sábado, 30 de abril de 2011

Recuerdos de infancia

¡Paseos de mayo¡
(Purhuay, eterno destino) 

Rurichinchay foto publicada en HUARILINDO de Yony Márquez Dominguez
“Arriba en los andes, sonríen los glaciales, los deshielos se ramifican y el agua con su albo perpetuo viaja con soberbia pureza, oteando a su paso los ichos que danzan y bailan al son de las ateridas notas del la brisa otoñal y del arrullo infantil de los arruelos. Viaja desde los picachos, cantando y susurrando a los zorros, cóndores y halcones, jugando con los ichos que danzan y cantan de alegría al roce sutil del viento que les mima y acaricia,  en perpetuo cortejo.

Río Marañón límite natural de Ancash y Huánuco
En su largo periplo, con memoria y libreto frondosos, baja bramando y cantando, son los genes del Puchca, del Marañón, del Amazonas. ¡Tán hermoso como el beso de la lluvia que acaricia los prados y cementeras después de una larga sequía! Agradable y melodiosa como la cadencia del verso que se asesta a la amada. Llegará al valle, cantará junto a las aldeas, se congregará en multitud inconmensurable, en apacible remanso,  en una laguna. Como aquella que vive bajo las cumbres sempiternas de nuestra querencia. Aquélla  que de pequeños oíamos referir a nuestros padres y abuelos con admiración, temor e inquietud. Los relatos fantásticos despertaban en nosotros una natural  curiosidad y admiración, construyendo en nuestras mentes un escenario ignoto, sin embargo, cercano y accesible llamado Purhuay. De manera que, para los alumnos,   la exigencia natural a nuestros maestros,  frente a sus propuesta  recreativas, como son en verdad los paseos en el mágico mundo andino, aparecía ella, mansa y unánime,  amén de sus riscos circundantes, sus aguas cristalinas, su fauna y flora silvestres y su fama de dama embrujadora. Sin conocerla aún, dibujábase misteriosa y exótica en las parcelas oníricas de nuestras feraces horas estudiantiles.

Mayo, suele ser por antonomasia, el mes de los paseos en todos los centros escolares del pueblo. En dulce coincidencia se cosechan los maizales se preparan las pachamancas, se alejan las lluvias y asoma el sol. Los animales por la abundancia de provisiones se tornan saludables y apetecibles.

Hermosa Laguna de Purhuay orgullo de los huarinos
En cuanto a Purhuay se refiere, existen innumerables mitos y msiterios, como aquélla de la bella María Jiray, deidad que mora en sus profundidades  en un palacio dorado  y en las noches de luna, emerge  a sus riveras blanquecinas  a contemplar , mientras juega con su hilado,   la hermosura de la laguna que cual inmenso espejo plateado y brillante retrata el celaje, las cumbres aledañas que la custodian y a las insomnes estrellas que intentan dormir en sus profundidades, arrulladas por el silbido del viento y los cantos lastimeros de las criaturas noctámbulas.

El día previo al paseo, la madres, con mucha diligencia, preparan los fiambres: Desgranan y muelen  las  todavía frescas mazorcas de maíz en  los curtidos "batánes", para luego  preparar los ricos “Shatus”, “Humitas” y “Aguashincas”. La taréa  continúa en los  “Jacapucllus”. Hincados y revolcándose en la oscuridad de la guarida de los cuyes, atrapan al más gordo y macho de los ejemplares, los desollan con facilidad  y  aderezan de la mejor manera, para finalmente freírlos en las cazuelas de barro.

Los niños de la sierra y el ande, tántas veces fuimos testigos y protagonistas  privilegiados  de  estos eventos. Mientras nuestras madres preparaban los fiambres las observábamos con silenciosa inquietud, viajando ya con nuestros pensamientos por las hermosos riscos y quebradas que mañana muy temprano, nos darán la mano y colmarán de infinitas respuestas a nuestras inquietudes.

Las fascinantes historias que escuchamos en torno a tán hermosa laguna, nos suscitaban una creciente obsesión por llegar ya  a ella. Petrificados, con nuestros ojos viajando en las alas inquietas de nuestra imaginación,  pensando en los momentos gratos que nos esperan.

