LA ROSADA GLORIOSA - OCTUBRE DE 1983 |
La vida a pesar de su esencia “breve” y "fugaz",
suele ser también generosa,
hermosa y jubilosamente trascendente, y lo es
más cuando su tránsito no es una línea rectilínea, ni melodía monocorde, más al contrario es
un camino ondulado y orillado de
exuberantes parajes vivenciales y de cantos y de versos inacabables. Y hoy celebro la vida, a pesar que la muerte
me respira en los poros y pretende hacerme llorar y proferir diatribas contra el sino trágico que muchas veces la envuelve.
Y no voy a llorar a pesar que la noticia
de la partida de Franklin Mori, mi compañero
de muchas batallas deportivas, casi todas defendiendo la divisa incambiable de nuestro viejo San Juan, horadó mi mente y
mi corazón en esta tarde sabatina, lejos
del epicentro del dolor sanjuanino por
la pérdida de uno de los suyos, de uno de los nuestros.
Rindo homenaje a la vida,
persisto, aunque mi obstinación resulte enojosa y poco entendible. Y lo
hago porque la felicidad se pinta también de coraje, de compañerismo, de
sudores, de arengas, de festejos, de goles
y de glorias irrepetibles y únicas, como cuando junto a
Franklin Mori, nuestro trejo capitán, ganamos, y con harto merecimiento, el primer campeonato distrital de futbol "Copa Perú" en el lejano 1982. Aquél año memorable se sentó una de las bases más sólidas de la historia futbolera de
nuestro amado “Pukutay” y lo hicimos, en gran medida, bajo el auspicio de su
veteranía y liderazgo. Un equipo conformado, en su mayoría, por bisoños y atrevidos adolescentes que no llegaban a los 17 años, coronamos uno de los sueños que todo púber
abriga , levantar una copa importante a tan corta edad y teniendo al frente, en los equipos rivales, una pléyade de futbolistas cuya jerarquía hizo
aún más meritoria aquella hazaña considerada de las más importantes de nuestra mocedad, futbolísticamente
hablando.
Por todo aquello celebro la vida y le doy las gracias en
nombre de quien fuera el capitán de nuestro equipo y lo hago ahora inclinado a la bella inspiración de Violeta Parra, cuando dice “Gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado la marcha de mis pies cansados; con
ellos anduve ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, y la
casa tuya, tu calle y tu patio” . Gracias Franklin, amigo, cobarriano y colega en los años de docencia en el Pedagógico
de Huari, gracias por haber infundido bravura,
garra y temperamento en aquella
generación de bisoños deportistas y en su momento ser el adalid incuestionable de nuestra gloriosa rosada, dirigida por el Maestro Humberto Lora Pardavé y presidida por mi querida tía Alicia Veramendi de Avendaño.
En esta noche sabatina de crespones negros que rasgan el alma de la gloriosa divisa rosada, comparto
con ustedes mis amables lectores, la mayor razón de mi homenaje y agradecimiento
a Franklin Mori, es una razón personal, mía y poderosamente importante. Corrían
los primeros meses del año de 1986 y el fútbol bullía en los predios
huarinos, equipos importantes animaban disputados campeonatos tanto a nivel
distrital y cuanto a nivel provincial. “Los
amigos del Puchca”, “Atlético Minero”, Alianza Carmen Milagro”, “San Bartolomé”, “Caritas Huari” y nuestra “Gloriosa
rosada”, entre otros, convirtieron la década ochentera en una de las más
competitivas y vibrantes. Aquel año, la
Micro Región, se sumó a la competencia y para el efecto trajo jugadores de las
ligas costeras y se propuso desmantelar
a los equipos de la ciudad, entre otros a San Juan. A dos de los nuestros nos
ofertaron jugar, ofreciendo por nuestra carta pase una suma importante, y
además, en mi caso, me ofrecieron ponerme en planilla y pagarme el sueldo de un
empleado. La oferta, en verdad, me
hizo trastabillar y si no fuera por la intervención
terca de Franklin que negose a cualquier transacción pese a mi aceptación, y posteriormente a la invocación de mi papá, el cordón umbilical con mi San
Juan, materia de mi orgullo eterno, se
hubiera roto y desangrado de felonía y, hoy por hoy, sentiría vergüenza de contarlo.
Y justamente, el partido inaugural de aquel campeonato lo
jugamos con el poderoso equipo de la “Micro región” que nos había arrebatado al mejor de nuestros “zagueros”, sin
embargo reforzados en aquel campeonato, por Juan Vidal, Carlos Huerta “Millqui”
y Alfredo Vergara le infringimos una abultada goleada de 4 a 0. Al final del mismo se me acercó Franklin y me dijo:
Doto, si te ibas te cagabas, me abrazó paternalmente y yo le agradecí casi llorando. El tiempo pasó y años después tuve la inmensa fortuna de tomarle la posta como capitán del más glorioso de los equipos huarinos.
Ve con tranquilidad mi querido Franklin, baluarte de mi
Pukutay querido, amigo de mis amigos,
hermano de mis hermanos en el deporte, camarada entrañable de “Los Vaporinos”,
maestro de maestros. Ve tranquilo estimado “Cutu Kunca”, porque
no has muerto, como decía la gran
Isabel Allende: “La muerte no existe, la gente
sólo muere cuando la olvidan”. La
muerte no nos roba los seres amados, al contrario, nos los guarda y nos los
inmortaliza en el recuerdo, La vida sí que nos los roba muchas veces y
definitivamente.
A su esposa, hijos, nietos, hermanos y demás familiares les extiendo mi más sentida condolencia. AMÉN.
A su esposa, hijos, nietos, hermanos y demás familiares les extiendo mi más sentida condolencia. AMÉN.
CAMPEON DE LA LIGA DISTRITAL - COPA PERÚ 1982 |
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