jueves, 10 de enero de 2019

“LOS APUNTES DE DON NESTOR SOTELO”

NESTOR SOTELO AGÜERO
(Huari - 1927)
              
         Antes de escribir este homenaje a mi viejo maestro de  los primeros grados de primaria (hasta el tercer grado)  tuve que corroborar algunos datos y refrescar mi memoria apoyado en la de mi amigo de infancia y de siempre, además condiscípulo,  Martín Salas Vidal,  en un cruce de informaciones vía wasap, yo de vacaciones en  esta Lima moderadamente cálida  y él en sus labores de ingeniería en las alturas del gélido Ticlio. Fue una breve pero emotiva conversación en torno a nuestro viejo maestro.  Arribamos  a la máquina del tiempo, escapándonos momentáneamente de nuestros afanes, y el vagón imaginario y  generoso nos transportó hasta aquellos años de la primera mitad de la década del  setenta del siglo pasado. Ahí anduvimos momentáneamente y ubicamos a nuestro ilustre preceptor  y lo encontramos  amable, cariñoso  elocuente con su voz inconfundible al tiempo que su dedo índice apuntaba al cielo  en un juego agradable de armonía entre la comunicación verbal y no verbal. A pesar de la lejanía del tiempo no han desfallecido nuestros recuerdos y hoy, en el anochecer del 08 de enero en que escribo han vuelto a  florecer como en primavera.
            En el último octubre,  durante las celebraciones de nuestra fiesta patronal en Bocanegra, al acercarme a saludarlo con la atención que su legado amerita y   aconseja  me pidió mi dirección domiciliaria  y mi  número telefónico,  los mismos  que se los entregué atentamente. No tenía la menor idea  del porqué de su pedido, hasta que  los últimos días de noviembre mi padre me  informó que habían dejado en la casa un paquete destinado para mí, cuyo remitente era el Maestro Néstor Sotelo Agüero. Lo recogí presuroso  y lo descubrí en el acto, se trataba de una colección frondosa de publicaciones de diferente temática enmarcada dentro del carril cronológico de su prolija existencia y escrita en diferentes momentos.
            Confieso que para este modesto servidor se trataba de un   encargo invalorable que además me honra  y enorgullece. Cuantiosa colección   de crónicas, ensayos, narraciones y evocaciones. Títulos solemnes como “La sociedad huarina del siglo XX” , “El legendario y Tradicional Huaridanza” y  “Huarirunas quechuahablantes”;  otros más entrañables que descubren  los sinuosos senderos de un maestro caminante  preñado de vivencias mil como:  “Periplos de un maestro”, “Semblanzas de un viajero” ,”Huari runa Yachatzicoj” y “Semblanzas de un deportista”;  en este sabroso buffet de reminiscencias escritas con el corazón  las hay también para  el deleite y el disfrute  como “Los mañosos de Huari”, “Cuentos Chistes y Anécdotas” y “Apodos de algunas ciudades de Ancash”. Títulos diversos, información importante a manera de interrogantes  y afirmaciones como “¿Por qué Huari se fundó en la actual ciudad”, “Huari ecológico y sus bondades”, “ La naturaleza y sus riquezas expresadas en quechua huarino”   y   como para redondear una faena literaria, desconocida  aún  para muchos huarinos, un suculento homenaje al emperador de los prados de nuestra serranía: “Pichiuchanca  huarino”.
            En agradecimiento por el valioso encargo recibido le expreso,  henchido  de orgullo por ser discípulo suyo, estas líneas  de agradecimiento que seguramente asoman insuficientes y limitadas tratándose de una personalidad huarina que ha superado la valla de los noventa años  vividos con intensidad  cuyos rastros se vislumbran en los 25 folletos, haz de fibras, que  entretienen, informan, enseñan y educan. Gracias Maestro por compartir sus memorias fabulosas con este modesto servidor, cóndor nostálgico que se emociona y enorgullece al escribir  para uno de los suyos  y mediante el encantamiento que produce la lectura ser partícipe de sus crónicas, ensayos y semblanzas y  con esa magia del “leer”  acompañarlo en su largo periplo de maestro  por costa , sierra y selva, y en este  último descubrir con  regocijo  pueblitos de nombres tan curiosos  como “Pensamiento” “Carpa” y  el pintoresco “Singa”,  a orillas del Marañón, donde  las gallinas llevan una canastita en la cola que impiden que sus huevos se precipiten por la pendiente hacia el caudaloso rio. Acompañarlo también en    sus “pichanguitas”  con pelota de trapo  y de “Pucash” de chancho junto a la “Capilla de San Francisco”  y compartir su rabia y tristeza cuando “Ufichu”  a la orden de doña Carmen Angulo despedazaba la pelota de jebe que accidentalmente  caía en el techado de la mítica capilla ubicada en la “Alameda Pampa” ha bitad del no menos legendario “Saucecito”.  Asimismo descubrir, mediante las celditas sonoras llamadas palabras que se han descolgado de su intelecto y su memoria generosa, su alma de maestro  plasmadas en vivencias de educador en una época de carencias y olvidos y no haber desfallecido ni capitulado  frente a los retos que planteaban aquellas tristes realidades de los pueblos del Perú profundo y  que lo acompañaron desde los albores de su vida docente en el pintoresco Uco, hasta el final de la jornada en la ciudad de Lima. 
             Merece un párrafo aparte  su impronta en el ejercicio ciudadano, su compromiso irrenunciable  con los destinos de su terruño  que en los turbulentos años noventa, al retorna a Huari,  le obligó asumir  la presidencia del Frente de Defensa de Huari  que recogiera el clamor de los ciudadanos  y empuje el tren del desarrollo de nuestra provincia. Años aquellos  de diásporas y miedos de escasez de candidatos  y  de fondos municipales famélicos y muy a pesar de ello se encaminaron obras importantes y trascendentales.
            Hoy cuando  ya asoma el crepúsculo de su existencia en medio del arrebol y sus luces  purpúreas que, sin duda alguna,  iluminarán la senda de los suyos y los no suyos al  calor y abrigo de su impronta, de sus vivencias, de sus ejemplos y de su prédica paternal, amical, magisterial y   cívica, los mismos que   he podido vislumbrar leyendo sus  memorias que con consideración inmerecida me las  envío, me obligan desde este torreón imaginario agradecerle y expresarle que los he leído   con fruición  y emoción, me he divertido y nutrido a la vez y confirmado mis convicciones sobre nuestro amado Huari en cuanto a  su condición de pueblo con historias y leyendas, con personajes inverosímiles con paisajes de ensueño, universo mágico en donde tuvimos la fortuna de nacer. 

 

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