Se marchaba el abril florido y lozano , se iba alborotado por avecillas que volaban a los umbríos bosques en busca de refugio, mientras el cielo descubría sus rutilantes estrellas una tras otra y la luna, alistaba su reestreno cotidiano, entre bambalinas, tras los andes, untando de plata su agraciada silueta.
Se despedía el último día de abril. Entonces, reunidos en el Parque Vigil en noche despejada y sosegada, girando en su acogedor perímetro, en habitual cita de amigos, cita de deseos, de confidencias e infidencias, como suele suceder en la adolescencia y juventud.
Ya los fiambres están listos y nuestro ocasional destino definido: Reparín, laguna cercana a nuestra linda ciudad, de aguas tibias, variada flora con una gama de arbustos y árboles aromados y yerbas silvestres, panorama único que suscita un encantamiento especial en los visitantes. Las tareas previas se han cumplido con esmero, audacia y puntualidad.
Dije que las tareas se han cumplido con audacia, porque arriba en los andes, es costumbre festejada e hilarantemente evocada, aunque pecaminosa, el preparar el fiambre a costa de los cuyes, gallos o gallinas del vecindario o de algún descuidado (a) poblador de las campiñas aledañas al pueblo, dígase “Sheque”, “Cushin” “Huanga” “Virá” “Ulia”, etc. Las técnicas imaginativas en la "caza", si así se pueden llamar a ese oculto ejercicio, sin embargo, santificado por la tradición, son variadas: El emborrachar a las indefensas aves de corral con granos de maíz remojados en alcohol o atragántalos con un collar de granos de maíz y someterlos mansamente. Otros, los más osados hacían su tarea en las lóbregas noches sin importarles que sus “víctimas” sean sus propios padres o sus más cercanos parientes, amigos o vecinos. Así era.
Dije que las tareas se han cumplido con audacia, porque arriba en los andes, es costumbre festejada e hilarantemente evocada, aunque pecaminosa, el preparar el fiambre a costa de los cuyes, gallos o gallinas del vecindario o de algún descuidado (a) poblador de las campiñas aledañas al pueblo, dígase “Sheque”, “Cushin” “Huanga” “Virá” “Ulia”, etc. Las técnicas imaginativas en la "caza", si así se pueden llamar a ese oculto ejercicio, sin embargo, santificado por la tradición, son variadas: El emborrachar a las indefensas aves de corral con granos de maíz remojados en alcohol o atragántalos con un collar de granos de maíz y someterlos mansamente. Otros, los más osados hacían su tarea en las lóbregas noches sin importarles que sus “víctimas” sean sus propios padres o sus más cercanos parientes, amigos o vecinos. Así era.
Aquella noche lejana del 30 de abril, que hoy recuerdo con nostalgia afincado lejos del espacio vital inolvidable de mi juventud, se velaban los restos mortales de un legendario parroquiano sanjuanino. Ahí nos enrumbamos, llegando a su velatorio Sito. en el cruce de las calles Guzmán Barrón y Libertad. Llegamos rápídamente, yacía el cadáver arropado de sus parientes, amigos y vecinos que oraban y cantaban lúgubres melodías. Nos servimos el típico ponche de maní, aceptamos algún cigarrillo "Inti" que lo fumamos muy discretamente a hurtadillas y algunas hojas de coca para disipar el sueño. Como es costumbre en los velorios, comenzó el desfile ameno de relatos, chanzas y ocurrencias contados en quechua. Al acercarse las 12 de la noche, hora de la oración del “Poderoso” conmovedora letanía que invoca la presencia del alma del finadito en su postrero paseo terrenal, nos retiramos para dirigirnos luego hacia “Horno Jircán”, en los barrios bajos, acompañando a uno de los nuestros. En el trayecto, se nos ocurrió cantar un huayno que los mozuelos de “Pukutay” habían compuesto en honor y gloria del finadito, cuyas letras decían: “Tío Jazmín, tío Jazmín, candidato al cementerio, "rogo machete” será, el que sigue tu camino, En el cielo no se paga, San Pedro es quien regala…” No habíamos terminado de cantar la primera estrofa, cuando repentinamente, cual misiles teledirigidos volaban hacia nosotros pesados terrones desde una casa deshabitada y ruinosa. Evento inexplicable hoy, pero, que en aquellos años lo asumíamos convencidos que se trataba del alma de don Jazmín en su ultimo peregrinaje terrenal. Asustados nos retiramos, eran las doce de la noche, el alumbrado público llegaba hasta esas horas, ya en la lobreguez de la noche pudimos apreciar enfrente, bajo las faldas de “llamoj jirka”, una obstinada llamarada. -Es un entierro, dijo uno de los nuestros, agregando que tesoros de incalculable valor emergen cual llamarada en esta fecha. Muchos deafortunados trocaron su suerte hallándolos…
El paseo, discurrió ameno y tranquilo, desde la partida hasta el retorno, nos tocó un día de neblina blanca como dicen las letras de un viejo huayno “Neblina blanca del mes de mayo tu eres quien roba las esperanzas de mi corazón atribulado” Evoco con cariño aquellos parajes hermosos de “Ulia” de “Sancullo, “Colcas” , “Cayas” que a estas horas de la mañana, seguramente, bullen de caminantes que se enrumban hacia ese hermoso destino.
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