miércoles, 6 de abril de 2011

Para reflexionar

ENTRE EL REALISMO Y LA UTOPÍA

Sobre la utopía se ha especulado mucho desde los griegos hasta el pensamiento moderno. Ante ella el ser humano suele adoptar dos actitudes: Hay quienes piensan que la utopía es sinónimo de inalcanzable; o sea que el verdadero progreso siempre será un sueño imposible para el hombre. Basan su pesimismo en la historia humana y su larguísima lista de sueños irredentos y de “revoluciones” fracasadas. Se habla, por ejemplo de las dos grandes utopías que, en los siglos pasados generaron sendos planteamientos revolucionarios.

La primera fue la utopía de la libertad, nacida al calor de la revolución francesa. El siglo XIX giró en torno a ese sueño: Si se alcanzaba la libertad, tal como la entendía la ilustración se lograría la felicidad -afirmaban sus doctores. Los hechos demostraron pronto que una libertad mal entendida genera más y peores sufrimientos. Por eso algunos teóricos de finales del siglo XIX y principios del XX plantearon que la libertad no resolvía el problema de la actividad humana sino que debía plantearse la utopía de la justicia. Fueron los tiempos de la revolución marxista. Y el resultado está a la vista: Hemos sido testigos de la caída del muro de Berlín y del telón de acero y hemos visto cómo se derrumbaban todos los sistemas construidos sobre el sueño comunista; hoy sabemos que tampoco la justicia, tal como se planteó entonces ha llevado a los seres humanos a algo mejor: No se ha conseguido plantar el cielo en la tierra, como anunciaba el marxismo, sino que ha sembrado, muchas veces, la sociedad de nuevos infiernos.

Fracasos tan estruendosos como éstos han generado aquella actitud decepcionada y fatalista ante el progreso human. Sin embargo, hay quienes , tercamente y mal que les pese a quienes desde la postmodernidad nos anuncian nuevos fracasos , siguen pensando que aunque la utopía sea inalcanzable en su absoluto, si es posible acercarse a ella. Este parece ser hoy el auténtico planteamiento revolucionario: Sí es posible aproximarnos poco a poco a nuestros sueños utópicos. Como escribe Eduardo Galeano:

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos , ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces ¿Para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”

Ahora bien, si los siglos XIX y XX fueron los de las grandes utopías sociales, este mítico siglo XXI se avizora como el siglo de la educación y de la cultura en su sentido primigenio que no es mero conocimiento sino sobre todo vida . Esta parece ser la gran utopía en marcha.

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