jueves, 3 de diciembre de 2020

"TRIBUTO A LA CALLE CAPÓN"

 


La “Calle Capón”, si bien no es el "Jirón de la Unión",  ni el  Palais Concert, ni  es  Abraham Valdelomar. Sin embargo, la “Calle Capón”  es San Juan, es   “Pukutay”  y es, principalmente, “La esquina del movimiento”.  Ahí donde se guarecieran  muchedumbres velando  sus sueños, sus amores precarios y fugaces;  y recitando y cantando  versos a la vida, al amor y fraternidad  en   puntuales y enésimas citas arropadas por arrebolados crepúsculos y plenilunios.        

La “Calle Capón”,  breve  y comprimida en el tablero entrañable llamado Huari  que nos viera nacer, vivir  y crecer,  de  solares pensativos, de balcones  taciturnos y  orgullosos,  es el reservorio de mil  historias que se escribieran a la sombra del frondoso ramaje del tiempo.  Callecita que marca la sucesión indetenible del torrente sanguíneo sanjuanino que  convertido en  gigantesco árbol  genealógico,  de donde penden apellidos de abolengo huarino,  no se  resigna  a capitular con los nuevos tiempos de migraciones y diásporas sobrecogedoras, más bien,   preserva  su esencia y se erige como un inexpugnable  guardián del huarinismo.

Si por ahí, cosa improbable, se encontrara alguna cámara oculta  instalada,  en el  alero de alguno de sus bellos  solares,  por un prosélito del  osado  “Milciades” personaje de “Cien Años de Soledad,  para registrar el agitado tránsito de las multitudes, no dudo que  ahí estaríamos  todos, pasando gallardos con nuestros uniformes de colegial rumbo a nuestro glorioso  colegio  “Manuel González Prada” .  Así tambien,  llenos de júbilo y  jolgorio,   en un  ir y venir frenéticos  en  las   tardes de lidia y de buen futbol.   

Y en la “Esquina del movimiento”, confluencia fraternal donde se abrazan alegres los jirones Libertad y Eleazar Guzmán  o Calle Capón,   vernos reunidos  en  nuestra  mocedad florida,  aunque ésta  sea en nuestro nostálgico recuerdo que se resiste a envejecer,  con nuestros devaneos de adolescente,  con nuestras tertulias jacarandosas e  infinitamente fraternas,  y con los que se fueron y con los que aún quedan.

Asimismo, acudir presurosos tras los  versos floridos  de Luis Alberto Rondón Marquez,  tras  “Alucha” y sus balones de fútbol, tras una plática amena  con don  Coqui Salas y   saludar  reverentes a don Elías Pardavé nuestro señor de la fotografía.  Fundirnos en abrazos interminables con aquel ramillete de lejanas  primaveras como la  tía “Filu” Sandoval, doña  Elsa Guzmán, doña Estelita Soto, tía Graciela Espinoza,  doña Irene Trujillo y la tía “Maca” Hidalgo.  Y  en  algún octubre lejano  ver pasear  distendidos  a don  Cosme Sandoval y a  tía Victoria Trujillo.   Con todos ellos  armar  jarana  en comparsa multicolor como en carnavales, sin que falte nadie, convocando  a rebato con silbidos estentóreos  a los “Shaquirita”, los  Shiwi Sotelo, los  Humberto  Lora.

Y nosotros, los  otrora mozuelos,  colarnos  a  escondidas en la cita imaginaria  con nuestra historia barrial en  el lugar indicado y perfecto: ¡La “Calle Capón¡   Típica  y amical arteria. Viviente  proscenio de nuestros más preciados recuerdos.

Abelardo Malqui Hidalgo

Lima, 05 – 11 – 2020




viernes, 27 de noviembre de 2020

EL "BARRILETE CÓSMICO" EN HUARI

 


       Si hay un momento cumbre de la “presencia” de Maradona en nuestro Huari,  es el de  aquel mediodía del  ya lejano  22 de junio de 1986,  cuando la selección argentina se enfrentara a Inglaterra en el estadio Azteca  en los cuartos de final del Mundial México 1986.  Aquel año, en nuestra ciudad alto andina,  recién asomaba la aurora televisiva  con  sus primeros destellos de luz,  con una  antena de Tv   colocada en la cima de un  cerro, arriba del poblado de Yacya y prácticamente en desuso, que daba fe de los olvidos y  de la incipiente tecnología (Microondas)  aún no estrenada.

Diego Armando Maradona, “El Pelusa”, aquel mediodía veraniego se estrenaría  e   ingresaría  a nuestro pueblo por la ventana mágica de un televisor antiguo para regalarnos el que sería el gol más hermoso de la historia de los mundiales.  El rebelde y mágico arquitecto de las más bellas jugadas y goles que registra la historia del futbol mundial aparecía,  en la tierra de la heráldica flor de Waganku,  en toda su magnitud uniendo en un  coctel delicioso   talento, belleza, magia, gallardía y  valentía para degustarlo con deleite en aquella tarde señera  de mi mocedad florida.

