lunes, 4 de enero de 2010

Neruda y Vallejo: "Cófrades de fuego"

En mis altares literarios refulgen las figuras señeras de César Vallejo y Pablo Neruda. luminarias que me ayudaron a reafirmar mis convicciones culturales, políticas e ideológicas. Sin embargo la historia literaría muchas veces las ha confrontado innecesariamente. Al leer: "Confieso que he vivido" libro memoria del insigne vate araucano, descubrí las medias verdades de la supuesta enconosa relación, revelada limpiamente por él.

En el Capítulo"Vallejo Sobrevive" de las memorias nerudianas, reunidas y publicadas después de su muerte, se revelan algunas verdades,pues Neruda nos recuerda y envía allí a algunos poemas que dedicó a la figura y la poesía de Vallejo. En efecto, dos son los poemas que Neruda dedica a su amigo poeta: en 1954 incluye en las "Odas Elementales" la «Oda a César Vallejo» y en 1958 le dedica otro poema. En la oda mencionada, el poeta chileno evoca el período pasado en París, en tiempos de la guerra civil española, e intenta, con versos rudos, no por ello en ocasiones menos eficaces, presentar una imagen comprensiva de nuestro preclaro poeta.
Neruda considera la doble condición de desterrado del peruano, ve representado en él al símbolo de su raza, participa intensamente en su muerte, lo va buscando, y es aquí que la imagen de Vallejo imprevistamente se transforma, se vuelve luminosa, milagro que sabe realizar el poeta chileno siempre que se enfrenta con la tragedia del destino humano.

Vallejo es, para Neruda, como lo es para todos los humanistas del mundo en especial de nuestra hermosa América india, la escencia de su raza y de su mundo. Y si a alguien le queda dudas de la adhesión de Neruda a la causa de su coétaneo, amigo y cófrade en la lucha por un mundo mejor, en su afán de engrandecer al hombre. bastaría leer lo que escribió pocos años después en "Estravagario" (1958) en el que vuelve a Vallejo, sin mencionarlo más que con una «V». La «V» floreal que constituye el título del poema. Es un homenaje transparente, en el que defiende, una intimidad que elimina comparaciones, una experiencia existencial que es la única que lo acerca a Vallejo:

"Él, en el territorio de su muerte,
con sus obras cumplidas,
y yo con mis trabajos
somos sólo dos pobres carpintero
con derecho al honor entre nosotros
con derecho a la muerte y a la vida."

Vallejo y Neruda, Neruda y Vallejo, araucano e inca , inca y aracucano, ambos brillarán siempre en el celaje azul de nuestra América todavía sombría, con inequidades e iniquidades. Su estela luminosa no se extinguirá; alumbrará sí, nuestros duros caminos y noches frías. Que duda cabe.

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