viernes, 24 de julio de 2009

NUESTRAS SERENATAS

El tiempo sigiloso conserva en sus raídos armarios entre polvo y risas más de un recuerdo que al traerlos al presente, convertidos en anécdotas nos alegran, encantan, y espantan años , lustros, décadas que, abrumados de porfiadas polillas ansían pulverizar lo andado. Y es entonces que las imágenes cobran vida , claro lo que ayer aconteciera por el lugar que ocupa en el tiempo y el espacio no deja de ser imposible de colegir con el tiempo presente, porque desde entonces a la fecha, demás está decir, ha corriido mucha agua bajo el puente, sin embargo, por qué no contarlo? Cómo olvidar aquellas SERENATAS incertas de un repertorio selecto e idílico que, encandiló a nuestra generación en hermosas noches y parcas madrugadas; cómo olvidar el disfrute indescriptible del sobrio, taciturno y apacible paisaje nocturnal huarino con su límpido cielo, celaje que embeleza con su insomne luna, el tiritar de las estrellas y el raudo e inopinado meterorito del buen angurio.

El escenario era en verdad embrujador, y los actores cofradía de románticcos soñadores que al pie de taciturnos balcones estropeaban el silencio de las serenas noches con huaynos, valses, pasillos, boleros y pasacalles; todos ellos matizados con glosas aprendidas de lo más selecto de la poesía romántica, recordado compendio del exquisito parnaso que marcó nuestra época juvenil llamado: "Hablemos de amor" de José Godard . Allí están: las almás soñadoras de Pablo Neruda, José Angel Buesa, Federico Barreto, Amado Nervo, Julio Sesto., etc
Aquellas serenatas bullangueras con ráfagas poéticas, eran capaces de sacar de sus madrigueras o madrigal hasta a las beatas que a diario se golpean el pecho pensando que así tocan las puertas del cielo.
Y como para confirmar nuestra imperfectibilidad les comparto esta anécdota fruto de un desliz acaecido en la ya lejana noche estival huarina de finales de los 80 en instancias de una alegre serenata en una estrecha calle "Yanacanchina": Después del usual ensayo en la casa de Javier Solís Barrón "Rachy" nos dorigimos en alegre tropel rumbo a nuestro idílico destino, abajo del aposento de la hermosa huarina de cabellos rizados y cara angelical. que robó nuestro cariño -cuyo nombre compuesto no revelaré por obvias razones- Prestos y entrenados con los instrumentos bien afinados y la gutural afiatada con el mate de coca y sendas copas de anisado Beltrán Apostados debajo del balcón de la linda "Yanacanchina"; por un error involuntario e imperdonable, a resultas de la ingesta un tanto exagerada del febril licor confundimos la elección del tema, pues luego de la magistral entrada de Alfredo Valencia y su inseparable guitarra salieron a viva voz estos versos impertinentes para la ocasión: "Linda milagrina qué tienes, por qué no me miran tus ojos..." La respuesta indignada de la destinataria no se dejó esperar: Una tibia lluvia dorada cargada de sal y úrea se precipitó sobre nuestra alegre tropa interrumpiendo el pegajoso huaynito y castigando así el tremendo extravío, que como ustedes entenderán, ofendió a la dulcinea "Bartolomina" que por su belleza, gracejo y donaire fue el motivo de nuestra serenata. Quisimos resarcir el exabrupto, pero fue demasiado tarde, la guitarra mojada y por ende afónica y el desabrido aroma del liquido de marras. arruinaron nuestra devota y noble intención. El tema elegido para ella debió sonar: así : "Desde Tucuhuaganga te estaré viendo, todo lo que haces linda..." !clamoroso error!
Y entre hurras del recuerdo, sonrisas que se empañan con las lágrimas del alma, sólo quedan como obleas los recuerdos para contarlos con la pluma indeleble del cariño sobre páginas doradas, que así fueron nuestras SERENATAS en nuestra linda tierra.

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