Los entretelones de aquel día histórico,  lo  recuerdo con la nostalgia y el dolor que me suscita la partida del máximo  ídolo de mi generación: La falta de  fluido eléctrico permanente en nuestra ciudad,  nos obligó a entregar una cuota voluntaria para comprar   petróleo y poner en  funcionamiento  el pequeño grupo electrógeno  que  puso a disposición don Job Mori. Subsanado el impase, reunidos todos en  la callecita inclinada y  polvorienta, enfrente de  casa del tío Susano Hidalgo y de la sede institucional del Barrio San Juan, nos alistamos para presenciar el que sería uno de los duelos más esperados de la “Copa del Mundo” por las connotaciones extradeportivas (históricas)  que ella encarnaba.

Recuerdo, que ni la señal borrascosa ni el calor abrasador del medio día pudo contra la emoción y la desbordante expectativa que despertaba en nosotros  el llamado  “Duelo del Siglo”.  La ansiada  y esperada revancha del pueblo argentino que,  cuatro años antes,  había sido humillado por la armada  británica en la cruenta guerra de las  islas Malvinas, estaba a horas de librarse. Guerra a la que fue empujada por la abyecta  junta militar de gobierno  presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri.  Aquel  partido aparecía como  la  perfecta “Batalla”  para vengar las más de mil muertes que dejó aquel diferendo. Y los peruanos, amigos históricos de la patria de Gardel,  San Martín, Borges y Cortázar,  nos sumábamos al aliento de la  escuadra  albiceleste  liderada por  su barco insignia  “DIEGO ARMANDO MARADONA”  

Prendidos de la señal televisiva, y prendados de la mágica performance del ídolo eterno, aquella memorable tarde, fuimos testigos de  dos de los  más grandiosos  goles del “Pelusa”  que sirvieron para lavar  la bandera albiceleste y encumbrar el orgullo sudamericano más arriba de la cima del Aconcagua. Expresiones como ¡INCREIBLE! ¡FANTASTICO! ¡HERMOSO!  Se dejaban escuchar entre la muchedumbre  reunida  en la polvorienta arteria huarina. Los que nos gustaba la historia recordábamos a los pilotos peruanos que sucumbieron en las aguas frías del Atlántico defendiendo la soberanía argentina; recordamos también  la felonía  chilena que, al  poner a disposición del invasor sus puertos y aeropuertos,   consumó la agresión infame del imperio británico.   

En esta hora de llanto universal quiero expresarle,  al Pelusa,  las infinitas  gracias por haber pintado de alegría y felicidad el globo terráqueo  con la  magia desbordante de aquella zurda excepcional, fino pincel,   con el que dibujo  filigranas,  gambetas y goles  fantásticos. Agradecerle  por haber sido el entusiasta y   oficioso  embajador de los “sin voz”  y abrazar la causa de los pueblos que luchan por justicia, pan y libertad.  Gracias, por haber inspirado  con su magistral  segundo gol , maravillosa epifanía y obra de arte inigualable, en los niños y jóvenes de este planeta que hoy le  llora,  el amor al futbol   y  a partir de ese amor ensayar alguna  jugada  y festejar un gol en  algún canchón polvoriento del universo. 

 Hoy, “el más humano de los dioses” como le nombrara su amigo  Eduardo Galeano,  ya levita en el  olimpo. Este Dios contestatario y mil veces “irreverente” con los poderosos y  arbitrarios,   y  al que millones de personas le edificamos  altares en  todos los confines de esta  aldea que bien puede llamarse “planeta futbol, se ha ausentado por y para siempre. Seguiremos  extrañándole, nombrándole y  llorándole en tanto  nuestros sentidos nos convenzan que  aún seguimos vivos  y  por ende sensibles ante  la obra de todo  genio creador, como  fue inmensamente el  “Barrilete cósmico”  que acaba de alzar vuelo.

Lima, 26 de Noviembre de 2020

miércoles, 2 de septiembre de 2020

“SEPTIEMBRE Y SU SIEMBRA FECUNDA”


  ”

 Toda la gloria del Mundo cabe en un grano de maíz“ José Martí

Me encantan los septiembres porque vienen anunciando,  con sus pregones milenarios,  la inminente siembra;  y el poblador andino, en  paréntesis  festivo, os recibe con suspiros de esperanza. Se asoman las lluvias y la tierra fecunda se regocija bañándose entre el canto sempiterno del viento y los ecos sonoros de los truenos y el centelleo de rayos en lontananza. Las sementeras sedientas de amor levantan aromas agradables que perfuman los senderos.

¡Qué fortuna estar aún vivo para contarlo y extrañarlo! Para reclamarle  a esta  reclusión indeseada y al destino que me arrojó lejos de aquellos amicales septiembres de mi patria chica, hasta  este  perpetuo destierro que me ha privado,  desde hace  casi veinte años,  de los avistamientos repentinos que, cual secular epifanía, transformaban los parcos senderos en procesiones de algarabía indescriptible: El gañán y su yunta  resignada  al yugo opresor,  presidiendo el cortejo; los sedientos forrajes, las bellas campesinas con sus ollas y cántaros; y las mejores semillas de maíz  meciéndose, bailando y jugando dentro de pintorescas canastitas tejidas de  carrizo en manos  de  afanosas y  bellas jovencitas rumbo al tálamo de amor telúrico para,   en breve,  fundirse apasionados con la madre tierra y fructificar las   mazorcas venideras .

