sábado, 24 de diciembre de 2011

Recuerdos de Navidad...

RECUERDOS DE NAVIDAD
Para Gino, mi hermano y amigo


Diciembre del 73, las casas de Huari aún no se recuperan del terremoto del 31 de mayo del 70, la mayoría arruinadas. En el Parque Vigil, las viejas casonas de rancio abolengo, deterioradas y heridas de muerte intentan mantenerse en pie, los aguateros en mansa procesión desfilan hacia y desde la “Paccha” en pos y trasladando el vital elemento, lindas campesinas pulcramente vestidas con su atuendo típico pasean en las acémilas sus minucias por las arterias perimétricas de la ciudad en colorido desfile. La TV es una esperanza remota, siendo el “Cine Parroquial” la única que anuncia la proyección de viejas y laureadas películas como las del Oeste con John Wayne de protagonista, por citar una. Las arreboladas mañanas anuncian días primaverales, el aire más condoliente y menos frío no hace mella como en el estío serrano (mayo, junio), sin embargo, en las tardes súbitamente el cielo se ennegrece y los frenéticos vientos en titánica lucha intentan infructuosamente barrer las nubes. Los rayos y truenos se multiplican intimidándonos, mamá pone la calma: Tranquilo hijitos, es San Miguel que en los cielos corretea al diablo…” nos invitá a jugar con nuestra inocente imaginación. Previa a la Navidad, los buses interprovinciales “Perú Andino” y “Cóndor de Chavín”, llegan repletos de robustas encomiendas con destinatario masivo, principalemnte rural. Los campesinos jubilosos, luego de retirarlas, retornan felices a sus querencias.

La antigua catedral, herida de muerte por el sismo, cual nave bombardeada o sobreviviente de alguna tormenta en alta mar se mantiene en pie y acoge diariamente a la feligresía huarina. Así, semidestruida trasunta solemnidad.  Los despojos de su elegancia y su energía, son suficientes para infundir respeto y reverencia. La “Virgen del Rosario” refulge hermosa en el altar mayor y las misas cotidianas, algunas tempraneras y otras nocturnas, celebradas por el Padre “Shanty” y Monseñor Dante” asistidos por las “Madres Dominicas” Isabel, Emilia, Rosa, por el sacristán Abdón Valle y los traviesos monaguillos, nos alimentan el espíritu. Otras confesiones casi ni existen. Me olvido citar a la inigualable Srta. Delina Salas, que con su voz y su melodío hace diferente la liturgia.

Llega la “Novena del Niño” y la catedral se refresca con la lozanía de los niños, las misas, cuya columna vertebral, máxime las canciones, las conozco de memoria, en especial una de ellas, cuyas letras dicen: “Mi alma glorifica al Señor mi Dios, Gózase mi espíritu en mi salvador. Él es mi alegría, es mi plenitud. El es todo para mí”. Hoy, a pocas horas de “Noche Buena”, lejos de mi añorado Huari resuenan en mi mente los consabidos villancicos andinos que los cantábamos a viva voz: "Está noche Jesús ha nacido suenan los cánticos de la…”

En las cenas familiares, previas a “Noche Buena” ensayamos las letras de los “Pastorcillos”. Mi padre con su quena nos acompaña, mi hermano Gino un tanto reacio, aunque con remilgos acompaña el improvisado y reducido coro familiar. A estas alturas del mes papá y mamá seguramente ya alistan el regalo Navideño para sus (entonces) cuatro vástagos: Gino el mayor, yo el segundo, Anderson (Rucu) el tercero y Miguel el Benjamín; estos dos últimos pequeños aún, no llegan ni a los 5, no tienen mucha conciencia del acontecimiento ni de sus ritos familiares. Sin embargo, nosotros estamos a la corriente esperando nuestro regalo que el omnipresente “Papa Noel”  en  su milenario trineo con sus veloces renos, nos lo traerá.

