domingo, 13 de mayo de 2012

Evocación y homenaje a mi Madre


Mamá junto a mi querido padre

  “Tengo a veces deseos de ser nuevamente un chiquillo, y en la hora que estoy afligido volverte a oír,  de pedir que me abraces y lleves de vuelta a casa, que me cuentes un cuento bonito, y me hagas dormir”

     Hermosa canción de Roberto Carlos que nos invita abrazar los instantes más hermosos de la  infancia. Algunos de aquellos, evoco hoy, en esta  tarde sabatina, tan  agradable del  otoño limeño, como una ofrenda a mi madre ausente y poniendo como marco musical el espléndido  vals ancashino mal titulado  “Dolores”.

 Mi madre, no solo fue y es  la compañera leal y amorosa de mi padre,  sino  que ademas es  un ser humano infatigable y sacrificado,  que  más de las veces rozó con el heroísmo para construir una familia y un hogar unidos. No siempre el río estuvo calmo, hubo tiempos difíciles, de carencias y llantos,  donde si algo sobraba fue su  amor y   entereza. Algunos vagos recuerdos de mi niñez  asoman en esta hora de homenaje al ser sublime que me dio vida y  ternura y cariño:

    “El primer dia de clases en la prevocacional: En  la víspera alistose con cuidado  las dos chompas de color vino tinto tejidas con sus delicadas manos  con lana de algodón, adornadas  en el  pecho con  dos trenzas verticales en alto relieve que le otorgaban una sobria belleza y elegancia; dos novísimos pantalones azules  “polystel”  alineados porsiacaso con una lerda  y pesada plancha a carbón; dos pares de recios y brillantes  zapatos negros   “Bata Rímac” que atentos y  mudos aguardaban  su estreno,  y el par de  estupendas “picshas” conteniendo  lo básico para el primer día de clases. Olvidaba decir que en  la mañana del domingo, muy temprano, bajo las órdenes de mi padre visitamos al  “Buen Amigo”, mítico barbero huarino de mi generación, que al  concluir su faena gastábase bromas untándonos la nariz con el jabón espumante, previa a la afeitada final. ¡Debía peluquearnos al estilo “chorrillano”!  ¡Raparnos casi completamente!

    El lunes muy de madrugada, mientras dormíamos,  partía mi padre rumbo a Huamparán a su labor docente, quedabase mi dulce madre al cuidado de nosotros, entonces 4 hermanos: Gino de 6 años, yo de 5 y los muy pequeños Anderson “Rucu” y Miguel. Fue ella quién cargó con  la mayor responsabilidad.

    El lunes amaneció hermoso, el sol madrugador nos  infundía alegría y alentaba a levantarnos sin remilgos ni quejas. La ceremonia del “alistamiento” para  el primer día de clases la presidía mi Madre, nos aseada y acicalaba de la mejor manera. Pulcramente vestidos, junto a mi hermano mayor, sentados en el comedor, al borde de la enorme mesa de negro aliso, esperábamos el desayuno, que resultó tan suculento. El esmero, cuidado y cariño que mi madre puso por nosotros, en especial  sus hijos mayores, resultan simplemente impagables.

     Luego del desayuno, la partida a la escuela,  cruzamos el viejo portón de la casa que da a la calle Libertad, entrañable callecita cuyo empedrado,  a esas horas de la mañana,   brillaba  con los rayos del sol,  al tiempo que caravanas de estudiantes en alegre tropel dirigianse a sus tácitos destinos. - Caminar por esa  calle me  despierta hasta hoy recuerdos de antaño, mis sueños de niño y de testigo está ese cielo azulejo huarino -  Llevados de la mano por mi madre avanzamos en silente actitud hacia la Av. Magisterial, casi al final de la misma, cerca al riachuelo Virá, queda la Prevocacional. Temerosos y asustados,  junto a Gino mi hermano mayor , nos resistíamos  desprendernos de Ella.  Entre sollozos y gemidos  nos entregó en las manos de nuestros maestros. Sus besos y persuasivos alientos en aquel crucial momento de nuestras vidas  no los olvidaré jamás. Así fue ella,  infaltable y gravitante en los momentos importantes de mi existencia. Su voz persuasiva y también disuasiva de ángel guardián, muchas veces llamándome al orden y la compostura me encaminó por el camino correcto, es y fue  siempre así, un manantial de ternura, una fuente de amor, incapaz de levantarnos la mano, ni castigarnos, ni siquiera con el pétalo de una flor. La reciedumbre de mi padre halló en ella el perfecto complemento. Hoy está un tanto lejos, en su Huari querido,  junto a mi padre y mi hermano Michel, mañana domingo, las sendas llamadas de sus hijos y nietos intentarán amortizar  la cuantiosa deuda que le tenemos y aliviar el dolor de la ausencia.

 Finalmente decir  que su legado de madre  amorosa y abnegada nos acompaña y acompañará por  siempre,  y que la fortuna de tenerla viva y sana,  es la más grande bendición que Dios nos confiere.

¡Feliz día madre linda!

¡Feliz día a todas las madres del mundo!