¡Septiembre cuánto te extraño! Porque me vuelves a la memoria la luz encendida de los niños jugueteando en la pampa orgullosamente fértil por su humus milagroso. Y al morir el día, la cansina peregrinación de la boyada con sus yuntas aceradas y recuas resignadas que llegaban a pasar la noche para pastar y rumiar en el vasto y complaciente verdor y bebiendo en el tímido arroyo que cruza la pampa cantando melodías infantiles.

Sendos septiembres que me hicieran feliz. Que acariciaran mi corazón y mis sentidos: Mis ojos que complacientes disfrutaban al ver cómo cambiaban de atuendo los senderos y sementeras; exhalar aromas insondables como el de la madre tierra al llegar las primeras lluvias y, en ocasiones, saborear los convites a campo traviesa que los campesinos solían invitarme. Acompañando su caudaloso afecto con sendos y espumantes “potos” de chicha de jora y sellándolo con un efusivo ¡Salud Profe!.

 ¡Bienvenido septiembre de rostros mil! Traedme tu lluvia y empápame  de esperanza; acércame a tus huertos de gladiolas y margaritas. Ven, recógeme de esta reclusión nostálgica y llévame en tus alas, desplegadas,  como del cóndor mensajero de los dioses, hasta los dominios de la primavera. Llévame a sus amaneceres  y crepúsculos de ensueño y déjame oír la bella plegaria  del zorzal con su suplicante “Lluvi lluvi por dios”. Acércame a mis lares donde eclosiona la vida y se elevan,  desde los techados o pajizos refugios,  las ondulantes y tortuosas humaredas, preludios de la siembra fecunda.       


viernes, 21 de agosto de 2020

¿Qué fue del ovillo de papel?

 


¿Qué fue de aquel  ovillo de papel? Me sigo preguntando ¿A  dónde fue a parar el símbolo de tu sueño más preciado?  Aquel que con tu madre hallamos, entre el desorden natural de tus días de adolescente,  al ingresar a tu  cuarto  en la noche lejana de invierto del 2006. Dormía  plácidamente encima de tu alborotada alcoba, lo tomé  entre mis manos, lo acaricié, estaba  muy bien hecha: compacta, redondita  y cubierta con cinta maskíng. Sentados ambos, con tu madre, en la vera de tu desordenado lecho,  nos miramos en silencio y  luego vino el dialogo el cual  giró en torno a tu “desmedido”  y porfiado apego al fútbol 

¿Qué fue de aquel ovillo de papel?  Me sigo lamentando. Signo de mi intolerancia  y egoísmo imperdonables. Pelota de papel  que supliera  los sendos balones de diverso colorido y tamaño que guardabas y atesorabas  en tu “biblioteca”  y que  en un arranque demencial los desaparecí para, según yo,  distanciarte del fútbol y acercarte más al estudio  ¡Craso error el mío!  Que cegado por mis deseos  no comprendía que estaba   alejándote de  tus sueños y arrastrándote a los míos y negándote  el  legítimo derecho de ser libre y  ser feliz.

¿Qué fue de aquel ovillo de papel? El mismo que recordé cuando César Cueto, “El poeta de la zurda” ,  fijara su mirada en tu talento para llevarte a su Alianza Lima y ponerte en los umbrales  de tu sueño más preciado. Ese momento cumbre de tu orgullo deportivo , que  jamás  ha de borrase de la memoria familiar, nos   acompañará por siempre y más en  nuestras tertulias de balón . Además,  porque fue tu abuelo el que le alcanzara tu nombre al "Poeta de la zurda" en medio de la algarabía de todos. Y ese recuerdo,  de aquel balón  que fabricaras con maestría para  hacer “pataditas”  en  tu pequeño  e íntimo dormitorio, me permitió comprender  la dimensión de mi desatino.  Y gracias a esa brillante  y feliz oportunidad que te regalaba la vida,   intenté  resarcir y  luchar  contigo para hacer realidad tu sueño. Lo que vino después,  ¿Recuerdas?  Largos  meses de prueba con  aquella “Sub 17”,  viviendo entre el colegio y los entrenamientos rigurosos hicieron posible que  tu nombre salga en la lista privilegiada que te daba el pase para  internarte en el club "Blanquiazul". Sin embargo,  entre gallos y medianoche todo cambió y esa historia no es digna de escribirla (…)

Luego vinieron  días de frustración,  de indecisión y oscuridad.  Hasta que  luego de una charla  reconfortante en la “Universidad Agraria”  justamente  con César Cueto que se encontraba acompañado  del “Tanque” Guillermo La Rosa, volvimos  a casa y en la intimidad de la charla familiar acordamos que  postularías  a la universidad  y paralelamente seguir probando suerte en el fútbol. En adelante como sucede siempre en la vida. en que  los grandes  amores  y las  pasiones jamás se borran ni se desprenden de uno porque son parte de tu esencia,  el fútbol,  tu amor y pasión,  te acompañaría POR SIEMPRE.

