Cuando yo aún era niño, al llegar los octubres, mis
ojos se entretenían observando el
retorno jubiloso de, principalmente, sanjuaninos que dejando en
lontananza las plegarias nostálgicas de la lejanía retornaban, con sus maletas henchidas
de amor, a su terruño. Pléyade de
sanjuaninos inmortales como Don Cosme Sandoval,
mi Tía Victoria Trujillo, mi
tío Víctor Márquez Osorio. Llegaban, en alegre tropel, los Córdova Soto, los Pardavé, los Salas, los Valencia, los Agüero, y, con ellos, llegaban también don Luís Alberto Rondón Márquez junto a la muchedumbre, resumen de la diáspora esperanzadora del pueblo y del Barrio, volvían en caravanas del retorno a disfrutar de la magna fiesta patronal.Todos ellos sanjuaninos y moradores de la muy tradicional "calle capón" de mil historias.
Hay archivos privilegiados de la niñez que, cual apriscos, apretados en la memoria, resultan imposibles ni de desprenderse ni de olvidar. Ni la retina, ni la memoria, ni el tiempo suelen doblegarse ante aquellas vivencias. Hoy, en horas de mañana al escuchar la noticia de la partida inesperada de Don Luis Alberto Rondón Márquez, mi mente activó aquellos felices momentos de mi infancia y ubiqué la imagen de este sanjuanino ilustre que solía retornar a su pueblo todos los octubres para hincarse a los pies de la Virgen del Rosario. En adelante, con el tiempo, se convirtió, para este cóndor entristecido, en uno de sus íconos por sus dotes de orador y declamador notables y fui premiado con su amistad, con su aprecio, cosa mayor tratándose de una persona decente, proba e intachable, como pocos.
Hay archivos privilegiados de la niñez que, cual apriscos, apretados en la memoria, resultan imposibles ni de desprenderse ni de olvidar. Ni la retina, ni la memoria, ni el tiempo suelen doblegarse ante aquellas vivencias. Hoy, en horas de mañana al escuchar la noticia de la partida inesperada de Don Luis Alberto Rondón Márquez, mi mente activó aquellos felices momentos de mi infancia y ubiqué la imagen de este sanjuanino ilustre que solía retornar a su pueblo todos los octubres para hincarse a los pies de la Virgen del Rosario. En adelante, con el tiempo, se convirtió, para este cóndor entristecido, en uno de sus íconos por sus dotes de orador y declamador notables y fui premiado con su amistad, con su aprecio, cosa mayor tratándose de una persona decente, proba e intachable, como pocos.
Se me hace
imposible hacer un recuento de su obra, vasta y prolífica por cierto, no tengo
el aliento para desmenuzarla. Hoy, llegando a casa, sólo tuve tiempo de contemplar sus obras, muchas de ellas que me las entregó con sus propias
manos y con afectuosas autógrafas y dedicatorias que al leerlas no pude
evitar alguna lágrima. No tengo ni el l aliento, ni la capacidad
necesarios para delinear un panegírico. Es tan difícil
hacerlo tratándose de un predestinado de la amistad, de un dechado de virtudes, de un
corpus intelectual de muchas aristas, de un huarino pertinaz, que acaba de abordar la nave sin despedirse de su patria,
de su Huari, de sus amigos y de su gente.
