lunes, 1 de mayo de 2017

HUMITA: Delicia andina.


 
 “Cuando  dora la humita,  sonríe el paladar"

             El 1 de mayo, llega derramando aromas  y  redimiendo desesperanzas y aflicciones   del poblador andino. La  siembra  ha  fructificado  y es fiesta grande en  ese universo inmenso de donde se ven más cerca el sol,  el cielo y las estrellas.   Gala  andina de los mayos inolvidables son las pachamancas  que hoy se  avecinan a mi recuerdo,  mientras contemplo el parque silencioso  desde mi cómodo escritorio en esta Lima que comienza a vestirse  de ropajes otoñales.  

            La  pachamanca  es  de los acontecimientos esperados, es  rito de fraternidad;    abultada encomienda  de colores, sabores y aromas  que encarga  la mama pacha y  que manos entusiastas  transformaron en delicia. Es herencia   de inestimable valor,  un tipo de cocción ancestral que nos dejaron nuestros antepasados  y que se sostiene  en el tiempo a instancias de sus sabores y aromas que perfuman el paladar y el corazón andinos incrustados en la memoria  colectiva  invicta de nubarrones contaminantes. Representa también  la feliz  comunión que las culturas prehispánicas tenían con la madre naturaleza, con sus piedras y rocas, con sus hierbas  amicales y silvestres donde destacan el Huacatay y el Chinchu de endémica presencia en los predios cordilleranos.

            Dentro de ese concierto de sabores y aromas,  de carnes, tubérculos y cereales que toman su punto en las entrañas de la madre tierra,  la que siempre me encandiló sobremanera es la HUMITA, platillo de nuestra serranía, deliciosa pasta de maíz cocido envuelta, sancochada y servida  en las hojas mismas de la mazorca. Aquella,  es una de las invitadas a la fiesta ardiente de la pachamanca,  a la que llega tímida,  pálida, sin embargo,   en la algarabía de aromas de la cita febril, toma su punto,  para al final de la cocción  descubrirse  seductora  y apetecible. 
La HUMITA, siempre me agradó por encima de las delicias que decanta la pachamanca, tanto así que al asomarse el momento de descubrir el fabuloso entierro, la buscaba con mis ojos ávidos para robarle a alguna piedra intrépida que la tenía entre sus ardientes brazos dispuestos a ofrecerla a los comensales. Doradita, compacta y con su silueta más atractiva que nunca hacía imposible sustraerme a dar el play de honor antes  del opíparo banquete. Tantas veces la degusté y siempre con el mismo  agrado, de manera que,  para este humilde servidor,  no hay, desde  hace 15 años en que vive en Lima,  un  01 de mayo sin el recuerdo de  la HUMITA  y compañía,  detalle simple, sin embargo dulcificado.  Delicias  que supieron   aprehender mis manos, contemplar ávidos mis ojos  durante mis  años de estudiante y de maestro de escuela allá en mi tierra amada.

Lima, 01 de mayo de 1017