televisiva, y prendados de la mágica performance del ídolo eterno, aquella memorable tarde, fuimos testigos de  dos de los  más grandiosos  goles del “Pelusa”  que sirvieron para lavar  la bandera albiceleste y encumbrar el orgullo sudamericano más arriba de la cima del Aconcagua. Expresiones como ¡INCREIBLE! ¡FANTASTICO! ¡HERMOSO!  Se dejaban escuchar entre la muchedumbre  reunida  en la polvorienta arteria huarina. Los que nos gustaba la historia recordábamos a los pilotos peruanos que sucumbieron en las aguas frías del Atlántico defendiendo la soberanía argentina; recordamos también  la felonía  chilena que, al  poner a disposición del invasor sus puertos y aeropuertos,   consumó la agresión infame del imperio británico.   

En esta hora de llanto universal quiero expresarle,  al Pelusa,  las infinitas  gracias por haber pintado de alegría y felicidad el globo terráqueo  con la  magia desbordante de aquella zurda excepcional, fino pincel,   con el que dibujo  filigranas,  gambetas y goles  fantásticos. Agradecerle  por haber sido el entusiasta y   oficioso  embajador de los “sin voz”  y abrazar la causa de los pueblos que luchan por justicia, pan y libertad.  Gracias, por haber inspirado  con su magistral  segundo gol , maravillosa epifanía y obra de arte inigualable, en los niños y jóvenes de este planeta que hoy le  llora,  el amor al futbol   y  a partir de ese amor ensayar alguna  jugada  y festejar un gol en  algún canchón polvoriento del universo. 

 Hoy, “el más humano de los dioses” como le nombrara su amigo  Eduardo Galeano,  ya levita en el  olimpo. Este Dios contestatario y mil veces “irreverente” con los poderosos y  arbitrarios,   y  al que millones de personas le edificamos  altares en  todos los confines de esta  aldea que bien puede llamarse “planeta futbol, se ha ausentado por y para siempre. Seguiremos  extrañándole, nombrándole y  llorándole en tanto  nuestros sentidos nos convenzan que  aún seguimos vivos  y  por ende sensibles ante  la obra de todo  genio creador, como  fue inmensamente el  “Barrilete cósmico”  que acaba de alzar vuelo.

Lima, 26 de Noviembre de 2020