Ya en la universidad, instalado en  tu facultad, desde el arranque hasta tu egreso te  convertirías  en  el referente  de ella;  y la vida  te regalaría  a uno de tus mejores amigos: Martín Duffo,  el ex zaguero de “las selecciones nacionales”  que por aquellos años dirigía al equipo de la  facultad de Derecho. Sin duda,  un ser humano, que  además de ser  tu maestro,  fue  y sigue siendo  tu  buen amigo,  al  que vale  la pena recordarlo con gratitud por sus sabios consejos y su amistad.

Hoy, día feliz de tu cumpleaños, me he dado el tiempo para hacerte este breve homenaje  enlazando, para el efecto,  uno de los capítulos más bonitos de tu vida. Espero  que al leerlo sepas que   aquel "ovillo de papel" que elaboraste  aún juguetea en la memoria de tus padres y es el  símbolo de tus bemoles  y también de tus  días felices, pero también  de nuestra incertidumbre. Gracias a Dios, aquel pequeño que naciera a la vida  un 22 de agosto en el Hospital Santo Domingo de Huari  a las 6 de la tarde, "atendido" por mis queridos amigos de aquellos años: "El Dr. Salvador,  el Dr. Flores y  esposa, y   ante mi  nerviosa presencia  que,  según tus abuelos paternos que se encontraban en los exteriores,  me hiciera perder unos kilos de peso,  es, hoy por hoy,  un profesional del Derecho  que va haciendo su camino  ya sin   "ovillo de papel" sino con "rumas" de expedientes defendiendo los intereses de la patria.  

Finalmente decirte,  que si bien  hoy día  no nos fundiremos  los tres  en un abrazo interminable ,por las circunstancias que vive la patria y la humanidad, de seguro lo haremos más  temprano que tarde , y  Dios ha de querer.  Como bien me  invocaste  con acento conmovedor  la última vez que visitaste la casa :  " Solo quiero que cuando esto pase  estemos  los tres  y ¡cuídense por favor!"

¡FELIZ DÍA CHOLITO!      

jueves, 13 de agosto de 2020

¡COMETAS DE AGOSTO!


                        

La libertad es como una cometa. Vuela porque está atada.”  José Luis Sampedro

Amanece en agosto en las inmediaciones del  inmenso "Parque Nacional  Huascarán".  Y arriba de “Jacabamba” se posan los nacientes rayos del sol en  amaneceres,  del mes eólico,  limpios y claros  velados ligeramente por el vapor que sube de la tierra y el humo  ondulante que se levanta  encima de los techos rojizos de las casas de la comarca y los pajizos de las chozas. A lo lejos las campanas de la catedral llaman a misa. Es la vida que comienza.

Agosto,  mes de matices especiales con días de espléndido calor y   atardeceres   fríos  por la helada y los profusos vientos. En este mes, preludio de la estación  primaveral, los alumnos de los centros educativos  vuelan cometas. El cielo se puebla de colores,  estrellas diurnas  que unen al firmamento las ilusiones de los niños  por un fino hilo. Es época, por tradición, en   que pelotones  de estudiantes   celebran   festivales  de cometas en el tradicional   “Hatún Era”, señero cause de torrentes de aire donde crecen hierbas silvestres a la sombra de inmensos eucaliptos.

“Hatun Era”,  está ubicada en las inmediaciones del  gigantesco “Tucuhuaganga”, que en los agostos, desde otrora,  recibe muchedumbres y guarda sigiloso en sus repletas maletas hálitos infantiles, ojos soñadores, caritas chaposas y  sudores a raudales que maquillaron y maquillan   la faz de la infancia  en las estribaciones de los andes.

Son las  dos de la tarde y  arde la tierra. Unos aplacan la sed con refrescos preparados por sus padres, otros,  los más curtidos, se dedican  a  verificar los mínimos detalles de sus cometas: calculan el peso y tamaño de la cola, verifican algún forado que pudiera  ocasionar un  siniestro  o un “aterrizaje” prematuro y forzado.

 Las hay de todas las formas y concepciones, unas hechas pobre y austeramente y otras lujosas y suntuosas hechas con finos  papeles de colores. Sin embargo, todas unidas por el  mismo viento y el mismo cielo. Allí están los niños,   alistando  los ásperos ovillos  de hilo que, algunos fueron  sustraídos en secreto de los  ágiles “huzos” de las  abuelas o de algún armario donde yacen  cual embriones de ponchos y frazadas. ¡Había que ver su fortaleza!  Resistentes  como  el granito , capaces de cortar la mano  en dos  al calor de la velocidad del vuelo y de la fuerza eólica  de agosto.

La competencia se inicia a la orden del  Director.  Si el viento es favorable las elevan  de inmediato,  y si no es así, en coro bullanguero  alzan sus voces suplicantes al Taita  de los vientos: “Taita Lorenzoooo…,  suelta  tu vientooooooo… para mi cometaaaaaa...” Aún no terminan de gritar las mágicas palabras, cuando el querendón Lorenzo premia su fe,   regalándoles frenéticos torrentes de aire que cubren, en el acto,  el límpido  celaje serrano de variopintas y alegres  cometas ante los   ojos soñadores  de los niños.

