martes, 19 de enero de 2010

Proeza médica, prolonga la vida a una joven de sangre huarina


Hoy en horas de la tarde, junto a mis padres, visitamos a mi prima Rosario Hidalgo Valenzuela. Nos recibió en su regazo familiar junto a sus queridos padres: Mi tio Artidoro Hidalgo Guzmán y esposa Angélica Valenzuela. Ella representa un caso en el que la solidaridad humana y la alta especialización de los médicos de EsSalud se conjugaron para darle una nueva oportunidad de vida.

Fueron 23 años durante los cuales la diabetes la hizo vivir entre agujas y sondas, dormir a sobresaltos para evitar una fatal baja de azúcar y amanecer conectada a una máquina de diálisis. Todo eso quedó atrás hace 4 meses, cuando recibió el primer transplante de páncreas en la historia del Perú.

La encontramos transformada, más vigorosa que nunca, y con tanta alegría que desbordaba su amplia y acogedora sala. Era fácil percibir en su voz su fe inquebrantable en el Supremo Hacedor y su entendible esperanza en que mejores años vendrán. Derramaba gratitud a sus padres, a los médicos encargados de su operación y al donante cuyo nombre pronunciaba con enternecedor respeto.

Le hice muchísimas preguntas, aprovechando su predisposición, las mismas que me respondía con inmejorable talante, abrumándonos de información sobre esa experiencia única que marcó un hito en la historia médica peruana y la ha convertido en un auténtico símbolo de la perseverancia. Nos desmenuzó la amarga pero alecionadora experiencia de 23 largos años, llenos de dolores y llantos que le deparó la diabetes y que muchas veces la situó al borde de la muerte.

Nos contó que un equipo médico que se especializó durante tres años en el Perú y en el extranjero, hizo la proeza de colocarle un nuevo páncreas y parte del duodeno, para asegurar la segregación de insulina y de enzimas, pero sin quitarle sus propios órganos. Adicionalmente se le retiró un riñón que la diabetes había inutilizado.

A sus 34 años, Rosario tiene el optimismo a flor de piel. Sabe que ya no necesitará más diálisis ni más inyecciones de insulina sino sólo chequeos médicos periódicos.

“Ahora puedo dormir tranquila”, sostiene su querida y abnegada madre Angélica mientras mi tío Artidoro recuerda que todas las noches había que vigilar permanentemente para que no le diera una hipoglicemia.
Fue una operación compleja que duró 18 horas. informandonos que fue el Dr. José de Vinatea de Cárdenas, el médico jefe del Servicio de Cirugía de Páncreas del hospital Guillermo Almenara, de EsSalud el encargado de liderar la compleja intervención practicada a Rosario, la misma quue tuvo tres etapas.

La primera, que tardó aproximadamente cinco horas, consistió en retirar los órganos al donante cadavérico. La segunda consiste en el trabajo con los órganos a temperaturas especiales, fase que tardó más de cinco horas y la última que fue el implante a la paciente que se hizo desde las once de la mañana hasta las siete de la noche.

A Rosario Hidalgo la operación le significa una mayor expectativa de vida y sobre todo, mejor calidad de vida, sin mayores limitaciones. Nos comentó también que la etapa de rechazo agudo de los órganos implantados ya pasó y que con el tiempo puede presentarse un rechazo crónico que puede ser controlado con medicamentos.

Anotó que si bien el costo de esta operación es mayor a lo que se gasta en tratamiento a un paciente con diabetes e insuficiencia renal en un año, después los gastos son mucho menores.

Del donante de Rosario, sólo se sabe que era un hombre joven de sólo 30 años, corpulento y saludable que falleció de un accidente cerebro vascular en el Hospital de Emergencias Casimiro Ulloa y que su generosa familia decidió prolongar su vida dando vida a otros.

Es así que donó su páncreas, sus dos riñones, sus dos córneas, su hígado – que le fue implantado al paciente Rogelio Ríos que sufría de cirrosis hepática con virus C- y su piel para salvar otras vidas o mejorar la calidad de éstas en otros casos.

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