Cuando el
baldazo aleve de agua helada nos empapa
el alma, nos estruja el corazón, nos inmoviliza en la reflexión y los labios automáticamente lanzan imprecaciones al sino inentendible de la vida, y los por qué y por qué de los designios no
entendibles de un Dios que dice amarnos y sin embargo nos
arrebata súbitamente a seres humanos
valiosos a los que atesoramos. El inmenso Vallejo con su
irreverencia y su profundidad oceánica escribió alguna vez: “Hasta cuándo este valle de lágrimas, adonde
yo nunca dije que me trajeran”. Y así nos deja Luís Alberto, sumidos en el
dolor y con el alma y los ojos empapados de lágrimas, sin ni entender, ni asimilar su súbita partida, y dejando valijas repletas de vivencias, de enseñanzas,
de ejemplos, como el buen maestro, literato, amigo y cobarriano que fue. Y justamente
en
su postrera obra “De las Valijas del Viajero” encontré este poema que tiene rasgos de proclama, aires de resignación dolorosa y algo de
premonitorio: "He recorrido tanto y contento, pero aún, no he llegado todavía. Estaré andando todavía, por esta vía, siguiendo mis propias huellas, buscando retomar el camino de mi destino; hasta que se acabe la vida mía. Ya no escribiré más, porque ya mis manos me tiemblan y no me hablan; pero seguiré contándoles oralmente especialmente, a los niños
y a los jóvenes de mi estancia"
No caben adioses cuando quién parte ha dejado hondas huellas, no hay espacio para el olvido para quien ha superado el trance de su muerte con la fuerza de su legado intelectual, familiar amical y profesional. Seguiré y seguramente seguirán sorbiendo las generaciones presentes y futuras, principalmente de nuestro Huari, los versos de Marfil, su poemario mejor logrado, Marfil: pura, blanca y dura luz y razón de su verbo. Ese milagro sublime que reúne en un mismo culto , en una exaltación común y en fervor colectivo a todos los hombres capaces de sentir y amar , a los pequeños como a los grandes , a los pobres como a los ricos, a humildes como a poderosos. Te debemos eso sí, mi siempre querido y respetado Luís Alberto, un recital a la altura de tu nombre y tu legado, y lo haremos con tus amigos del “Grupo Paccha”, aunque tu ausencia física nos impida saludarte con el afecto y la admiración de siempre. Tus versos hablarán por ti y cuando todavía eso ocurra, sentiremos la tranquilidad de la despedida. Nos cuesta asimilar este duro momento, lo digo por el “Grupo Paccha”, por Homero Zúñiga, Ricardo Huertas, Edwin Zorrilla, cuyas llamadas llenas de consternación abrieron el telón imaginario de horas y minutos de dolor por tu partida.
No caben adioses cuando quién parte ha dejado hondas huellas, no hay espacio para el olvido para quien ha superado el trance de su muerte con la fuerza de su legado intelectual, familiar amical y profesional. Seguiré y seguramente seguirán sorbiendo las generaciones presentes y futuras, principalmente de nuestro Huari, los versos de Marfil, su poemario mejor logrado, Marfil: pura, blanca y dura luz y razón de su verbo. Ese milagro sublime que reúne en un mismo culto , en una exaltación común y en fervor colectivo a todos los hombres capaces de sentir y amar , a los pequeños como a los grandes , a los pobres como a los ricos, a humildes como a poderosos. Te debemos eso sí, mi siempre querido y respetado Luís Alberto, un recital a la altura de tu nombre y tu legado, y lo haremos con tus amigos del “Grupo Paccha”, aunque tu ausencia física nos impida saludarte con el afecto y la admiración de siempre. Tus versos hablarán por ti y cuando todavía eso ocurra, sentiremos la tranquilidad de la despedida. Nos cuesta asimilar este duro momento, lo digo por el “Grupo Paccha”, por Homero Zúñiga, Ricardo Huertas, Edwin Zorrilla, cuyas llamadas llenas de consternación abrieron el telón imaginario de horas y minutos de dolor por tu partida.
Muchas gracias por sus sentidas palabras para mi adorado padre Luis Alberto Rondon Marquez
ResponderEliminarEsta pandemia no es tan ingrata, nos ha hecho volver al pasado a recordar a antiguos y a viejos amigos entre ellos a nuestros maestros, pero ohhh que tristeza, el ya no esta para estrechar su mano, ya no esta para agradecerle, ya no esta para rendirle el homenaje que se merece, mil disculpas maestro, mil disculpas a su esposa, a sus hijos, los ingratos somos nosotros. Hasta pronto LARM.
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