Llega el 24 de diciembre: Muy temprano, papá, (con su Radio Sony, ahora extinta) despierta escuchando su “Diario del Aire” en Radio Unión. Se escuchan las voces de los locutores, Carlos Alberto Sosa, Emerson Vela y Herbert Castro. El ajetreo de mamá, alistando el atuendo de los pastorcillos consume los segundos y minutos del día. Llega la tarde y con ella, el momento de alistarnos para la “Misa de Gallo” , para luego bien ataviados dirigirnos a la casa de “Mirito” Solís, el funcionario de la comparsa. Cerca de la 10 de la noche, los Pastorcillos, en multitud bulliciosa y festiva coronamos las arterias principales de la ciudad, el Parque Vigil y la Plaza de Armas,  para luego ingresar a la catedral y amenizar la Santa Misa conjuntamente con los “Angelitos”. Finalizada la misa llega la adoración, primero los "Angelitos" y luego nosotros. Concluye prácticamente en los albores del nuevo día.

Ya en casa, cansados por la faena nocturna, aupados, con abrazos y besos de papá y mamá, nos aprestamos a dormir, claro está, esperando despertar más tarde abrazados a nuestros juguetes. Gino, mi hermano mayor, a quien la palomillada le brota hasta por los poros, alienta el  insomnio con la vaga esperanza de pillar a “Papa Noel” y recibir personalmente nuestro regalo. Estamos despiertos algunos minutos. Afuera, tras la puerta, seguramente porfiando con el sueño, mis padres  esperan cumplir con la legendaria fantasía. Rendidos y abrumados por la fuerza seductora de nuestro sueño infantil, sucumbimos abrazados en los brazos de Morfeo, primero yo, minutos después mi hermano…no podía ser la excepción.

Despertamos muy temprano, el dulce trino del zorzal se filtra alegre por, el quicio de la puerta, a nuestros aídos. ¡Oh sorpresa! Enfrente, un cajón voluminoso envuelto con papel de cometa y ornada con una tarjeta nos deslumbra, suponemos que es nuestro regalo. Llenos de alegría, fascinados, llamamos a papá y mamá que simulando sorpresa e incredulidad acompañan nuestras emociones. Mi padre, con cuidado, nos ayuda a develar el singular presente. Con nuestros ojos más abiertos que nunca y el corazón palpitante de emoción seguimos el improvisado ritual. Hasta que aparece ante nuestros ojos ¡Un Camioncito de Madera¡ ¡grandazo! Sus acabados revelan arte y destreza, algo parecido al lerdo camión de don “Miguel Valle” Nos abrazamos a su silueta, el olor a sapolín todavía embriaga. Se nota que lo han confeccionado recientemente. Más tarde, después del desayuno, papá amarra un hilo (pabilo) que fungirá de timón y ante nuestra exigencia nos autoriza pasearlo fuera de casa . Ha llovido en la noche de manera que la calle empedrada lo maltrataría, entonces, decidimos ir al Parque Vigil y ahí lo estrenamos. Aquellas horas han quedado grabadas con tinta indeleble en nuestra memoria, rubricadas con el cariño inmenso de nuestros padres. Aquella vivencia y muchas otras, hicieron de nosotros, los hermanos mayores, inseparables cófrades, más que hermanos, amigos y cómplices de tantas travesuras que nuestros padres supieron festejar, renegar y perdonar. A él, el mayor de mis hermanos, que reside desde hace dos décadas en Turín - Italia, le expreso mi cariño inmenso y puro, mi agradecimiento por su corazón amoroso y su alma paternal de hermano mayor. Áquel que acompañó las albas horas de mi infancia y las soleadas de mi adolescencia, tan palomilla como aventurero, protagonista de mil anécdotas.

Finalmente, como la historia no puede quedar trunca, contarles el final de aquel camioncito: Satisfecho nuestras ansías primeras de desplazarlo orondo en el Parque Vigil y otras arterias de la ciudad en tantas noches lluviosas de vacaciones, comenzamos a utilizarlo como camión de transporte, colegirán ustedes a iniciativa de quien, al turno: primero comodamente sentado él, y yo empujando el camión. Estoico y curtido, nuestro lindo camioncito, resistió algunas semanas, se destartaló de a poco, sus últimos días lo pasó abandonado y arrinconado debajo del horno provisional de la casa, hasta que un día, mamá compadecida le dio el postrero adiós: Su madera ardía alegre en el horno…

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