lunes, 21 de abril de 2014

Una travesía inolvidable

Una travesía inolvidable
 ( I parte )

 "Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir
 una utopía que nos permita compartir la tierra".
 Gabriel García Márquez 

       Los feriados de Semana Santa,  nos invitan a salir de Lima en busca de suculentos destinos. Nuestra patria inmensa, diversa, compleja, además hermosa, nos ofrece muchos. Creo que cada viaje tiene una relación con el tiempo y la edad en que lo haces. Cuando niños, nos consume la simpleza de la curiosidad, cuando jóvenes,  con las hormonas alborotándonos, nos distraen otras “tentaciones”, lo afirmo desde mi propia experiencia. Ahora que los años han pasado,  lo disfruto con los mismos ojos, pero con más sosiego y sabiduría. 

       Salimos de Lima el Jueves Santo,  muy temprano, rumbo a Chala, distrito costero de la Prov. arequipeña de Caravelí. Raudos, en fraternal caravana, con Miguel Carlos Márquez, William Hidalgo Falcón y mi Hermano Vladimir en los volantes de  impetuosos bólidos que consumían con fragor los largos kilómetros que proponía la travesía, íbamos dejando a nuestro paso el cielo plúmbeo limeño que, sin embargo,  anunciaba días de sol.  Cuando llegamos a Chincha, nos frenamos un tanto debido a la larga multitud de vehículos que avanzaba lentamente por obvias razones. Llegamos a las Líneas de Nazca, hicimos un alto ahí, avistamos las enigmáticas líneas con la admiración y el respeto que nos inspiraban nuestros antepasados. En esta época del año, el río Grande con su caudal en picada, por la llegada del otoño y la retirada de las lluvias en la serranía,   suele bajar mas discreto e inofensivo.  Pernoctamos en la ciudad de Nazca, para el Viernes Santo, con las primeras luces, partir a Chala. El trayecto hacía este lugar es particularmente hermoso: El mar inmenso, las playas, el inacabable arenal, los balnearios, el sol esplendoroso, los escasos oasis, los pequeños puertos, nos recuerdan con su murmullo, susurro, bravura, brillantez y lozanía, nuestra condición de habitantes privilegiados de una patria milenaria y hermosa.

        Llegando a Chala, cerca del extremo sur de nuestra patria, hay un desvío que conduce a las alturas ayacuchanas,  ahí donde se empina el soberbio “Sara Sara” y a sus pies, al oeste de las inmensa pampa,  reposan las mansas y frías aguas de la laguna de Parinacochas. La carretera, bien afirmada, no esconde lo peligroso de la cuesta zigzagueante. Los choferes, obligados por la circunstancia, esconden su miedo en las apretadas maletas, para que no cunda entre las damas y niños. El convoy avanzaba en tensa calma hacia las alturas, debido al desconocimiento de la ruta, mas no a la pericia de nuestros pilotos.   Después de casi tres largas  horas vislumbramos con alegría y alivio la altiplanicie, al este del mismo,  el nevado del Sara Sara,  que cual perpetuo diadema se yergue   gigantesco, intimidante y altivo; y al oeste , la laguna “Parinacochas”. El nevado y la laguna,  forman un dueto de colosales dimensiones geográficas e históricas para los habitantes de esta zona del Perú andino. Su enorme influencia se remonta a los albores de la civilización del hombre ayacuchano. 

