HUELLAS DEL
BALÓN: “Wico” Un pelotero de
antología.
(Edwin Avendaño Hidalgo)
El personaje que hoy evoca el
torreón memorioso es algo parecido a don
Quijote que defiende sus ideales ante
todo y que se esfuerza por cumplir objetivos de improbable consecución y su prédica profesional y amical están siempre preñados de sueños que los comunica con alegría y afecto, en mi
particular caso, como primo, alumno, colega, además de compañero en el deporte y la
bohemia y en las sendas avanzadas
culturales que bajo su iniciativa se plasmaron allá por los años ochenta y
noventa.
Hoy, me toca escribir sobre el
“Wico” deportista, de aquel que sin
ambages declaraba orondo: “Zico en Brasil y Wico en Huari” en un símil no
distante de la realidad por todo lo que significó para el fútbol huarino en
términos de espectáculo, de preseas deportivas y de un estilo de juego
inconfundible que se distinguió por su calidad,
sutileza y picardía,
características que destacan y
recuerdan sus coetáneos y en especial los huarinos amantes del deporte. En el
registro de los peloteros con quienes jugué
y vi jugar, es sin duda uno de los referentes.
Su nombre, en la historia del futbol huarino, está asociado a las selecciones provinciales, a las del
glorioso colegio “Manuel González Prada”
y al de su “Alianza Carmen Milagro”,
este último, baluarte del fútbol de los
"Barrios Bajos" de nuestra ciudad y de un
historial que registra resonantes triunfos, tardes gloriosas en el viejo estadio del “González Prada”
y de
seguidores que se cuentan por
millares de cuyo apoyo y aliento incondicional son testigos las graderías de nuestro viejo
estadio, el éter que desplegaba los gritos apasionados
mientras en el cuadrilátero polvoriento
se trajinaba en pos de glorias y victorias, nadando en el polvo, maquillándose de sudor, bruñendo la piel bajo el sol implacable.
El fútbol por aquellos años, los
ochenta, tenía mucho de épico por el esfuerzo algo de heroísmo de sus protagonistas. Los duelos , los clásicos y superclásicos
acaparaban el interés de la población y
los domingos de futbol emergían multitudinarios, coloridos y el gran cuadrilátero cual vitrina acristalada
exhibía a los más grandes peloteros de
la época. La presencia de “Wico” dentro de esta amalgama generosa que sólo el
futbol puede regalarnos, fue
fundamental tanto por su calidad
deportiva y cuanto por su liderazgo.
Inyectó mística a su equipo y lo llevó, junto a los bravos muchachos de su oncena , a
la cima del futbol huarino en varias oportunidades, adueñándose de campeonatos
distritales de la “Copa Perú”.
Por otra parte, aunque no hay estudios científicos que
prueben que los zurdos son más
talentosos, creativos y geniales que los
diestros, sin embargo, dentro de la literatura y periodismo deportivos, aquellos son casi sinónimos de fantasía y genialidad en la práctica del
futbol, ahí tenemos por citar a algunos de ellos: Maradona,
Cueto y Messi, trilogía llena de poesía
y fantasía que deleitó y sigue deleitando la retina de millones de aficionados. En
nuestro Huari, sea por arrastre, contagio o esa natural y espontánea forma de vivir y apreciar el futbol también
se vislumbran a éstos con más
consideraciones que a los diestros. Dos de los zurdos más importantes del
futbol huarino con los que jugué son Wico y “LLucu” Salas, creo que lo son tambien para los entendidos y aficionados de aquellos tiempos. Wico es holísticamente zurdo, para usar las
manos, los pies, para escuchar y hasta para pensar. Además de la destreza de su
pie izquierdo, destacaba también por su
manera de cabecear y parar el balón con el pecho, en ambos casos con elegancia y maestría.
