sábado, 23 de enero de 2010

Epístola a una amada ausente

Carta a Huari

En Lima,
Te escribo desde mi balcón precario,
cuyo parque enterró sus árboles floridos,
los nidos chillones y sus rezos de amor.
Esta soledad de nicho,
que perdió el último beso de la tarde,
me persigue.
Empero, en el clavo de recuerdos
pende como una rica empanada de noche buena,
mi maleta viajera aún embutida,
de Huacón y sus tardes de cometa,
de las noches de pasacalle
por Tramposo Nani y Panteón Punku.
Cual vieja achupalla
que arrancó de raíz el viento
te fuiste de mí,
lágrima inacabable.
¿Me oyes?
Sobre mi almohada de fantasías
yace tibio tu rostro
de waganku y papa cashqui.
Como un amador furtivo
en esta patria adolorida
que llora en nosotros,
me esconderé en cada encomienda
en cada allichumi y sus octubres,
de los buhos en su graznido,
en cada trocha encalaminada,
en cada pachamanca
y su sabor a ombligo de virgen
y volveré en las galgas
que ruedan en los picachos
o, en la insomne mirada del manso Llamog
para llenarme de tí,
amada ausente...

Autor: Alcides Alvarado Huertas


Antigua "Catedral de Huari"

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