Humitas y cancha, infaltables en un paseo
Los minutos corren y las madres, incansables,  siguen con la  faena de preparar el fiambre. Cuando la tarde va cayendo, los  más íntimos nos reuniamos en casa de algún amigo de la "mancha",  para "acotar". Ese término -acotar- resume el valor supremo de la fraternidad, es el sedimento de la solidaridad que distingue a los huarinos. Todos estamos entusiasmados y tras ser recibidos por el ocasional anfitrión, en agradable conversa, sentados en el patio,  dábamos rienda suelta a nuestras alegrías. Sin duda, una imagen del candor, un poema a la inocencia y la fraternidad, cuyos versos recita el tiempo arriba en los  andes, transformando las sosegadas tardes en templos de paz, en cuyos altares refulgen los niños junto a sus sueños y esperanzas.

Ya el día del paseo, muy temprano, la "mancha" de pequeños compañeros nos despertaban con los consabidos silbidos, para en breves minutos como soldados rasos frente a la llamada de un superior, aparecer mochila al hombro, bien abrigados con nuestros ponchitos, acompañados de nuestros padres.

La madrugada se alborota con las agitadas correrías de los niños que calientan el frío amanecer del pueblo. Algunos de los padres de familia han fletado acémilas para transportar los fiambres, la "cuesta" para llegar a la laguna siempre se torna pesada.

Después de las indicaciones y recomendaciones de rigor de nuestros padres y tutores  partiamos jubilosos rumbo a la laguna, cantando bonitas canciones. De a pocas , levantando polvaredas , nos alejábamos del pueblo y sus estrechas calles. El rumor de la caminata despierta el calmo sueño de los pueblerinos.

Camino Laguna de Purhuay
Los caminos estrechos adornados en sus riveras por árboles y arbustos, pencas y zarzas, que sirven de linderos de las chacras y huertos, despiertan nuestra curiosidad. Por la penumbra del alba parecen gigantes fantasmas moviendo sus brazos con la fresca brisa del amanecer. En el cielo aún titilan las estrechas, en el oriente una de ellas, el “Cuchi Pishtag” refulge soberbia como la estrella de Belén. Ya llegará el alba "y llorará la noche la muerte de sus sombras".

El primer tramo del camino es llano y por lo tanto fácil para el caminante, concluye en un hermoso y pintoresco paraje llamado “Obraje” bañado por dos ríos: Shashal, de aguas frías, que nace arriba en los gélidos glaciales y Purhuay, de aguas menos frías que nace en la laguna del mismo nombre . En este lugar los comuneros se dedican a la orfebrería y administran una piscigranja que el Obispo mandó construir en otrora . De este hermoso paraje el camino hacia la laguna se torna más pesado y difícil, por lo accidentado. El trayecto no es largo, mas por lo empinada de la cuesta, resulta difícil de transitarlo, más para los pequeños y benjamines que avanzábamos sudorosos por el calor del sol que con sus hermosos rayos abraza ya el valle.

Pequeño descaso
Al llegar a la primera parada que los caminantes le llaman “Jamana” o lugar donde se descansa, los niños tomábamos aliento. Desde allí, hacia el lado derecho, por el norte, se avista el camino recorrido, es realmente una línea vertical, todavía a algunos de los relegados se les observa lejos, penando contra el empinado camino y el sol abrasador. Hacía el oriente, se observa oscuro y sombrío el cerro circundante a la laguna, preñado de eucaliptos. Ahí, los rayos del sol llegan relativamente tarde por las gigantescas moles que la circundan. La parte derecha contigua al camino, es un precipicio que crece de altura a medida que se acerca el objetivo. Debajo del mismo , se observa el pintoresco valle del río “Purhuay”. Allí se encuentran dispersos la mayoría de las viviendas de los comuneros de “Obraje”. Unas, techadas con tejas rojizas, otras con calamina que reverberan a lo lejos y las más pintorescas cubiertas con paja de icho, que abunda arriba en los riscos circundantes. En medio de aquel paraje se encuentra “La piscigranja” que a lo lejos muestra su perfil bien logrado en armonía  con una laguna artificial, y en medio de ella,  una pequeña isla.

Impresionante vista de Purhuay
Ya en sus inmediaciones, la laguna muestra su amistoso encanto: Alegres pajaritos que ante el bullicio de los niños alzan raudo vuelo; limpios y húmedos oconales que parecen mesas de billar; árboles, arbustos y plantas nativas de agradable aroma; corralones separados entre si por murallas de piedra de color cenizo que datan de la época preincaica. Toda esa gama de generosa policromía que sólo la naturaleza puede regalar al hombre, suscita tantas emociones en el grupo de alumnos. La hermosa y legendaria “Purhuay” es la cereza del bucólico pastel que extasía, hechiza y deslumbra. En sus contornos habita la libertad. Nuestras miradas llenas de jubilo y contento viajaron hasta sus confines en rauda carrera, recorriendo toda su galana silueta. Nunca presenciamos algo parecido, en  adelante, la visitaremos mil veces.

