miércoles, 25 de diciembre de 2013

"Recuerdos de Navidad"

Cuando  ya la tarde languidece en esta Lima alborotada y caótica  y renacen miles de luces  en los baApuntes de bitácora

 Recuerdos de Navidad

¡¡Nuestra hermosa catedral de antaño!!
“Los recuerdos son los cabellos blancos del 
corazón, y  el perfume del alma"
George Villiers

Cuando ya la tarde languidece es esta Lima alborotada y caótica y renacen miles de luces  en los balcones  y fachadas de las casas;  en los atajos, calles, parques y avenidas de la gran ciudad, me apresto a emprender un rápido paseo  con  la máquina del tiempo, cómodamente instalado en  mi vagón imaginario,  en busca de aquellas vivencias que  hicieron tan felices las  Noches Buenas  y  Navidades de mi infancia:

En la  vieja casa de mi abuelo Salomón, se alistaba con cuidado el amasijo: harina de norte, levadura fleshman, manteca de chancho, anís granulado, agua de hinojo, mazamorra de  calabaza,  jamones, chancaca, canela, chuño, clavo de olor, azúcar, cebolla china, perejil,  maní, etc. Debían estar listos y prestos en la antesala de la larga y fraternal faena.

Ya el horno, aún tibio,  sonreía con sus tremendas fauces,  las  limpias bateas, las latas relucientes, el jorgonero altivo,  palas  y rodadillo de negro aliso, Todos prestos a cumplir la misión encomendada. Olvidaba citar  las jergas y  manteles limpios donde dormirían  plácidamente los bollos de  ricos panes,  apetecibles roscas y  exquisitas empanadas de calabaza y jigote. 

Faena laboriosa, que comenzaba con los primeros gallos del  día anterior al 24 de diciembre. Dentro de un ambiente festivo y fraterno discurría el día donde todos cumplíamos nuestras responsabilidades: Ya sea preparando la masa,  dando forma a los bollos y durmiéndolas con cuidado y ternura, limpiando las latas y untándolas con aceite, dando forma a los panes, bizcochos, roscas y empanadas. Nosotros, los más pequeños, al tiempo de cumplir con esmero nuestra labor natural de fastidiar, estorbar y alegrar,  recolectábamos también sendos atados de eucalipto, molle y poyó para limpiar el horno. Complacidos explorábamos, para el efecto,  las chacras y bosquejes aledaños a la casa de mis inolvidables abuelos maternos. 

De mi abuelita materna, me resulta insoslayable,  destacar su destreza en el manejo de la pala, el rodadillo y el jorgonero. Solíamos  llamarla con  cariño  “Mama Chaquita”. Su fortaleza admirable, su habilidad indiscutible en el arte del amasijo y su don de mando, que dicho sea de pasó la heredó a mi adorable madre,  los  recuerdo con cariño y nostalgia. Sus ojos azules brillaban, su rostro rojizo bruñía de calor, sin embargo,  ahí  estaba liderando la faena, desafiando las fauces ardientes del horno que, alegre y  complacido,  recibía  de sus ágiles brazos sendas latas de panes,  bizcochos, roscas y empanadas, para luego de un tiempo prudencial devolverlos apetecibles, crocantes y exquisitos para degustarlos con gusto y agrado.

Era una faena que cruzaba transversalmente todas las casas  de la vieja ciudad. El aroma insondable del molle, eucalipto y poyó se alzaba  cual embrujadora humareda desde los viejos solares. Esta costumbre se ha perdido en el tiempo, ha huido despavorida perseguida por la modernidad. En nuestra comarca de entonces, era imposible concebir una “Noche Buena” sin una mesa tendida donde destaquen   orgullosas las  empanadas de calabaza  o  jigote de jamón…

Ahí me quedo, son las ocho  y siete minutos de la noche y  hay responsabilidades que cumplir, pasaré  la Noche Buena en casa de mi hermano Vladimir y Noryta, les daré el  alcance  a mis padres, a Michel, Lola y Alessandro. Para  ustedes, mis queridos lectores, amigos, paisanos huarinos y no huarinos el deseo sincero  de una Feliz  Noche Buena  y Navidad.

Lima, 24 de diciembre de 2013

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