La “Calle Capón”, si bien no es el "Jirón de la Unión", ni
el Palais Concert, ni es
Abraham Valdelomar. Sin embargo, la “Calle Capón” es San Juan, es “Pukutay”
y es, principalmente, “La esquina del movimiento”. Ahí donde se guarecieran muchedumbres velando sus sueños, sus amores precarios y fugaces; y recitando y cantando versos a la vida, al amor y fraternidad en puntuales y enésimas citas arropadas por
arrebolados crepúsculos y plenilunios.
La
“Calle Capón”, breve y comprimida en el tablero entrañable llamado
Huari que nos viera nacer, vivir y crecer, de solares pensativos, de balcones taciturnos y
orgullosos, es el reservorio de
mil historias que se escribieran a la
sombra del frondoso ramaje del tiempo.
Callecita que marca la sucesión indetenible del torrente sanguíneo
sanjuanino que convertido en gigantesco árbol genealógico, de donde penden apellidos de abolengo huarino,
no se
resigna a capitular con los
nuevos tiempos de migraciones y diásporas sobrecogedoras, más bien, preserva su esencia y se erige como un inexpugnable guardián del huarinismo.
Si
por ahí, cosa improbable, se encontrara alguna cámara oculta instalada, en el alero de alguno de sus bellos solares, por un prosélito del
osado “Milciades” personaje de
“Cien Años de Soledad, para registrar el
agitado tránsito de las multitudes, no dudo que ahí estaríamos todos, pasando gallardos con nuestros
uniformes de colegial rumbo a nuestro glorioso colegio “Manuel González Prada” . Así tambien, llenos de júbilo y jolgorio, en un ir y venir frenéticos en las tardes de lidia y de buen futbol.
Y
en la “Esquina del movimiento”, confluencia fraternal donde se abrazan alegres
los jirones Libertad y Eleazar Guzmán o
Calle Capón, vernos reunidos en
nuestra mocedad florida, aunque ésta sea en nuestro nostálgico recuerdo que se
resiste a envejecer, con nuestros
devaneos de adolescente, con nuestras
tertulias jacarandosas e infinitamente fraternas,
y con los que se fueron y con los que
aún quedan.
Asimismo,
acudir presurosos tras los versos
floridos de Luis Alberto Rondón Marquez,
tras
“Alucha” y sus balones de fútbol, tras una plática amena con don
Coqui Salas y saludar reverentes a don Elías Pardavé nuestro señor
de la fotografía. Fundirnos en abrazos
interminables con aquel ramillete de lejanas
primaveras como la tía “Filu”
Sandoval, doña Elsa Guzmán, doña
Estelita Soto, tía Graciela Espinoza, doña Irene Trujillo y la tía “Maca”
Hidalgo. Y en
algún octubre lejano ver
pasear distendidos a don Cosme Sandoval y a tía Victoria Trujillo. Con
todos ellos armar jarana en comparsa multicolor como en carnavales, sin
que falte nadie, convocando a rebato con
silbidos estentóreos a los “Shaquirita”,
los Shiwi Sotelo, los Humberto Lora.
Y
nosotros, los otrora mozuelos, colarnos
a escondidas en la cita
imaginaria con nuestra historia barrial
en el lugar indicado y perfecto: ¡La
“Calle Capón¡ Típica y amical arteria. Viviente proscenio de nuestros más preciados
recuerdos.
Abelardo
Malqui Hidalgo
Lima,
05 – 11 – 2020
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