"Bailar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar; usted ama, sufre y siente ¡Usted baila!"
Isadora Duncan
En
alguna oportunidad, mi recordada abuela paterna, Pilar Osorio Mory,
contóle a mi padre que antaño, la palla, se bailaba únicamente en la ciudad y que con el correr del tiempo migró alegre y bulliciosa a las comunidades
aledañas, añadiendo que la ejecutaban hermosas damas de abolengo. En la
actualidad, nuestra emblemática comparsa, ha sido rescatada, recuperando
así su carácter citadino. Además, ha evolucionado favorablemente gracias
al concurso generoso de gentiles damas huarinas residentes en las
ciudades de Huaraz y Lima.
Hablando
de mí recordada abuela Pilar, permítanme compartir con ustedes
una anécdota que, a mi padre, refirióle en aquella entrañable conversa:
“Fui seleccionada para bailar la
Palla en un ya lejano octubre, le dijo, acepté sin la
convicción necesaria, sin embargo, un sueño revelador me advirtió
que bailara sí o sí; Aparecí en la orilla de una inmensa laguna –actual
Parque Vigil- pantanosa y lóbrega, adornada, en el centro, por un pequeño y
sombrío islote. De pronto, se me acercó una bellísima mujer que
me instó a ganar el islote de un solo tranco. Era una misión imposible y
peligrosa. Desperté horrorizada y de
inmediato deduje que era una advertencia de nuestra "Mama
Huarina" frente a mi actitud desdeñosa y dubitativa. Muy temprano, con las
primeras luces del día, me dirigí en busca de la funcionaria y le hice saber mi
aceptación definitiva”
Hay muchos testimonios parecidos que
sintonizan con lo que las entendidas y entendidos dicen: “La virgen elige a sus
pallitas”. De manera que mi hermosa abuela lo bailó y me imagino cómo. Su porte
y belleza eran dignos de una Colla. Mi recuerdo cariñoso a ella, tronco
añoso, presencia imborrable del frondoso árbol familiar, bajo cuya sombra
amorosa muchas veces nos guarecimos.
Pero
este modesto servidor, casual e inopinado Gatillinya, pretende además, a través
de este breve artículo, ensayar una definición, un concepto del "ser Gatillinya", apelo, para el
efecto, a mi experiencia un tanto lejana, cuando niño inquieto, perseguía a los Huaridanzas y Saraos en aquellos octubres
esperados; y a mi experiencia nada añosa del ejercicio pleno de este vano, sin embargo
entretenido oficio. Nunca había advertido con atención la hermosura y el garbo de las
lindas collas de Ampas, pecado imperdonable para alguien que, como yo, trabajó
cinco largos años en la morada de estas flores silvestres que
dislocan caderas en Iglesia Punku a los pies de "Mama Huarina", así como
hermosamente las define Alcides Alvarado Huertas en su poema “Ampash Palla”.
La
metamorfosis ha sido lenta, sin embargo segura. Cuando mi prima Iris Bar
Espinoza, entonces capitana de las Pallas, extendió la invitación a mi
esposa Margot para acompañarla, aceleró mi apego creciente: Los ensayos, las
letras, la música embriagadora y nostálgica, la elegancia, el estilo
afinado que le imprimió mi prima Julia Príncipe Trujillo, afinando el estilo y personalidad de nuestra ahora fulgurante comparsa, consolidaron mi
metamorfosis. Hoy, puedo proclamar que
soy un Gatillinya que se agita y estremece ante la irrupción de las
melodías indefinibles y embriagadoras del violín, el arpa y el
saxo, que me suscitan sentimientos de añoranza, mezcla de alegría y tristeza.
Cada melodía, cada requiebro sinuoso, me
transporta a mi Huari, a mi Pukutay, a
sus noches de allichumi y jarana en las
capillas; y las voces, con sus bemoles inalcanzables como las
avellanas y bombardas de las noches festivas de
octubre, me encierran en esa misma burbuja
que cuando niño solía ingresar para levitar al llegar la fiesta, ajeno al mundo
circundante. ¡Cosa más linda! que nos dejó nuestra infancia a quienes tuvimos la inmensa
fortuna de vivir en ese espacio vital, empapados de sueños y de aromas
insondables y de estrellas infinitas con rocío…
Por tanto entonces, como decía el
maestro Félix Asencios Pantoja, diré que el Gatillinya es aquel niño, joven o
adulto que persigue con entusiasmo, admiración y obstinación a los
Huaridanzas, Pallas y Saraos, haciendo suyos sus cánticos y ofrendas
coreográficas. Es aquél que persigue a esos interpósitos personajes, díagase pallas, huaridanzas o saraos,
que llenos de colorido, garbo, elegancia y gallardía, rinden pleitesía, también en nombre de él, a nuestra “Mama Huarina”
Huari, octubre de 2012