Diego Armando
Maradona, “El Pelusa”, aquel mediodía veraniego se estrenaría e ingresaría a nuestro pueblo por la ventana mágica de un
televisor antiguo para regalarnos el que sería el gol más hermoso de la
historia de los mundiales. El rebelde y
mágico arquitecto de las más bellas jugadas y goles que registra la historia
del futbol mundial aparecía, en la
tierra de la heráldica flor de Waganku, en
toda su magnitud uniendo en un coctel
delicioso talento, belleza, magia, gallardía y valentía para degustarlo con deleite en
aquella tarde señera de mi mocedad
florida.
Los
entretelones de aquel día histórico, lo recuerdo con la nostalgia y el dolor que me
suscita la partida del máximo ídolo de
mi generación: La falta de fluido
eléctrico permanente en nuestra ciudad, nos
obligó a entregar una cuota voluntaria para comprar petróleo y poner en funcionamiento el pequeño grupo electrógeno que puso a disposición don Job Mori. Subsanado el
impase, reunidos todos en la callecita inclinada
y polvorienta, enfrente de casa del tío Susano Hidalgo y de la sede
institucional del Barrio San Juan, nos alistamos para presenciar el que sería
uno de los duelos más esperados de la “Copa del Mundo” por las connotaciones
extradeportivas (históricas) que ella
encarnaba.
Recuerdo, que
ni la señal borrascosa ni el calor abrasador del medio día pudo contra la
emoción y la desbordante expectativa que despertaba en nosotros el llamado “Duelo del Siglo”. La ansiada
y esperada revancha del pueblo argentino que, cuatro años antes, había sido humillado por la armada británica en la cruenta guerra de las islas Malvinas, estaba a horas de librarse. Guerra
a la que fue empujada por la abyecta
junta militar de gobierno presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri. Aquel partido aparecía como la
perfecta “Batalla” para vengar
las más de mil muertes que dejó aquel diferendo. Y los peruanos, amigos
históricos de la patria de Gardel, San Martín,
Borges y Cortázar, nos sumábamos al
aliento de la escuadra albiceleste
liderada por su barco insignia “DIEGO ARMANDO MARADONA”
Prendidos de la señal televisiva, y prendados de la mágica performance del ídolo eterno, aquella memorable tarde, fuimos testigos de dos de los más grandiosos goles del “Pelusa” que sirvieron para lavar la bandera albiceleste y encumbrar el orgullo sudamericano más arriba de la cima del Aconcagua. Expresiones como ¡INCREIBLE! ¡FANTASTICO! ¡HERMOSO! Se dejaban escuchar entre la muchedumbre reunida en la polvorienta arteria huarina. Los que nos gustaba la historia recordábamos a los pilotos peruanos que sucumbieron en las aguas frías del Atlántico defendiendo la soberanía argentina; recordamos también la felonía chilena que, al poner a disposición del invasor sus puertos y aeropuertos, consumó la agresión infame del imperio británico.
En esta hora
de llanto universal quiero expresarle,
al Pelusa, las infinitas gracias por haber pintado de alegría y felicidad
el globo terráqueo con la magia desbordante de aquella zurda
excepcional, fino pincel, con el que
dibujo filigranas, gambetas y goles fantásticos. Agradecerle por haber sido el entusiasta y oficioso embajador de los “sin voz” y abrazar la causa de los pueblos que luchan
por justicia, pan y libertad. Gracias,
por haber inspirado con su magistral segundo gol , maravillosa epifanía y obra de
arte inigualable, en los niños y jóvenes de este planeta que hoy le llora, el amor al futbol y a partir
de ese amor ensayar alguna jugada y festejar un gol en algún canchón polvoriento del universo.
Hoy, “el más humano de los dioses” como le nombrara su amigo Eduardo Galeano, ya levita en el olimpo. Este Dios contestatario y mil veces “irreverente” con los poderosos y arbitrarios, y al que millones de personas le edificamos altares en todos los confines de esta aldea que bien puede llamarse “planeta futbol, se ha ausentado por y para siempre. Seguiremos extrañándole, nombrándole y llorándole en tanto nuestros sentidos nos convenzan que aún seguimos vivos y por ende sensibles ante la obra de todo genio creador, como fue inmensamente el “Barrilete cósmico” que acaba de alzar vuelo.
Lima, 26 de Noviembre de 2020