domingo, 22 de julio de 2018

¡Hasta la vista Luis alberto!


(Foto Huarilindo: El ilustre huarino  junto a mi hijo Pasculy)
 
Cuando yo  aún era niño,  al llegar los octubres,  mis ojos se entretenían observando el  retorno jubiloso de,  principalmente,   sanjuaninos que  dejando en lontananza las plegarias nostálgicas de la lejanía retornaban,  con sus maletas henchidas de amor,  a su terruño. Pléyade de sanjuaninos inmortales  como Don Cosme Sandoval, mi  Tía Victoria Trujillo,  mi tío  Víctor Márquez Osorio. Llegaban, en alegre tropel,  los Córdova Soto, los Pardavé, los Salas, los Valencia, los Agüero,   y,    con ellos,  llegaban también don   Luís Alberto Rondón Márquez junto a la muchedumbre, resumen de la diáspora esperanzadora  del pueblo y del Barrio, volvían  en caravanas del retorno  a disfrutar de la magna fiesta patronal.Todos ellos sanjuaninos y moradores de la muy tradicional  "calle  capón" de mil historias. 
Hay archivos  privilegiados de la niñez que, cual apriscos, apretados en la memoria,  resultan  imposibles ni de desprenderse ni de olvidar. Ni la  retina, ni  la  memoria, ni el tiempo suelen  doblegarse ante aquellas vivencias. Hoy, en horas de mañana al escuchar la noticia  de  la partida inesperada  de Don Luis Alberto Rondón Márquez,  mi mente activó aquellos felices momentos  de mi infancia y ubiqué  la imagen de este sanjuanino ilustre que solía retornar a  su pueblo todos los octubres   para  hincarse a los pies de la Virgen del Rosario.  En adelante, con el tiempo,   se convirtió, para  este cóndor  entristecido,   en uno de sus íconos por sus dotes de orador y declamador notables y fui premiado con su amistad, con su aprecio, cosa mayor tratándose de una persona decente, proba e  intachable, como pocos.
Se me hace imposible hacer un recuento de su obra, vasta y prolífica por cierto, no tengo el aliento para desmenuzarla.  Hoy,  llegando a casa,  sólo tuve tiempo de  contemplar sus obras,  muchas de ellas que me las entregó con sus propias manos y con afectuosas autógrafas y dedicatorias que al  leerlas no pude evitar  alguna lágrima.   No tengo ni el l aliento, ni la capacidad necesarios  para  delinear un panegírico. Es tan difícil hacerlo tratándose de un predestinado de la amistad,  de un dechado de virtudes,  de  un corpus intelectual  de muchas aristas,  de un huarino pertinaz,  que acaba de abordar la nave sin   despedirse de su  patria,  de su Huari,  de sus amigos y  de su gente.
Cuando el baldazo aleve de agua helada  nos empapa el alma, nos estruja el corazón, nos inmoviliza en la reflexión  y los labios automáticamente lanzan  imprecaciones al  sino inentendible de la vida, y  los   por qué y por qué de los designios no entendibles  de un  Dios que dice amarnos y sin embargo nos arrebata súbitamente a  seres humanos valiosos  a los que  atesoramos. El inmenso Vallejo con su irreverencia y su profundidad oceánica escribió alguna vez:  “Hasta cuándo este valle de lágrimas, adonde yo nunca dije que me trajeran”. Y así nos deja Luís Alberto, sumidos en el dolor y con el alma y los ojos empapados de lágrimas, sin  ni entender, ni asimilar su súbita partida,  y dejando  valijas repletas de vivencias, de enseñanzas, de ejemplos, como el buen maestro, literato, amigo y cobarriano que fue. Y justamente   en su postrera  obra “De las  Valijas del Viajero” encontré este poema  que tiene rasgos de proclama, aires  de resignación dolorosa y algo de premonitorio:   "He recorrido tanto  y contento, pero aún,  no he llegado todavía. Estaré andando todavía, por esta vía, siguiendo mis propias huellas, buscando retomar el camino de mi destino; hasta que se acabe la vida mía. Ya no escribiré más, porque ya mis manos me tiemblan y no me hablan; pero seguiré  contándoles oralmente especialmente, a los niños  y a los jóvenes  de mi estancia"
 
No caben adioses cuando quién parte ha dejado hondas huellas, no hay espacio para el olvido para quien ha superado el trance de su muerte con la fuerza de su legado intelectual, familiar  amical y profesional. Seguiré y seguramente seguirán sorbiendo las generaciones presentes y futuras, principalmente de nuestro Huari, los versos de Marfil, su poemario  mejor logrado,  Marfil:  pura, blanca y dura luz  y razón  de su verbo. Ese milagro sublime    que reúne en un mismo culto , en una exaltación común y en fervor colectivo a todos los hombres capaces de sentir y amar , a los pequeños como a los grandes , a los pobres  como a los ricos, a humildes como a poderosos. Te debemos eso sí, mi siempre querido y respetado Luís Alberto,  un recital a la altura de tu nombre y tu legado, y lo haremos con tus amigos del “Grupo Paccha”, aunque tu ausencia física  nos  impida  saludarte con el afecto  y la admiración de siempre. Tus versos hablarán por ti  y cuando todavía  eso ocurra, sentiremos  la tranquilidad de la despedida.  Nos cuesta  asimilar este duro momento, lo digo por el “Grupo Paccha”, por Homero Zúñiga, Ricardo Huertas,  Edwin Zorrilla, cuyas llamadas  llenas de consternación abrieron el telón imaginario de  horas y minutos  de dolor  por tu partida. 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por sus sentidas palabras para mi adorado padre Luis Alberto Rondon Marquez

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  2. Esta pandemia no es tan ingrata, nos ha hecho volver al pasado a recordar a antiguos y a viejos amigos entre ellos a nuestros maestros, pero ohhh que tristeza, el ya no esta para estrechar su mano, ya no esta para agradecerle, ya no esta para rendirle el homenaje que se merece, mil disculpas maestro, mil disculpas a su esposa, a sus hijos, los ingratos somos nosotros. Hasta pronto LARM.

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