miércoles, 2 de septiembre de 2020

“SEPTIEMBRE Y SU SIEMBRA FECUNDA”


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 Toda la gloria del Mundo cabe en un grano de maíz“ José Martí

Me encantan los septiembres porque vienen anunciando,  con sus pregones milenarios,  la inminente siembra;  y el poblador andino, en  paréntesis  festivo, os recibe con suspiros de esperanza. Se asoman las lluvias y la tierra fecunda se regocija bañándose entre el canto sempiterno del viento y los ecos sonoros de los truenos y el centelleo de rayos en lontananza. Las sementeras sedientas de amor levantan aromas agradables que perfuman los senderos.

¡Qué fortuna estar aún vivo para contarlo y extrañarlo! Para reclamarle  a esta  reclusión indeseada y al destino que me arrojó lejos de aquellos amicales septiembres de mi patria chica, hasta  este  perpetuo destierro que me ha privado,  desde hace  casi veinte años,  de los avistamientos repentinos que, cual secular epifanía, transformaban los parcos senderos en procesiones de algarabía indescriptible: El gañán y su yunta  resignada  al yugo opresor,  presidiendo el cortejo; los sedientos forrajes, las bellas campesinas con sus ollas y cántaros; y las mejores semillas de maíz  meciéndose, bailando y jugando dentro de pintorescas canastitas tejidas de  carrizo en manos  de  afanosas y  bellas jovencitas rumbo al tálamo de amor telúrico para,   en breve,  fundirse apasionados con la madre tierra y fructificar las   mazorcas venideras .

¡Septiembre cuánto te extraño! Porque me vuelves a la memoria la luz encendida de los niños jugueteando en la pampa orgullosamente fértil por su humus milagroso. Y al morir el día, la cansina peregrinación de la boyada con sus yuntas aceradas y recuas resignadas que llegaban a pasar la noche para pastar y rumiar en el vasto y complaciente verdor y bebiendo en el tímido arroyo que cruza la pampa cantando melodías infantiles.

Sendos septiembres que me hicieran feliz. Que acariciaran mi corazón y mis sentidos: Mis ojos que complacientes disfrutaban al ver cómo cambiaban de atuendo los senderos y sementeras; exhalar aromas insondables como el de la madre tierra al llegar las primeras lluvias y, en ocasiones, saborear los convites a campo traviesa que los campesinos solían invitarme. Acompañando su caudaloso afecto con sendos y espumantes “potos” de chicha de jora y sellándolo con un efusivo ¡Salud Profe!.

 ¡Bienvenido septiembre de rostros mil! Traedme tu lluvia y empápame  de esperanza; acércame a tus huertos de gladiolas y margaritas. Ven, recógeme de esta reclusión nostálgica y llévame en tus alas, desplegadas,  como del cóndor mensajero de los dioses, hasta los dominios de la primavera. Llévame a sus amaneceres  y crepúsculos de ensueño y déjame oír la bella plegaria  del zorzal con su suplicante “Lluvi lluvi por dios”. Acércame a mis lares donde eclosiona la vida y se elevan,  desde los techados o pajizos refugios,  las ondulantes y tortuosas humaredas, preludios de la siembra fecunda.