Su
nutrido palmarés deportivo, el mismo que
suele proclamarlo y contarlo con orgullo
y nostalgia, registra triunfos resonantes a nivel provincial y regional con los equipos a los que defendiera y principalmente con el seleccionado huarino. Dentro de ellos, una en especial, el que evoca de cuando en cuando con emoción, es
la “Copa Conchucos” disputada en
la ciudad de los “Cedros centenarios” Pomabamba a inicios de la década del ochenta, donde justamente un gol suyo , en la final frente al seleccionado de la
provincia de Sihuas, determinó la conquista de aquel campeonato. Tán importante fue aquel tanto que, en algunas tardes de bohemia al
recordarlo, lo describe segundo a segundo, detalle a detalle, sudor a sudor,
latido a latido y sus ojos llenos de contento y notoriamente huidizos y por el estrabismo innato, se encienden de dicha descubriendo su alma de pelotero linajudo y
de un cabal romántico del futbol como pocos. Alguna vez me contó un amigo
suyo y me lo corroboró un familiar que, cuando estudiante
universitario, en una pichanga con el equipo del “Spotting Cristal”, entrenado
por entonces por el gran Waldir Pereira “Didí”, le hizo un túnel nada menos que al gran y
temible “Chito” la Torre ante la mirada complacida del legendario entrenador
brasileño y seleccionador nacional durante la Copa del Mundo de “México 70”. También me refirió alguna vez que integró como invitado la oncena de la "Amenaza verde" , el “Sport Ancash” cuando aún cursaba la educación secundaria a
finales de los años sesenta
La naciente Liga Distrital de
Futbol de Huari, presidida por don Pompeyo Ganalón Hidalgo Bazán, el gran
“Detalloso”, nuestro tío común, durante los ochenta del siglo pasado, impulsó
el futbol amateur y convirtió
aquella década en una de las más futboleras de la historia huarina, Grandes oncenas animaban aquellos certámenes: "San Juan", "San Bartolomé", "Alianza Carmen Milagro", "Santo Domingo" y "Caritas" dentro del distrito cercado y "Los amigos del Puchca" "Cóndores de Chavín" y "Atlético Minero" de los distritos de Huaytuna (Rahuapampa), Chavín y San Marcos respectivamente. A los adolescente y jóvenes de entonces nos tocó
alternar con consagradas luminarias del futbol provincial y dentro de estas últimas destacaban
Juan Vidal, Raúl Meléndez “Wancho”, Carlos Huerta “Millqui” , “Wico”, "Ñapancha" y
jugadores que sin ser huarinos reforzaban a los equipos más importantes del
distrito cercado y de las demás ligas distritales Memorables tardes, ardorosos encuentros,
tribunas repletas, ovaciones inacabables. Aquélla década fue, sin duda gravitante para el fútbol huarino porque permitió a mi generación tomar la posta
en la defensa del fútbol huarino.
Líneas
aparte, por el aprecio, cariño y consideración mutua, no puedo dejar de expresarle mi gratitud a quien fuera
también mi maestro en las aulas del González Prada y en el Instituto Superior Pedagógico Público de Huari, en este
último tutor de la primera promoción a la que pertenecí a mucha honra; años más
tarde, bajo su invitación, asumí la docente de
esta casa superior de estudios. Recuerdo su talante renovador, inquieto y dialogante, promotor del deporte, del teatro y de la música. Tantas anécdotas contentan mi memoria de aquellos años vividos y que
espero compartirlas algún día si la vida me da la oportunidad y el espacio para
hacerlas. Anécdotas como la de aquella tarde de fines de
octubre de 1987 en los afanes de
empedrar uno de los cuadriláteros de la loza deportiva del hoy Coliseo del ISP, loza construida justamente por la primera
promoción, dimos "no cristiana" sepultura
a la lampa recién estrenada de mi caro amigo “Puruksa” ante un descuido suyo, aquellas carcajadas estentóreas
llenos de regocijo que ni el tiempo logró acallar sirven para refrescar nuestras
emociones y reinventar aquellas horas y disfrutarlas con la misma lozanía. Centenares de anécdotas y vivencias de las avanzadas
culturales y deportivas a destinos
fabulosos de nuestra provincia y departamento, todavía quedan por contar y
donde Edwin, mi entrañable primo “Wico”, fuera el impulsor y también uno protagonista.
Para concluir esta crónica de reminiscencias
dirigidas a resaltar las virtudes futboleras de un maestro huarino polifacético y con alma soñadora como el Quijote, que fue capaz por ejemplo, de
construir un reducto ecológico en un lugar
increíble como es Patashgaga y bautizarlo con algo de ironía y traviesa insinuación y doble sentido como “SIPUDIERAS
AMARME y descubrir en el trayecto de su edificación las piedras, silenciosos confidentes, bajo cuya lecho , abrigo y las adolescentes huarinas entregaban
la prueba de amor a sus alborotados amantes, expresarle a él y a mi tierra bendita, desde la lejanía y la nostalgia, mi gratitud por haber sido
bendecido por la amistad y la camaradería en el primer caso y por permitirme vivir una etapa sin parangón en el segundo caso, y darme las licencias para descubrir desplegando al viento mis recuerdos que tuve por fortuna el
privilegio de ser, sin proponérmelo, uno
de los testigos de mi tiempo, y asumir
como un deber de escribidor algo
memorioso y también errático lo que en él sucediera.
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