martes, 31 de diciembre de 2013

Recetas de mi abuela Pilar

Apuntes de bitácora 
 

Capilla de "San Francisco" en el  Parque Vigil

"Murió doña PILAR,
la de ojos glaucos, alta, blanca y robusta,
la que rompía corazones
y preparaba el “Chicha en caldo”
Y el “Estofado de gato” 

para los bohemios y los forasteros que visitaban Huari"
Del “Silencio de la piedra”
Autor: Luís Rondón Márquez

         En las enésimas tertulias que participé con amigos, paisanos y parientes; con poetas , deportistas e intelectuales de mi querido Huari; si algo me quedó meridianamente claro, gracias a su opinión unánime, fue la belleza y las cualidades en el arte de cocinar de mi recordada abuela paterna: Pilar Osorio Mory.

        Mis ocasionales interlocutores y contertulios no guardaban elogios para Ella. Recordaban con cariño y singular prolijidad su “Chicha en caldo”, plato emblemático de las fiestas de fin de año del Huari de mediatos del siglo pasado,  y su  “Estofado de gato” Simplemente insuperables.

        En la actualidad, la profesora Rosa Dunia Alcedo de Solis, distinguida dama huarina, es una reconocida exponente del arte de la cocina huarina. Ella triunfó en el concurso Secretos de Familia de Mistura 2010, justamente con este potaje conchucano, en la categoría de cocinas tradicionales. El "CHICHA EN CALDO" presentada por ella, según la opinión autorizada de Marcela Olivas Weston, miembro del jurado: "Ganó en todo sentido, en armonía de los ingredientes, en la cocción, es un plato que representa los secretos familiares de las cocinas conchucanas. En presentación, su mesa tenía las mantas hermosas de Huari, la chicha en sus cántaros, la cancha y el pan blanco de mesa cocido en horno de leña. TODO UN HALLAZGO" manifestó


        Hoy 31 de Diciemb re del 2010, siendo las 8 y media de la mañana, les dejo la receta de el “Chicha en caldo" por si se animan más tardecita a prepararlo y así poder sazonar el advenimiento del Año Nuevo con un potaje emblemático y genuinamente huarino, con sabor a tiempo ido, aroma de límpida jora y moje de gallinas de rubí, que el tiempo parece arrebatarnos.


        A estas horas, en casa de mis padres, se ultiman los preparativos para recibir el nuevo año. Muy temprano recogimos de la agencia la chicha de jora y las crocantes roscas, ya se imaginarán para qué. Mi viejita linda, dictará cátedra en la cocina, espero que alguna de sus nueras aprenda la lección.

¡Buen provecho y Feliz
Año Nuevo hermanos huarinos residentes en Huari,  el Perú y el Mundo!


CHICHA EN CALDO
(Para 6 a 8 personas)

- 01 gallina grande.
- 02 litros de chicha buena.
- 02 cebollas criollas.
- Ajo Cantidad necesaria.
- 100 gramos de ají panca.
- 200 gramos de aceitunas.
- 100 gramos de pasas.
- 100 gramos de maní tostado, en grano
- Aceite.
- 01 Zanahoria.
- 02 rocotos.
- 05 cucharadas de azúcar rubia.
- Dos chocolates corrientes.
-Pimienta, comino y sal al gusto.

PREPARACIÓN

        Se doran las presas de la carne de gallina en aceite, se agrega la cebolla cortada a lo largo, juntamente con el ajo y el ají panca molidos, agregar el ají amarillo quemado y cortado en tiras, de igual manera la zanahoria y el rocoto; añadir sal pimienta y comino al gusto, agregar luego la chicha; hervir hasta que la carene se sancoche completamente; el maní y las pasas, deben hervir por un buen tiempo; luego ya para hervir se le hecha las aceitunas.

        Se sirve con papas sancochadas, también se puede acompañar con una porción de arroz. Además se puede acompañar con roscas, molletes, pan francés o pan blanco.