Los benjamines, pequeños ellos, de los primeros grados, tratan de imitar infructuosamente  a los mayores. Multitud de  cometas de diferentes formas y colores: Aviones, estrellas y  cohetes a la luna, entre otras,  se avistan en el límpido firmamento. Unos  bien ornados y  ataviados parecen ser los favoritos, algunos,  defraudan desde el despegue y van  cayendo enredados  en las frondas movedizas  de los árboles  entristeciendo a sus dueños y arruinando  sus ilusiones. Los más expertos y avezados  se ubican en el lugar más apropiado y eligen el momento preciso,  de manera,  que a medida que pasan los minutos  se  divisan en el firmamento  constelaciones de   cometas flotando entre los manotazos de viento y unidas a la tierra por un pensamiento invisible.  Vuelan en frenética carrera  con sus pilotos en  tierra  que observan   desesperados  cómo sus manos se enrojecen formando ampollas por la fricción  del hilo y la velocidad del viento.  ¡Las madejas  se hacen humo! Los que  lo han perdido todo  no les queda más que  auxiliar y vitorear a sus compañeros de sección.

La competencia en curso se prolonga por  horas y largos minutos. Las más lejanas,   ya no se pueden  distinguir  a simple vista,  parecen ganar la estratosfera. Son pocas las que se avistan,  apenas seis,  la mayoría de ellas piloteadas por alumnos de grados superiores.

Despojos de decenas  de cometas convertidos en   añicos de papel,  colgando  de los árboles u  oscilando en las pendientes de los ásperos riscos dan fe  de lo  bulliciosa, y concurrida competencia. Se puede perder, pero luchando, caer  en el intento vale más que no intentarlo.

Los minutos pasan frenéticos como el viento y  los pocos competidores  luchan con denuedo para no  quedar fuera de combate, tratando  de sobrevivir con su cada vez más  famélico arsenal. Unos, obligados por la carencia y abrumados de tristeza, las dejan partir al límpido e  ilimitado espacio. No tienen  otra alternativa.  

Ahora quedan sólo dos, uno del  Cuarto Grado y el otro  del  Sexto Grado. Porfían con la raleada visibilidad de  la moribunda tarde andina.  Sueltan y sueltan y  la fuerza voraz consume las madejas de hilo que se elevan  cual  avellanas en las noches festivas de octubre. Entre  tanto,  ya  asoman las rutilantes  luciérnagas  planeando  las mustias  cementeras.   El único  guía, capaz de ver aún  es  “Tucu”,   alumno del cuarto grado, debe su apodo  a su gran capacidad visual. Cuentan sus compañeros que es capaz de otear  a los zorros y  pumas acechando a los ganados en el totémico “Llamoj”; y en las noches  más tenebrosas  observar  sin  problema alguno cualquier objeto y caminar  cómodamente entre la oscuridad.

“Tucu”,  señala  la  ubicación de las cometas, los demás, aguzan la mirada e  intentan  tambien ubicarlas. Ya partieron  muchas  madejas ¡increíble! Ya acaricia  la joven  noche y  en  las faldas  del majestuoso “Llamoj Jirca” se agitan  llamaradas y arden las pasturas,  práctica ancestral contaminante, mal entendida como beneficiosa para los   terrenos agrícolas y  siembras venideras, que ya fue superada por la civilización  

  Ya no queda más que dos alumnos en competencia, el del  Cuarto Grado, exhausto  pero orgulloso  también  deja partir su estrella viajera,   Rendido por el vértigo del viento  y el dolor de sus manos maltratadas se acostó entre algunos pajillos contemplando el infinito. Mateo, del Sexto Grado, el épico sobreviviente “quema sus últimos cartuchos”, entre tanto el  firmamento se cubre de estrellas:

-          ¡Allí esta!, gritan  en coro.

-          ¿Dónde, Dónde? Preguntan otros

-          No son cometas, son estrellas que ya comienzan a pasear por los cielos. Aclara  el Tucu.

El Final se acerca, la cuenta regresiva empezó. El diestro  piloto, con sus manos estropeadas   y encallecidas,  no deja de mirar en dirección al objetivo. “Tucu”, su fiel ayudante, ubicado a su diestra, le precisa de rato en rato  la ubicación. No queda más que unos  segundos para el desenlace. La última madeja se consume raudamente.

Llega la noche con su cielo pleno de estrellas,  y con  ella,  llega también el final del evento.         El alumno ganador  rodeado por sus compañeros  y maestros, quedose por unos segundos cual estatua  con  sus manos entumecidas  por lo dilatada jornada y por el frío de la noche. “Tucu”,  entre tanto, intenta  seguir el trayecto de la cometa. Solo él puede ver, y mejor en la noche. Sin embargo,  ahora  parece flaquear, repliega  el ceño,  apunta el objetivo  con su privilegiada retina, su esfuerzo se hace evidente como también su impotencia.  

-Ya se ocultó  tras los cerros-  Sentencia con resignación - Mañana aterrizará  tras la cordillera blanca – concluye rendido el leal compañero.

