sábado, 6 de diciembre de 2014

Llamellín: Recuerdos del alba



( Mi padre acompañado de sus colegas  en la  plaza mayor de Llamellín  - 1969)
 Dentro de los pueblos por donde  recorrió mi padre en  su largo periplo docente, uno de los  que me dejó recuerdos hondos, guardados en los recónditos parajes de mi mente, vivencias infantiles imborrables que la estoica bitácora de la vida conserva indemne a pesar del tiempo transcurrido, es Llamellín, capital raymondina, situada en el flanco oriental de la cordillera blanca.


Allí, a fines de 1960,   comenzó su largo comino docente mi viejo lindo, en "Allauca" exactamente. Escuela primaria de muros vetustos, aulas decrepitas y curtidas, alumnos bullangueros y maestros de abolengo, dirigido entonces por un gran  maestro: Don  Elmer Vidal Tarazona, amigo inextinguible de mi padre  y  mi familia.


Cada 8 de diciembre, como hoy, día de su fiesta patronal,  asoma  en mi recuerdo agradecido,  la imagen de la "Virgen Purísima"  cubierta por su velo misterioso, trasuntando en el  sacro recinto, vetusto y casi ruinoso de entonces,  un halo de sosiego y solemnidad difícil de expresar. Allí, en la iglesia, recalabamos en nuestras correrías de niño con  Gino,  el mayor de mis hermanos,  y un par de amigos más, atraídos casi siempre por la curiosidad y por el porfiado afán  de niños traviesos, intentando develar, aunque sea con nuestra mente, el arcano rostro de la  “Virgen  de la  Inmaculada Concepción”  o simplemente  “Virgen Purísima”


Muchos de los recuerdos no sólo están circunscritos a personas, cosas o sucesos dulces y festivos. Hállanse uncidos también, inevitablemente a lo prosaico, a lo triste, a lo violento. Pero las cosas que, en su hora,  fueron negativas o nocturnas, con el tiempo resultan interesantes o estimulantes tal como fueron las cosas bellas; porque tuvieron  el privilegio de haberse incrustado en nuestra vida y en sus contornos;  y uno de ellos es justamente el infausto terremoto del 31 mayo del 70, desgraciadamente asociada a nuestra feliz estancia en  Llamellín,  la hermosa capital raymondina. Aquella triste tarde  de estío andino nos encontrábamos en  "Ancascocha”  así le llaman a su campo de fútbol, ubicado en la parte baja del pueblo. Tarde típica andina  que  pintaba  espléndida con rayos de sol dorando  los vastos trigales,  confirmando aquello de “Ucrania ancashina”   blasón merecido que  un  cronista    ofrendara,  por sus  tierras maravillosas y asombrosas, aún   sin irrigación,  a  las tierras raimondinas. Ahí nos encontrábamos aquella infausta tarde, solazándonos en su grama lozana, escuchando las incidencias de la inauguración del mundial de fútbol "México 70",  junto al Prof. Samuel Vidal Ayala que, también,  laboraba por esos lares.  Fue un remezón terrible que, sin embargo,  no nos inquietó, éramos muy pequeños, Gino tenía apenas seís  años y yo no llegaba a los cinco.  Las señales de  radio se interrumpieron. Cuando subimos al pueblo preocupados por mi mamá  que encontrábase en  dulce espera de   Miguel, el cuarto de mis hermanos,  asustados constatamos que los  techos de las casas del parque se habían desplomado y una torre de la iglesia estaba por derrumbarse. Llagada la  noche,  las señales de radio de emisoras internacionales daban cuenta de la magnitud del desastre… 

 Los días siguientes llegaron helicópteros trayendo ayuda humanitaria, medicinas, alimentos y  ropas. Recuerdo también que algunos lanzaban volantes infundiendo ánimo a la población. Por entonces, el pueblo no contaba ni siquiera con un  sistema de altavoces, de manera que cualquier anuncio, aviso o comunicado lo transmitían  “los pregoneros” desde  algún punto  de "Pahuacoto", cerro  tutelar del pueblo. Haciendo gala de su afinada  garganta, anunciaban acontecimientos leían  convocatorias,  en quechua y castellano,  principalmente  sobre las faenas agrícolas, a la población.


Llamellin,  por aquellos años era, supongo  sigue siendo, un pueblo con una marcada tradición deportiva, se practicaba buen fútbol y básquetbol. Mi padre aún en su apogeo, alternaba en las selecciones de la provincia, destacaba en ambas disciplinas, Sin embargo, luego de aquellas disputadas lides llegaba a casa  casi siempre lesionado. Era habitual verlo llegar a casa en hombros de sus alumnos, lesionado y rengueando. Mi viejo era realmente un guerrero en la cancha, eso lo explica todo.


Algunos personajes, que se impregnaron en mi  mente,  en  aquellos ya lejanos años y que siempre los recuerdo con cariño, fueron entre otros;  “El Huachano” , añoso caballero, dueño de  una  tienda de abarrotes,  ubicada en la calle principal del pueblo,  donde mi padre solía pasar la tarde en entretenida "Timba",  y a la que  acudíamos urgidos por mamá, en hora puntual,  a llamarle. En algunas oportunidades acudía  presto  y alegre a nuestro llamado y en otras, adusto y con el ceño fruncido,  con un simple  gesto  nos invitaba  a retirarnos…  Otro de los  personajes inolvidables fue “el pelado” compañero de nuestras correrías, cuyo nombre ya no recuerdo, pero si su rostro y su baldía cabellera resultado de una quemadura, con él explorábamos, ante la preocupación de mi madre, los parajes aledaños del pueblo bajo la “batuta”  de mi hermano mayor, ya se revelaba por aquellos años su espíritu aventurero, osado y temerario.

         Finalmente, mi  ferviente saludo y el deseo sincero de un presente y futuro prósperos, a ese   "pedacito de piedra preciosa incrustada en el corazón de los andesque un día  nos acogió Sin duda alguna,  fue, es y seguramente seguirá  siendo un punto importante en el itinerario y   biografía familiar.  

“Feliz dia llamellinos” 
Mis padres  a los pies de la Virgen Purísima- Llamellín 2008