"Tía Anita", radiante de alegría |
Esté
cóndor, ora alegre, ora nostálgico y
ora emocionado como está hoy, no puede sustraerse de
saludar a la familiaridad y engrandecerla,
más todavía si se trata de los míos, cercanos en el
afecto desde mis lejanos años
de adolescencia, cuando con mis
alas de púber alborotado bajaba, desde mi Pukutay inolvidable, a los barrios bajos de mi ciudad en busca de
mi aún quinceañera Dulcinea. Tiempos
aquellos en verdad, cuando mi pueblo, ahora lejano, nos arropaba con su tranquilidad de aldea celestial
y divina en donde fuimos inmensamente felices.
La ciudad, a
través del tiempo, por obra y gracia del ingenio innato de sus pobladores, de
los moradores, fue independizando y distinguiendo
sus espacios geográficos de acuerdo a
sus características topográficas y urbanísticas peculiares,
dotándoles de una nombradía definitiva
y seguramente eterna. Allá, en
los predios bajos de la ciudad, cuyo espacio es dominado por dos de los
cuatro barrios tradicionales de Huari:
El Carmen y el Milagro, a los que se les
llama en conjunto “Ura Barrio”, en el límite de estos dos barrios , casi
exactamente en la parte central en plena
cuesta o declive por donde se prolonga estrecha el Jr. Ancash que atraviesa de Este a Oeste la ciudad, está ubicada “La Zanja”, tradicional espacio donde otrora moraron familias emblemáticas de la ciudad de cuyas ramificaciones emergieron en el tiempo ciudadanos honorables e intelectuales de
trascendencia entre los que se cuentan
la Dra. Hilda Vidal, el poeta Silvio Huertas, Hugo Huertas y Abilio Jara, etc. Un barrio de troncos genealógicos frondosos donde destacan Los Jara, Los Vidal, los Huertas.
El sábado
último, 28 de julio, día de la patria, coincidió también con la celebración de los 90
años de la “Tía Anita”, hija de dos de los moradores antiguos y linajudos de aquel
lugar: Don Pedro Jara y doña Carmen Blas,
ésta última, dama noble y aguerrida de carácter bravío e indomable dueña de una gran prole que ha dejado en la memoria de los suyos y del vecindario un sinnúmero de recuerdos entrañables e imperecederos que de cuando en cuando en familia las evocamos y disfrutamos. Justamente la “Tía
Anita” ha heredado esos rasgos de su
progenitora con el añadido de su
generosidad y sentido del humor
contagiante. Este cóndor agradecido, rinde pues homenaje a la flamante
nonagenaria, y lo hace con la misma
fuerza del cariño y afecto recibidos, tanto de ella como de sus hijos: Elenita, mi
compadre Fernando, Martha y de su nieta Katherine, brillante profesional de la medicina y a mucha honra mi querida ahijada.
La fiesta
ofrecida por sus hijos y nieta, con todos los detalles que la pulcritud, la
sobriedad y elegancia aconsejan, se
desarrolló en el distrito limeño de
Jesús María. La liturgia de la palabra por la salud de la homenajeada
oficiada por el padre Percy Robles Vega y animada por un notable coro polifónico que interpretó melodías del cancionero sacro
de nuestra lejana querencia. Posteriormente, en la parte social, alegre y llena de
jolgorio familiar, se brindó por
el natalicio de nuestra querida tía, respetada y apreciada tanto por los suyos y cuanto por la colectividad huarina. Este acontecimiento unió en un solo abrazo y en un solo corazón a todas las vertientes de los Jara Blas que en todo momento volcaron sus afectos para hacer de este día no solo un acontecimiento familiar memorable, sino uno de los días más felices de la cumpleañera.
Mi cariño y homenaje reiterado para la “Tía Anita” que entre hurras del largo tiempo transcurrido y que a Dios gracias no han minado ni su vitalidad, ni su gran sentido del humor; con sus facultades elementales incólumes y arropada
del cariño de su familia extensa y unida, ha ingresado al exclusivo “Club de los Nonagenarios de
Nuestro Huari” que, para bendición y contento nuestros, ya suman
varios integrantes, entre ellos
alguno que ya superó la valla del siglo y otros que están muy cerca de
superarla . Eso nos alegra, nos motiva, nos
ilusiona y a la vez constituye un indicador de la calidad de vida, de lo sano
de nuestro hábitat, de las buenas costumbres
alimenticias que las generaciones presentes hemos alterado y, sin que todavía
existiera ni nociones de educación socioemocional en teoría, ya en la
realidad las generaciones pasadas lo asumían en la vida misma, con resultados individuales, donde
niños y jóvenes creo que eran más felices, y el resultado colectivo permitió
construir un mundo más justo, pacífico,
productivo y sostenible. Lecciones de vida realmente.
Concluyo
esta nota con mis recuerdos a cuestas de
vivencias en “La Zanja” junto a mi
esposa y mi hijo, barrio al que aprendí a querer y , en esta hora, me incita a la nostalgia y a la gratitud. Comparto, para el efecto, una suculenta anécdota que
tiene harto que ver con mi cariño al barrio de mi esposa: En una oportunidad, ya afincado en la ciudad
de Lima, en una de las tantas reuniones
de amigos y paisanos, en un rapto satírico
furibundo, ante una cordial y atenta
pregunta de don Jesús Arias Silva sobre la procedencia de mi esposa, le respondí
con la misma atención y además con solemnidad: Mi esposa es del barrio "Anglosajón" de nuestro Huari, de los barrios bajos, linda milagrina como bien
versa una canción huarina, del árbol genealógico
de la Sra. Carmen Blas, provocando en mi ocasional interlocutor una carcajada estentórea. Sin proponérmelo, por su paronimia y homofonía, logré posicionar este nombre, que en realidad pertenecía a los pueblos germánicos que invadieron Gran Bretaña en los siglos V y VI, en los círculos familiares y amicales cercanos, claro está con respeto y gratitud a aquel espacio de nuestra tierra perdurable en mi memoria y que todos los huarinos conocemos como la "Zanja" .
Con sus hijas Elena y Martha, y su yerno Fernando |
Con su adorada nieta Katherine |
Con el cóndor y esposa |
Familiares acompañando a la "Tía Anita" |
No hay comentarios:
Publicar un comentario