- ¡Es increíble! ¿Será posible eso? Murmuran los presentes.

- Así es. Confirma   lacónico  el Maestro.

 Mientras el ganador es  felicitado  por sus  compañeros y maestros,  la luna, con su cara  risueña se levanta  por el oriente. Mateo emocionado se abraza con cada uno de ellos,  la proeza y el esfuerzo  justifican  los vítores y congratulaciones.  La tensión y las largas horas de vuelo han minado sus fuerzas, sus  ojos hundidos y su faz pálida así lo revelan. 


miércoles, 29 de julio de 2020

"TRIBUTO A UN PELOTERO"

 
 
      Alguna vez tuve alma de comunero y además bendecido por los Apus y por los “Curacas” del pueblo a los que solía saludar con reverencia e inclinarme ante las venerables ancianas y enhiestos comuneros de ese pueblo hospitalario llamado fácilmente “Ampas”. Gracias a mi estancia prolongada reafirmé mis convicciones sobre que la dignidad y la decencia no son patrimonios citadinos. Y que es fácil toparse, como en las sendas serpenteantes del “Mundo es Ancho y Ajeno”, con un Rosendo Maqui y su dignidad sideral junto a los suyos y multiplicados a lo largo de la sierra amiga e infatigable; y de cuando en cuando deleitarte con el tullido Anselmo eximio arpista y armar jarana en el afectuoso y ubérrimo “Bombon” cantera misteriosa de “humus”
    En ese pueblo hospitalario, cariñoso y mágico nació Maglorio Bazán Mendoza, futbolista que ya en vida se había aproximado a las estrechas moradas del mito y la leyenda. Le llamaba de cariño “Wicsusupi” y él sin asomo de remilgos festejaba y sonreía al escuchar su apelativo travieso e hilarante. Era un buen ser humano, no cabe duda.
     Mi más lejano recuerdo de este pelotero macizo y talentoso se remonta a finales de los años 70 cuando los ampasinos lo “repatriaban” para defender su divisa en los campeonatos “intercomunidades”. En verdad era un crack. Pude verlo en una final y fue un espectáculo y un deleite. Hizo goles de toda factura y con una calidad inusitada. Yo era aún pequeño y como me gustaba el futbol asistía, junto con mis amigos, a los partidos de aquel “futbol macho” donde se daban cita las “oncenas” de los centros poblados del distrito cercado.
    Fue además integrante de la selección del glorioso “González Prada” y alternó con jugadores de la talla de Carlos Huerta "Millqui", Juan Vidal, Otto Aguirre, Willy Toro, etc. Quienes lo vieron jugar en sus años de gloria recuerdan su afinada técnica y su versatilidad dentro del gramado de juego. Era un jugador orquesta que se acomodaba fácilmente en cualquier puesto, incluido el de arquero. Cuando, por fortuna, llegué a trabajar en Ampas conocí de cerca a su familia y  me hice amigo de sus hermanos, de uno en especial,  “don Diuñi”(+) -el papá de “Pacucho”-  un alumno con características especiales por su carisma y ocurrencias desbordantes. Además muchos de sus sobrinos fueron  mis alumnos y hoy por hoy son buenos profesionales. En las pocas oportunidades que volvía a la fiesta de su pueblo lo abordaba y conversábamos de la amistad y del fútbol haciendo versos libres con los recuerdos mutuos de glorias idas.
    El octubre pasado nos encontramos en el local de Bocanegra y conversamos algunos minutos. Me dio un gusto saludarle y abrazarle,  pues  su nobleza,  humildad  y  sencillez siempre me inspiraron un aprecio y estima especial.  Siendo dueño de un recorrido e  historia futbolera importante, aquellas aureola le hacían  todavía  mucho más grande.   Hoy, muy temprano, me llamó un ex alumno dándome la mala nueva de su partida y no podía creerlo. Infausta noticia que enluta  al futbol huarino y a su comarca entrañable  que le llora  a raudales. Desde esta ventana extiendo mis condolencias a sus seres queridos y  a todo el pueblo de Ampas al que recuerdo  y quiero. Que la partida de este  ex deportista innato no solo os  una en el dolor y el lamento, sino además los una  en el legitimo orgullo pueblerino. 
    Hasta la vista amigo Maglorio,  que tu viaje, hacia la dimensión ignota,  este presidido  por ángeles y querubines porque seres humanos nobles como tú  merecen ese premio.  Y al llegar al Olimpo, destino deseado y merecido para  las almas buenas,  recuerdes que algún escribidor citadino te recordó con afecto, leyó tu nombre en los senderos del tiempo y contempló tu imagen de espartano indomable ganándole a la muerte  en su postrera batalla como quien gana la inmortalidad. 
                                                                                                                        Lima, 29 de julio de 2020
     
    

domingo, 26 de julio de 2020

Mis primeros “cuarenta y cinco”


