jueves, 17 de abril de 2014

"Algo sobre nuestras mascotas..."


     ¿Quién no ha tenido una mascota en casa?  ¿Un perro, un gato, en especial el primero? En la biografía familiar, constan  su pelambre, su aullido, sus saltos  cariñosos y el consabido bailar de su cola. La memoria familiar,  no está exenta  ni de su nombre,   ni de sus hazañas:
      “Hitler”, el guardián de  la  vieja  casa de mis abuelos maternos,  es  el que más lejanamente se ubica en  mi  memoria. Hermoso animal  pintado de rubio y blanco lustrosos. Cuando niños, nos hacia jugar, nos cuidaba y ladraba con ternura; era el cómplice  habitual y  el  infaltable compañero de  nuestras travesías por los senderos  inolvidables de nuestra  infancia, allá  en el viejo y  polvoriento  “Jegcha”. Sus hazañas han quedado registradas en  la memoria  familiar, como aquellas cuando  aniquilaba  robustos  "Achacus" (mucas), que osaban  internarse en  el terrado, ahí donde se ubicaban los  frescos lechos, llamadas “trojas” repletos de apetecibles  tubérculos: papa, oca y olluco,  y en las robustas asuanas dormían plácidas frijoles, habas, trigo, cebada y el “jarallustu”. Además, en una más pequeña, el lino. Recuerdo también  que en los aleros más altos  colgaban  y columpiaban las  doradas “huayuncas”, mazorcas de .maíz, bien ordenaditas por su tamaño y color.  De todas ellas, túberculos y granos, las más saludables en lugar aparte, reservadas para el sombrío venidero. Estás últimas, eran las más apetecibles para los bribones "Achacus". Allí osaban llegar,  a hurtadillas,  en las silentes madrugadas  Después de fieras luchas sucumbían ante la bravura de nuestro  noble guardián.

     “Gitana”, es la que vive ceñida al recuerdo de  mis padres  y  sus siete  hijos, Una compañía absolutamente importante, porque su existencia regó de alegría nuestra casa  por más de tres lustros. Tenía el don de la nobleza, sus ojos hermosos trascendían paz,  su imagen   parecía omnipresente, la veíamos ora  acompañando a mamá  en la cocina, ora retozando en el patio bajo los frutales y Bugambilias, ora correteando a las intrusas palomas o gatos techeros en el  entablado del segundo piso, sin embargo, era el viejo portón, su sitio favorito, sabia que su misión principal era  el de custodiar la casa. Fue testigo de las dolorosas diásporas, de los adioses  prolongados. Vio partir con inocultable dolor a mis hermanos, en especial a los menores,  con quienes se involucró más, en el juego, en la caricia y  en la complicidad. Sólo le faltaba hablar, transmitía su adhesión de formas tan increíbles: Cuando don Heráclides Miranda, dueño de la cabina telefónica comunitaria del Huari de entonces, nos anunciaba con el consabido  “llamada de Italia”,  la primera en salir, alegre y presta, era ella. Dábase vueltas y vueltas en la cabina,  sus sonoros ladridos eran, que duda cabe, su saludo  cariñoso a los ausentes. Escena entrañable realmente. Mi Gitanita , también  debo  escribirlo,  fue la única que me "pillaba" , en algún punto de las ciudad  o de su periferie,  en ocultas citas idílicas. Creo que este último suele suceder  en pueblos chicos como el nuestro. 

     “Tarzán”,  así se llamaba la mascota de mi  hijo,  aún  pequeño entonces, Fue su amigo, su  compañero, su aliado. Nuestro inolvidable Tarzán, el que nos deleitó  con sus felinos saltos, el de los  elocuentes  saludos, el de la oreja juguetona  y encantadora, es el de mayor recordación para mi hijo, para su madre  y para mí. Desgraciadamente,  nos lo arrebato el “distemper“ con sus sepas virulentas, con su  crueldad  e iniquidad.  Impotentes,  ante el cuadro doloroso  luchamos, en vano,  para  recuperarlo. Una  inyección letal puso fin a su breve, pero para nosotros, importante existencia. Tan importante que, cuando murió,  no pudimos contener el llanto por su  partida. La triste experiencia  nos  marcó y prometimos  nunca más criar un perro. Desde aquel entonces  han pasado mas de quince  años. Sin embargo, una llamada telefónica de mi querido hermano Vladimir y mi cuñada Noryta, anunciando,  que me tenían reservado un regalo,  quebró la promesa. El regalo de marras,  era una linda  cachorra  que la hemos  “bautizado” con el nombre de Núha

     Núha, (nombre  de origen islámico que significa sabiduría y  prudencia) es una cachorrita encantadora, que se adueñó en breves  días de nuestro cariño y  atención. Su historia la irá escribiendo de a pocas junto a nosotros. Es el nuevo integrante de la familia, la que ha añadido alegría a nuestra casa. De a pocas, ya va adaptándose a su nuevo hogar, conociéndonos más,  y por nuestra parte prodigándole todo el cariño y cuidado necesarios.

     No puedo dejar de mencionar, en esta inaudita  crónica canina , los nombres de algunos perros célebres de nuestro Huari  setentero y ochentero:  Brick, el pastor alemán, de Monseñor  Dante Frassnelly Tarter. Robusto animal que solía acompañar a nuestro obispo en sus caminatas pastorales. Desafortunadamente  fue "ajusticiado" por un   excéntrico sacerdote llamado  Gigi  por desconocidas razones, Otro de los canes conocidos por aquellos años  fue otro Pastor Alemán de propiedad de don Jorge Chavez, nuestro  recordado vecino homónimo de nuestro ínclito aviador. No recuerdo su nombre exactamente, pero sí su  esmirriada figura de magros huesos y de carne enjuta. Solía acompañar a don Jorge a sus labores campestres. Aún niños, temprano en las mañanas y cuando caía la tarde,  lo veíamos pasar  por  la calle Libertad,  parecía levitar con el viento  como la hojarasca...

     Hace algunas décadas atrás, el Ministerio de Salud,  condenaba a algunos de sus trabajadores al escarnio y  la   repulsión. Tenían que cumplir la innoble y cruel misión de  eliminar a los perros de la calle, cosa tan absurda porque la mayoría de ellos, por no decir todos los perros del vecindario, se distinguían por ser callejeros,  de manera que, frente a tamaña amenaza, los desesperados amos  ponían a sus "leales amigos" a buen recaudo. No obstante,  muchos eran sacrificados. Hoy por hoy, estos nobles y leales animalitos, son protegidos por la ley y se  han ganado el derecho de vivir sin  afrentosas amenazas. Bien lo decía el gran Mahatma Ghandi  "La grandeza de un pueblo se mide por la forma en que trata a sus animales"

         Finalemente, amables lectores, permítanme saludar a  todas  las mascotas, en especial a: "Osito" la mascota de mis queridos padres; "Charlie",  el viejo sabueso de mi hermano Anderson, "Bronco" de mi hermano Michel, "Ori" de mi cuñado Homero y la pequeña "Chiza" de mi hermano Vladimir  y, por su puesto a   nuestra querida Núha.
  







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