      Después de ganar la breve altiplanicie, se desciende hacia el valle, primero nos da la bienvenida la ciudad de “Cora Cora” capital de la provincia de Parinacochas, una ciudad con mucha historia y tradición. Luego de un tramo relativamente breve nos hace lo mismo la ciudad de Pauza , capital de la provincia de Paucar del Sara Sara, llamada también como “La Capital Cervantina de América” porque a mediados de la primavera (noviembre) del año 1607, los habitantes coloniales mestizos y naturales, a iniciativa de Corregidor Pedro de Salamanca, realizaron un homenaje al nuevo Virrey Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, escenificando la gran obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra "Don Quijote de la Mancha". Esta actuación, realizada en la Plaza de Armas de Pauza, fue la primera en América y la segunda en el Mundo. La primera vez fue en Valladolid (España) en el año 1605, celebrando el nacimiento del Príncipe Don Felipe. Es una ciudad donde el tiempo parece haberse detenido. Algo así como nuestro  Huari sesentero, pero con una sola plaza y calles escasas, Ciudad  de habitantes hospitalarios y respetuosos. Su iglesia y su Plaza de armas bien cuidadas y el transito ordenado  y señalizado, a pesar del  escaso flujo -en ese aspecto nos ganan a los huarinos por goleada- sin embargo, se pueden notar fácilmente sus carencias y necesidades que  hablan de olvidos seculares. La buena conservación de sus carreteras y la atención de sus hijos predilectos: El presidente de la República y la Primera dama Nadine Heredia, cuyos padres son natos de esta provincia, han auspiciado mejoras notorias en la vida de sus habitantes. Las numerosas tareas pendientes, como las hay en muchos  villorios,  distritos y provincias del Perú profundo, tanto en salud, educación, vivienda, agricultura, y otros, desmienten el crecimiento y la bonanza económica.(estos pueblos no comen ni parten el pastel) Se necesitan gobiernos con talante inclusivo, honestos y capaces. La corrupción y la ineptitud deben desterrarse de nuestra patria. En esta ciudad pernoctamos, participamos de su Viernes Santo solemne, de su liturgia ágil y entretenida, de sus hermosas letanías, de sus canciones y melodías sacras tan tristes y desgarradoras, de su precioso “runa simi” agigantándose en las voces piadosas de los feligreses, y el sermón de las siete palabras, a cargo de las autoridades previamente designadas. La procesión solemne, primero por el perímetro de su Plaza Mayor, para el efecto ornada con hermosas alfombras, y luego por las calles de la ciudad, discurría solemne y pausado, prolongándose hasta los primeros gallos del siguiente día.

       En cuanto a la nota entrañable de esta pintoresca ciudad, me quedo con el saludo atento y cariñoso de un niño,  cuando salía del hospedaje: - Buenas tardes señor, ¿Cómo se llama? ¿Qué le trae por estas tierras?  me dijo. Lo tierno y atento del saludo, impropio de estos tiempos de sequías de buenos modales, me sorprendió. Recuperado de la gratísima sorpresa, emprendimos una charla, casi de viejos amigos. Su nombre es Rubén Ayala, niño de sonrisa fácil, espontáneo, de voz dulce como el trino del gorrión, Las palabras, la agudeza y los modos de seres humanos , como este pequeño , son los que generan esperanza y sosiego para pensar en mejores destinos para aquellos pueblos olvidados. (Continuará) 

jueves, 17 de abril de 2014

"Algo sobre nuestras mascotas..."


     ¿Quién no ha tenido una mascota en casa?  ¿Un perro, un gato, en especial el primero? En la biografía familiar, constan  su pelambre, su aullido, sus saltos  cariñosos y el consabido bailar de su cola. La memoria familiar,  no está exenta  ni de su nombre,   ni de sus hazañas:
      “Hitler”, el guardián de  la  vieja  casa de mis abuelos maternos,  es  el que más lejanamente se ubica en  mi  memoria. Hermoso animal  pintado de rubio y blanco lustrosos. Cuando niños, nos hacia jugar, nos cuidaba y ladraba con ternura; era el cómplice  habitual y  el  infaltable compañero de  nuestras travesías por los senderos  inolvidables de nuestra  infancia, allá  en el viejo y  polvoriento  “Jegcha”. Sus hazañas han quedado registradas en  la memoria  familiar, como aquellas cuando  aniquilaba  robustos  "Achacus" (mucas), que osaban  internarse en  el terrado, ahí donde se ubicaban los  frescos lechos, llamadas “trojas” repletos de apetecibles  tubérculos: papa, oca y olluco,  y en las robustas asuanas dormían plácidas frijoles, habas, trigo, cebada y el “jarallustu”. Además, en una más pequeña, el lino. Recuerdo también  que en los aleros más altos  colgaban  y columpiaban las  doradas “huayuncas”, mazorcas de .maíz, bien ordenaditas por su tamaño y color.  De todas ellas, túberculos y granos, las más saludables en lugar aparte, reservadas para el sombrío venidero. Estás últimas, eran las más apetecibles para los bribones "Achacus". Allí osaban llegar,  a hurtadillas,  en las silentes madrugadas  Después de fieras luchas sucumbían ante la bravura de nuestro  noble guardián.