                 
“Los años enseñan muchas cosas que los días jamás llegan a conocer.”
Ralph Waldo Emerson
Muy temprano, despertóme mi querida esposa con un rico y caliente "Ponche de chicha”, chicha de jora que mis padres acompañaron a su siempre generosa encomienda, repleta de aromas y sabores huarinos; y mi hijo con un cariñoso beso, muy temprano, fuera de lo común, pues está de vacaciones y tiene licencia para prolongar sus sueños y dormir plácidamente, me entregó su pequeño regalo, tres pares de calcetines que los voy a necesitar en este invierno agrisado y frío.
El número "45" que es la edad que hoy cumplo, ha sido importante y concurrente en mi vida, por lo del fútbol que es una de mis pasiones y fue el medio que me permitió conocer ciudades y ganar amigos; y hoy metafóricamente, me permite reflexionar en voz alta y decir que el Primer Tiempo ha concluido.
No voy hacer ningún balance, pero si resaltar algunas jugadas y no pocos “goles que anoté” en la gran batalla de la vida: Mi mejor gol, mi querido hijo; la mejor jugada, el ganar el corazón de mi esposa y tenerla para siempre; El mejor pase gol, el que me llevó a ser maestro de escuela que es mi pasión eterna. Mi cuerpo técnico, sin lugar a dudas, mis adorados padres, aquellos que se batieron en la vida y nos dieron -a sus siete hijos- todo de para ser personas de bien; mis compañeros de equipo mis hermanos: Gino, Rucu, Miqui, Vlady, Michel y mi linda hermanita Pilar, etc. El mejor escenario donde alterné,  mi  tierra  linda,  Huari,  también Ampas  pueblito  andino  que  se encuentra burilado en mi mente y corazón; e Independencia, distrito limeño al que aprendí a conocerlo y quererlo que es el actual escenario donde trascurren mis días y noches de labor docente.
En este día, hay también espacio para el agradecimiento: Primero a Dios y a "Mama Huarina" que me permitieron vivir bajo su amparo y me regalaron pequeños dones con el que fui y soy inmensamente feliz: La docencia, la poesía, la música, el deporte me permiten decir sin asomo de soberbia ¡Gracias a la vida que me ha dado tanto! Siendo ese tanto la satisfacción, mas no la fortuna material que, como ustedes entenderán, para un esforzado maestro, suele ser una utopía. A mis padres que me regalaron la vida y a mis hermanos cuya compañía en el largo viaje, repletos dentro del amplio vagón familiar, con buen y mal tiempo, me hicieron llegar a buen Puerto y finalmente a mi esposa e hijo, razón de mis días e imprescindibles en mi existencia, por su  amor sin límites.
En cuanto a los goles que me anotaron, a las faltas que cometí y me cometieron, a las tarjetas amarillas y rojas, los guardo para mí, algo tiene debe quedar en mí, porque ningún hombre en la vida ha estado exento de ataques arteros, de zancadillas, envidias y maledicencias y, por qué no, de errores.
Apelo a la voluntad de Dios y aguardo con esperanza que el Segundo Tiempo sea s auspicioso y que, en esta avanzada, me acompañen los seres a quienes más amo y quiero en mi vida,  y si por ahí - que es lo más probable- ya no llego a concluir el Match, éste sea cumpliendo mi misión, dejar a mi equipo con el score asegurado.

Gracias.

26 de julio de 2010

jueves, 16 de julio de 2020

"Por los senderos del Carmen"