BIBLIOGRAFIA:
01.- "REVALORANDO LAS COSTUMBRES DE MI TIERRA".
I.E "Silvia Ruff".
02.- "HUARI MI TERRUÑO". “Recuerdos para sonreír y reír"
César Antonio Arana Rincón.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

"Recuerdos de Navidad"

Cuando  ya la tarde languidece en esta Lima alborotada y caótica  y renacen miles de luces  en los baApuntes de bitácora

 Recuerdos de Navidad

¡¡Nuestra hermosa catedral de antaño!!
“Los recuerdos son los cabellos blancos del 
corazón, y  el perfume del alma"
George Villiers

Cuando ya la tarde languidece es esta Lima alborotada y caótica y renacen miles de luces  en los balcones  y fachadas de las casas;  en los atajos, calles, parques y avenidas de la gran ciudad, me apresto a emprender un rápido paseo  con  la máquina del tiempo, cómodamente instalado en  mi vagón imaginario,  en busca de aquellas vivencias que  hicieron tan felices las  Noches Buenas  y  Navidades de mi infancia:

En la  vieja casa de mi abuelo Salomón, se alistaba con cuidado el amasijo: harina de norte, levadura fleshman, manteca de chancho, anís granulado, agua de hinojo, mazamorra de  calabaza,  jamones, chancaca, canela, chuño, clavo de olor, azúcar, cebolla china, perejil,  maní, etc. Debían estar listos y prestos en la antesala de la larga y fraternal faena.

Ya el horno, aún tibio,  sonreía con sus tremendas fauces,  las  limpias bateas, las latas relucientes, el jorgonero altivo,  palas  y rodadillo de negro aliso, Todos prestos a cumplir la misión encomendada. Olvidaba citar  las jergas y  manteles limpios donde dormirían  plácidamente los bollos de  ricos panes,  apetecibles roscas y  exquisitas empanadas de calabaza y jigote. 

Faena laboriosa, que comenzaba con los primeros gallos del  día anterior al 24 de diciembre. Dentro de un ambiente festivo y fraterno discurría el día donde todos cumplíamos nuestras responsabilidades: Ya sea preparando la masa,  dando forma a los bollos y durmiéndolas con cuidado y ternura, limpiando las latas y untándolas con aceite, dando forma a los panes, bizcochos, roscas y empanadas. Nosotros, los más pequeños, al tiempo de cumplir con esmero nuestra labor natural de fastidiar, estorbar y alegrar,  recolectábamos también sendos atados de eucalipto, molle y poyó para limpiar el horno. Complacidos explorábamos, para el efecto,  las chacras y bosquejes aledaños a la casa de mis inolvidables abuelos maternos. 

De mi abuelita materna, me resulta insoslayable,  destacar su destreza en el manejo de la pala, el rodadillo y el jorgonero. Solíamos  llamarla con  cariño  “Mama Chaquita”. Su fortaleza admirable, su habilidad indiscutible en el arte del amasijo y su don de mando, que dicho sea de pasó la heredó a mi adorable madre,  los  recuerdo con cariño y nostalgia. Sus ojos azules brillaban, su rostro rojizo bruñía de calor, sin embargo,  ahí  estaba liderando la faena, desafiando las fauces ardientes del horno que, alegre y  complacido,  recibía  de sus ágiles brazos sendas latas de panes,  bizcochos, roscas y empanadas, para luego de un tiempo prudencial devolverlos apetecibles, crocantes y exquisitos para degustarlos con gusto y agrado.

Era una faena que cruzaba transversalmente todas las casas  de la vieja ciudad. El aroma insondable del molle, eucalipto y poyó se alzaba  cual embrujadora humareda desde los viejos solares. Esta costumbre se ha perdido en el tiempo, ha huido despavorida perseguida por la modernidad. En nuestra comarca de entonces, era imposible concebir una “Noche Buena” sin una mesa tendida donde destaquen   orgullosas las  empanadas de calabaza  o  jigote de jamón…

Ahí me quedo, son las ocho  y siete minutos de la noche y  hay responsabilidades que cumplir, pasaré  la Noche Buena en casa de mi hermano Vladimir y Noryta, les daré el  alcance  a mis padres, a Michel, Lola y Alessandro. Para  ustedes, mis queridos lectores, amigos, paisanos huarinos y no huarinos el deseo sincero  de una Feliz  Noche Buena  y Navidad.

Lima, 24 de diciembre de 2013