     “Gitana”, es la que vive ceñida al recuerdo de  mis padres  y  sus siete  hijos, Una compañía absolutamente importante, porque su existencia regó de alegría nuestra casa  por más de tres lustros. Tenía el don de la nobleza, sus ojos hermosos trascendían paz,  su imagen   parecía omnipresente, la veíamos ora  acompañando a mamá  en la cocina, ora retozando en el patio bajo los frutales y Bugambilias, ora correteando a las intrusas palomas o gatos techeros en el  entablado del segundo piso, sin embargo, era el viejo portón, su sitio favorito, sabia que su misión principal era  el de custodiar la casa. Fue testigo de las dolorosas diásporas, de los adioses  prolongados. Vio partir con inocultable dolor a mis hermanos, en especial a los menores,  con quienes se involucró más, en el juego, en la caricia y  en la complicidad. Sólo le faltaba hablar, transmitía su adhesión de formas tan increíbles: Cuando don Heráclides Miranda, dueño de la cabina telefónica comunitaria del Huari de entonces, nos anunciaba con el consabido  “llamada de Italia”,  la primera en salir, alegre y presta, era ella. Dábase vueltas y vueltas en la cabina,  sus sonoros ladridos eran, que duda cabe, su saludo  cariñoso a los ausentes. Escena entrañable realmente. Mi Gitanita , también  debo  escribirlo,  fue la única que me "pillaba" , en algún punto de las ciudad  o de su periferie,  en ocultas citas idílicas. Creo que este último suele suceder  en pueblos chicos como el nuestro. 

     “Tarzán”,  así se llamaba la mascota de mi  hijo,  aún  pequeño entonces, Fue su amigo, su  compañero, su aliado. Nuestro inolvidable Tarzán, el que nos deleitó  con sus felinos saltos, el de los  elocuentes  saludos, el de la oreja juguetona  y encantadora, es el de mayor recordación para mi hijo, para su madre  y para mí. Desgraciadamente,  nos lo arrebato el “distemper“ con sus sepas virulentas, con su  crueldad  e iniquidad.  Impotentes,  ante el cuadro doloroso  luchamos, en vano,  para  recuperarlo. Una  inyección letal puso fin a su breve, pero para nosotros, importante existencia. Tan importante que, cuando murió,  no pudimos contener el llanto por su  partida. La triste experiencia  nos  marcó y prometimos  nunca más criar un perro. Desde aquel entonces  han pasado mas de quince  años. Sin embargo, una llamada telefónica de mi querido hermano Vladimir y mi cuñada Noryta, anunciando,  que me tenían reservado un regalo,  quebró la promesa. El regalo de marras,  era una linda  cachorra  que la hemos  “bautizado” con el nombre de Núha

     Núha, (nombre  de origen islámico que significa sabiduría y  prudencia) es una cachorrita encantadora, que se adueñó en breves  días de nuestro cariño y  atención. Su historia la irá escribiendo de a pocas junto a nosotros. Es el nuevo integrante de la familia, la que ha añadido alegría a nuestra casa. De a pocas, ya va adaptándose a su nuevo hogar, conociéndonos más,  y por nuestra parte prodigándole todo el cariño y cuidado necesarios.

     No puedo dejar de mencionar, en esta inaudita  crónica canina , los nombres de algunos perros célebres de nuestro Huari  setentero y ochentero:  Brick, el pastor alemán, de Monseñor  Dante Frassnelly Tarter. Robusto animal que solía acompañar a nuestro obispo en sus caminatas pastorales. Desafortunadamente  fue "ajusticiado" por un   excéntrico sacerdote llamado  Gigi  por desconocidas razones, Otro de los canes conocidos por aquellos años  fue otro Pastor Alemán de propiedad de don Jorge Chavez, nuestro  recordado vecino homónimo de nuestro ínclito aviador. No recuerdo su nombre exactamente, pero sí su  esmirriada figura de magros huesos y de carne enjuta. Solía acompañar a don Jorge a sus labores campestres. Aún niños, temprano en las mañanas y cuando caía la tarde,  lo veíamos pasar  por  la calle Libertad,  parecía levitar con el viento  como la hojarasca...

     Hace algunas décadas atrás, el Ministerio de Salud,  condenaba a algunos de sus trabajadores al escarnio y  la   repulsión. Tenían que cumplir la innoble y cruel misión de  eliminar a los perros de la calle, cosa tan absurda porque la mayoría de ellos, por no decir todos los perros del vecindario, se distinguían por ser callejeros,  de manera que, frente a tamaña amenaza, los desesperados amos  ponían a sus "leales amigos" a buen recaudo. No obstante,  muchos eran sacrificados. Hoy por hoy, estos nobles y leales animalitos, son protegidos por la ley y se  han ganado el derecho de vivir sin  afrentosas amenazas. Bien lo decía el gran Mahatma Ghandi  "La grandeza de un pueblo se mide por la forma en que trata a sus animales"

         Finalemente, amables lectores, permítanme saludar a  todas  las mascotas, en especial a: "Osito" la mascota de mis queridos padres; "Charlie",  el viejo sabueso de mi hermano Anderson, "Bronco" de mi hermano Michel, "Ori" de mi cuñado Homero y la pequeña "Chiza" de mi hermano Vladimir  y, por su puesto a   nuestra querida Núha.