"La Virgen del Carmen junto a su morada "
        En los barrios bajos, tejidos con  fibras aceradas. en  los senderos que todo buen huarino  recuerda y evoca. Ahí mismo,  donde la leyenda y el mito se abrazan con la historia  de sus moradores le he   preguntado al viento  que levanta polvaredas en las horas jóvenes de la tarde ¿A dónde fueron  a morar los ecos de las tertulias que en mi feliz  niñez solía escuchar? Le he preguntado al cielo  despejado y bellamente azulejo  si vio pasar mis plegarias  de niño  alborozado  y  mozuelo atribulado. El cielo me ha respondido  que si,  y que  además  avistó desde el etéreo cenit  mis ojos henchidos de felicidad  y  esperanza.  Y el viento que  acostumbraba recibirme  con sus   hondas persistentes, cual niño  travieso invitándome a jugar con él , me ha dicho que  las tertulias de los viejos tiempos se han ido a posar  en el infinito  y que los despojos de sus protagonistas están abajo, en el campo santo,  y que preguntara  al sepulturero  sobre su destino final.
            He caminado en mis sueños por esos lares de mi niñez, y ese trance onírico me permitió reencontrarme con los recuerdos de  mis amigos de infancia y ancestros. También  en  cada piedra,  en cada  polvareda  y en los suspiros aromáticos de los árboles y maizales que custodian las cementeras y huertos  aledaños de los entonces dispersos solares,   reconocer  los  efluvios  de un tiempo  lejano y feliz.
 Recordé el perfumado aroma de la tierra al llegar la lluvia, aquello  que suelo extrañar en esta Lima plúmbea y áridamente hostil.  Ha sido un reencuentro sin parangón, un abrazo  con mi propia biografía, con mi esencia de huarino  militante y  orgulloso  que tuvo  la fortuna de ver la luz  del día por  feliz alumbramiento de una bella carmelitana, mujer que me enseñara  a rezar al Dios único  y venerar a la “Virgen del Carmen”, patrona de su Barrio querido.
Caminé como en los viejos tiempos, como  cuando bajaba a casa de mis abuelos maternos.  Y mis ojos, surcando raudos el espacio entrañable,  buscaron sin fortuna  a Richard, Unchu, Gino,  Gloria, “Ñahuish Bola” y "Catamona".  También a mis tías  Filly, Manuelita, Sixta y Zoraida. He caminado sin prisa y distendido.  Al  llegar  a la vera del tortuoso y breve caminito que se descuelga de la casa de  mis abuelos maternos me he  detenido para  observar con reverencia al “Tío Bizcochito” que sentado en su estoico poyo, erosionado por el viento  , el tiempo y la lluvia,  descansa pensativo y sus ojos parecen perderse en  el cielo,  escudriñando las nubes espectrales como queriéndole  sustraer  alguna “filigrana” para sus trabajos venideros. La suave brisa arrecia de cuando en cuando. Las casas dispersas, que trascienden   paz  y  quietud,  me ven pasar con indiferencia. Sólo “Perlita”, la pequeña mascota de mi infancia, me da la bienvenida  jugueteando  y moviéndose cual bailarina de ballet ofréceme  su compañía ¡Vamos “Perlita”¡ la he arengado con emocionado y cariñoso acento.
En su pétrea morada, donde  el rumor de los caminantes,  en perfecto dueto con el arrullo eterno de los ríos, es melodía tierna y eterna, me espera “Mama Carmelita”. Entiendo y vislumbro  que será un recuentro filial inolvidable y  largamente esperado por mí.  Mientras avanzo se me avecina el recuerdo de algunos  rostros que acompañaron mi niñez en ese afectuoso tramo: “Chumpi”, la ilustre “Madana” de Navidad,  “Wiru Chupa”, el  polifacético mayordomo de las fiestas del pueblo,  “Tubish”  el matarife,  dueño y señor de las “cuchicancas” y “chicharrones” y la indómita  pueblerina a la  que le gritábamos “Pancusiqui”  ante su fastidio visceral   y que solía subir de Ulia en hora puntual acompañada de su  séquito familiar.
 La emoción me atrapa al voltear el recodo de donde parte el breve caminito  hacia el bucólico “Patashgaga”, confidente de promesas de amores eternos y también perecederos. El graznido  ronco del viejo zaguán de la casa de  la tía “Quishti” convoca mi mirada  y en instantes, con la ternura de siempre, asoma ella  y su sola mirada y sonrisa asienten  y celebran  con beneplácito mi retorno por esos lares. Estoy muy cerca de la gruta entre emocionado   y  confundido como  un hijo prodigo que vuelve aunque sea entre sus sueños  al santuario más importante de su infancia ¡Cosa más bella!
A breves pasos de su inconfundible morada me he detenido pensativo. La contemplación se ha  tornado  difusa por la riada de recuerdos que se me avecinan envueltos en un  cortometraje de un tiempo lejano y feliz:
-          ¡Acá estoy  “Mama Carmelita”!
La he saludado extasiado  y  el eco de mi voz ha remecido  los flancos pétreos que custodian su santuario  bendecido,  al tiempo que sus ojos bellos  me han  abrumado  de cariño ¡Luego,  todo fue silencio penitente! Excepto los arpegios vespertinos  de  ruiseñores, zorzales y gorriones que alborozados cantaban al declinar el día. El postrarme frente a ella y sentir su presencia  me ha  vuelto como  aquel niño  inquieto que solía visitarla. Se ha silenciado mi voz, pero se  ha agitado mi memoria. Si bien  ya no soy aquel pequeño  que jugueteaba feliz en la trocha polvorienta, contigua  a su capilla. El que se trepaba con porfía y dificultad  para ganar la breve explanada desde donde se erigía la puerta enmohecida de la capillita de entonces y  contemplarla  junto a mis amiguitos y repetir y repetir la palabra “Mama Carmelita”.  Si bien ya  no soy aquel, sin embargo, lo he sido por unos minutos gracias a este sueño bendito.
Mi  confesión,  en medio del  silencio repleto de pesares y aflicciones, se ha prolongado por varios minutos ¡Mama Carmelita perdóname! he repetido  como el tañido de campanas en la hora del  ángelus. Y he  sentido sus perdones, también su amor infinito al ver que  sus ojos misericordiosos me  abrumaban  de indulgencias.  Siento que mi visita satisfizo la larga espera. En adelante,  deberá  ser más allá de los linderos del  SUEÑO,  aunque esta fugaz quimera, fracturada por el frio amanecer limeño,  me haya permitido retornar, aunque sea en mis sueños,  al primer santuario de mi vida.  Iré en busca de la polvorienta trocha  tras los despojos de  mis rastros del ayer lejano. Ahí donde dejé regadas en el tiempo mis vivencias y afectos. Me gustaría darme un abrazo con mi "Tío Alberto", el  sobreviviente longevo  de  aquel apacible arrabal de casas dispersas y hombres de bien.  
El gentío alborozado tras los pasos de "Mama Carmelita"