El día transcurre apacible, El plan de paseo se cumple casi en su totalidad: Conocimos in situ la diversidad de la flora lacustre, acariciamos cada planta, exhalamos sus aromas, cogimos con sutileza sus hojas, extendimos nuestras manos para estrecharlas con los brazos amigos de los arbustos y árboles, nos solazamos en sus sabanas, nos retratamos la cara en sus dóciles aguas y cuando no lo esperábamos nos  encontramos con una flor hermosísima, aquella que nos habían descrito y referido nuestros padres y maestros: “La Flor de Waganku” enseña del pueblo, égida de su identidad. La orquídea que refulge en las ateridas punas a quien cantaron los bardos dulcísimos versos estaba frente a nosotros extasiándonos con su hermosura, transportándonos a las plácidas noches cuando nuestros padres nos contaban la leyenda de la “Flor de waganku”, haciendo hincapié, que en el corazón de esta insigne orquídea, aparece nítida y tersa la imagen de la “Virgen del Rosario”. No nos atrevimos a tocarla ni siquiera para constatar tal afirmación, pues para nosotros la mítica y glamorosa flor poseía ribetes de divinidad. Por esos atributos, los huarinos la han erigido a los altares intangibles de su gloriosa y milenaria historia.

Ya en la tarde, después del almuerzo, con nuestras mochilas casi vacías, sentados en una de las colosales piedras de granito que descansa en la orilla, en silenciosa elucubración, fijábamos nuestros ojos en la beldad hecha laguna. El vaivén de sus olas acariciaba nuestros pies desnudos, como diciéndonos ¡Gracias por visitarme¡ Era el lenguaje de la bella anfitriona que retoza en las alturas, de cuyas orillas emerge María Jiray en las noches de plenilunio con su hilado y embrujo.

El cielo serrano, impredecible y veleidoso, en pocos minutos amenaza con regar el ande, todos corren al refugio construido en la parte alta, encima de la rivera, que más que refugio es un atalaya diseñado para cuidar y vigilar la laguna de las amenazas de extraños, que muchas veces han provocado incendios poniendo en peligro su variada flora y fauna y de los pescadores furtivos, que a hurtadillas, han hecho de las suyas con su precaria fauna lacustre.

Cómodamente instalados,  junto a nuestro Maestro, en el refugio que funge de mirador, observamos cómo la variopinta y prodiga naturaleza cambiaba su atuendo en un espectáculo matizado con luces y fanfarrias. La lluvia, el rayo y los truenos remecen las alturas ofrendándonos a los visitantes un panorama que jamás habíamos visto. Y nosotros, en recompensa aprovechamos el momento para, con alegría, lanzar nuestras dulces voces en la puna bravía, ¡Una serenata a la naturaleza¡

"Cuando en la puna empieza a llover
Muere una estrella y nace un dolor
Cuando me vaya del totoral
Has de sufrir me has de extrañar

Hay charanguito quiero sentir
gritos de quenas para olvidar
Zampoñas tristes y mitigar
Todo el dolor de mi corazón"

Nuestras voces, acompañadas con la dulce melodía de la quena, se han deslizado por todos los rincones de la laguna, y sus ecos, rebotando en las gigantescas montañas, se han perdido en la inmensidad del ande  alegrando a las criaturas que moran en su seno. La serenata se ha prolongado por muchos minutos en una sucesión de huaynos, yaravíes y valses serranos.

Cuando la lluvia se aleja, el cielo se arrebola, los riscos sonríen y la tarde languidece lentamente. Se asoma el crepúsculo y con él, el retorno a casa,  donde nuestros padres y hermanos nos esperan ansiosos…

En adelante, en nuestra larga existencia,  volveremos muchísimas veces a fundirnos en el crisol de la enigmática laguna . Nuestra niñez y mocedad se pintarán  con el color torcaza de sus aguas  y con   los fántásticos colores  del ande..."

5 comentarios:

  1. Cuando en la puna empieza a llover
    Muere una estrella y nace un dolor
    Cuando me vaya del totoral
    Has de sufrir me has de extrañar

    Hola amigo... de quien es esa cancion? rato que llevo buscandola
    Saludos

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    1. https://www.youtube.com/watch?v=4KUF5t-JQJQ&lc=z13zu5fouzypwf3dm22kdd4btq2lixc4r04

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    2. https://youtu.be/4KUF5t-JQJQ

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    3. https://youtu.be/4KUF5t-JQJQ

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