Emociona
escribir una crónica de una efeméride singular, tanto por su contenido histórico
y cuanto por sus especiales
protagonistas, ellos maestros que hace 50 años cruzaron los umbrales de la “Escuela
Normal Mixta de Huari” para internarse
en los espacios más trascendentes
y fecundos de la patria, ahí donde se construye el presente y el futuro del
Perú. Me emociona escribir porque parte de este grupo es mi padre Getulio
Malqui Osorio, integrante de la Promoción 1968 de la primera institución formadora de
maestros en la historia de la extensa
provincia de Huari.
Las líneas que transitan desde este torreón que hoy se siente
inmensamente orgulloso y cual artesano
de la palabra intenta construir
con cada vocablo, frase y
párrafo su admiración y
reconocimiento a esta pléyade de dignísimos maestros que se formaron
como tales en nuestro amado Huari y rendirles un justo tributo en este acontecimiento de sus
“Bodas de oro promocionales”. Hoy, cuando
ellos ya “disfrutan” de su “jubilación”, aunque el disfrute y el júbilo a los que aluden
las palabras entrecomilladas no respondan
necesariamente a la realidad de
un país en donde los maestros no tienen,
ni han tenido secularmente el trato
justo y decoroso que hartamente merecen,
pero que, sin embargo, tienen las glorias de su legado inconmensurable y del reconocimiento
social que no tiene precio. Hoy me inclino reverente ante ellos con la
convicción que las multitudes de los
pueblos en donde les tocó desempeñarse
también los recuerdan con gratitud y cariño.
El reunirse después de medio siglo de haber zarpado
al mar ora calmo, ora proceloso del quehacer educativo y
cumplir con pasión y compromiso su apostolado a pesar de las condiciones adversas, sorteando las encrespadas olas y arrancando los abrojos
para construir junto a sus estudiantes el camino que conduce al puerto de
la esperanza. El reunirse con
viejos camaradas en la forja de una profesión indisolublemente ligada al bienestar de los
pueblos , ha significado seguramente un
reencuentro con los recuerdos, aquellos
que atesora la memoria , la cuida y la guarda y emergen en estos reencuentros
únicos que auspicia la vida.
Mi padre me contaba que con algunos de ellos se ha vuelto a ver luego de cincuenta años y
me lo contaba con emoción desbordante y añadía que en adelante los reencuentros
se darán en diferentes ciudades del Perú según un cronograma ya acordado. Le
noté feliz a mi padre y eso significa mucho, me contó detalles del recuentro
dorado y celebré junto a él y le congratulé y le alenté en ese cometido.
Como todo hijo conozco de cerca sus
experiencias más importantes de mi padre y en las ya lejanas tardes huarinas,
cuando aún yo cursaba la educación básica, nos reunía a sus siete
hijos y nos mostraba su voluminoso álbum fotográfico donde
cobran vida sus principalmente recuerdos
de su formación docente allá en nuestro amado Huari durante la segunda mitad de los años 60 del siglo
pasado. Me queda claro también que por
aquellos nuestra ciudad natal vivió una autentica primavera donde
florecieron el arte, la música, el teatro y el deporte, al calor y abrigo de su Alma mater y de
egregios maestro y en especial el inolvidable Samuel Vidal Olivas, maestro tutor de la promoción dorada.
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