jueves, 3 de diciembre de 2020

"TRIBUTO A LA CALLE CAPÓN"

 


La “Calle Capón”, si bien no es el "Jirón de la Unión",  ni el  Palais Concert, ni  es  Abraham Valdelomar. Sin embargo, la “Calle Capón”  es San Juan, es   “Pukutay”  y es, principalmente, “La esquina del movimiento”.  Ahí donde se guarecieran  muchedumbres velando  sus sueños, sus amores precarios y fugaces;  y recitando y cantando  versos a la vida, al amor y fraternidad  en   puntuales y enésimas citas arropadas por arrebolados crepúsculos y plenilunios.        

La “Calle Capón”,  breve  y comprimida en el tablero entrañable llamado Huari  que nos viera nacer, vivir  y crecer,  de  solares pensativos, de balcones  taciturnos y  orgullosos,  es el reservorio de mil  historias que se escribieran a la sombra del frondoso ramaje del tiempo.  Callecita que marca la sucesión indetenible del torrente sanguíneo sanjuanino que  convertido en  gigantesco árbol  genealógico,  de donde penden apellidos de abolengo huarino,  no se  resigna  a capitular con los nuevos tiempos de migraciones y diásporas sobrecogedoras, más bien,   preserva  su esencia y se erige como un inexpugnable  guardián del huarinismo.

Si por ahí, cosa improbable, se encontrara alguna cámara oculta  instalada,  en el  alero de alguno de sus bellos  solares,  por un prosélito del  osado  “Milciades” personaje de “Cien Años de Soledad,  para registrar el agitado tránsito de las multitudes, no dudo que  ahí estaríamos  todos, pasando gallardos con nuestros uniformes de colegial rumbo a nuestro glorioso  colegio  “Manuel González Prada” .  Así tambien,  llenos de júbilo y  jolgorio,   en un  ir y venir frenéticos  en  las   tardes de lidia y de buen futbol.   

Y en la “Esquina del movimiento”, confluencia fraternal donde se abrazan alegres los jirones Libertad y Eleazar Guzmán  o Calle Capón,   vernos reunidos  en  nuestra  mocedad florida,  aunque ésta  sea en nuestro nostálgico recuerdo que se resiste a envejecer,  con nuestros devaneos de adolescente,  con nuestras tertulias jacarandosas e  infinitamente fraternas,  y con los que se fueron y con los que aún quedan.

Asimismo, acudir presurosos tras los  versos floridos  de Luis Alberto Rondón Marquez,  tras  “Alucha” y sus balones de fútbol, tras una plática amena  con don  Coqui Salas y   saludar  reverentes a don Elías Pardavé nuestro señor de la fotografía.  Fundirnos en abrazos interminables con aquel ramillete de lejanas  primaveras como la  tía “Filu” Sandoval, doña  Elsa Guzmán, doña Estelita Soto, tía Graciela Espinoza,  doña Irene Trujillo y la tía “Maca” Hidalgo.  Y  en  algún octubre lejano  ver pasear  distendidos  a don  Cosme Sandoval y a  tía Victoria Trujillo.   Con todos ellos  armar  jarana  en comparsa multicolor como en carnavales, sin que falte nadie, convocando  a rebato con silbidos estentóreos  a los “Shaquirita”, los  Shiwi Sotelo, los  Humberto  Lora.

Y nosotros, los  otrora mozuelos,  colarnos  a  escondidas en la cita imaginaria  con nuestra historia barrial en  el lugar indicado y perfecto: ¡La “Calle Capón¡   Típica  y amical arteria. Viviente  proscenio de nuestros más preciados recuerdos.

Abelardo Malqui Hidalgo

Lima, 05 – 11 – 2020




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