(Foto cortesía de Oliveros Salas Reyes) |
Lima, 10 de mayo de 2018
Sr. Percy Humberto Hidalgo Aguilar
Querido primo:
He recibido la noticia de
tu partida, en plena sesión clase, en la voz
entrecortada de mi hermano Gino, quien fuera tu cómplice, junto a "Pachín",
en un sinnúmero de anécdotas de los años
maravillosos de nuestra adolescencia. La suspendí momentáneamente y compartí la noticia con mis alumnos que al notar en el acto mi
rostro acongojado, preguntáronme preocupados por la repentina llamada que suponían, y con razón, se trataba de alguna infausta noticia. En
ese preciso momento se me activaron los mejores recuerdos y al tiempo de informarles de tu partida inopinada e intempestiva les conté las anécdotas donde fuiste tú el protagonista.
Les dije que tu cociente intelectual fue mayor que el promedio de la clase y les
detallé algunas rasgos de tu personalidad y
conté las vivencias que atesoro de nuestros años de colegio. Recordé, por
ejemplo, la noche del quinceañero de
nuestra compañera Betty García, cuando cursábamos el tercer año de media,
invitados todos los del salón, sin embargo nosotros
esperando la última hora y sin las posibilidades del comprar un regalo
decoroso. Recordé que, aquella noche, al encontramos en una de las esquinas del parque vigil , a
breves horas del acontecimiento social y sin posibilidades de comprar algún regalo que nos abra las puertas de la esperada fiesta, me dijiste
cuando ya me encontraba al borde del desánimo: Doto, no te preocupes,
vamos a mi casa ya tengo en mi mente el
regalo. Y fue así que nos dirigimos a tu linda y solariega casa ubicada entre
Yanacancha y el Callao, y al llegar, con un
“espérame un ratito” ingresaste raudo a uno de los cuartos pequeños del
primer piso y en un par de minutos apareciste con un jabón Jumbo de marca
“Bolívar” en tus manos. Intuyendo tu
intención te miré a los ojos como pidiéndote una explicación, la que
respondiste de la misma forma asintiendo con tus ojos traviesos a mi tácita interrogante y reímos dichosos y
los hálitos de nuestras carcajadas se elevaron puros hacia el cielo despejado de aquella noche
huarina de nuestras mocedades. A continuación
partimos el jabón de marras ayudados de una regla de 30cm y un cuchillo filudo que sustrajiste de tu cocina,
lo fraccionamos a la perfección y seguimos el ritual del alistamiento.
Recordé tus
apuros y porfiada búsqueda, finalmente infructuosa, del papel de regalo, no teníamos ni un cristo en el bolsillo y al borde ya de tirar la toalla te sugerí
dirigirnos al único destino capaz de solucionarnos el problema: La librería Avendaño, ahí está nuestra tía Aquila Hidalgo, te dije, quién más
que ella caray - ¿Y si
no está? Me respondiste, añadiendo algo desanimado: El tío Wenceslao no creo que atraque fiarnos. – Vamos, te dije,
y nos dirigimos rogando
encontrarla en la librería. Tuvimos suerte, ahí estaba,en la puerta, como
siempre, divisando y saludando a cuanto
cliente y transeúnte pasaba. Nos acercamos con sigilo, le hicimos
una señal sin que advirtieran los demás de nuestra presencia; e invitados por esa confianza maternal que nos
infundió siempre la entrañable tía, soltamos el gallo: Tía, necesitamos papel de
regalo urgente, hoy es el cumpleaños de
nuestra amiga Betty, la hija de don
“Sogu pato” (Alejandro García) le especificamos. No habíamos terminado de hablar y la inolvidable
tía con esa ternura, cariño y
generosidad de siempre nos trajo dos pliegos de papel, con los que envolvimos nuestros afanosos y “especiales presentes” – Raz
aywayay ari, tardinacha,
tempranulla shayamunquiman caran so
cholucuna (vayan rápido, ya es tarde,
por qué no vinieron más temprano so cholitos) nos dijo,
mientras sus ojos de cielo y su sonrisa inconfundible alumbraban la noche más que una
estrella.
Fuimos casi los
últimos en llegar a la fiesta y por lo tanto los últimos en depositar en la canastilla
especial nuestros presentes que por mutuo
acuerdo no tenían escritos los nombres de los oferentes. La hazaña de aquella noche ochentera se coronó
cuando uno de los dos hizo de
Chambelán de la linda quinceañera, que seguramente,
algún día, al leer esta epístola descubrirá
a los autores de semejante “travesura”
Les conté también a mis alumnos,
que tu padre Humberto Hidalgo, el eterno “Macamberto”,
fue en sus años de gloria en nuestro pueblo lejano, algo así como el gran “Toto Terry” o “Tito
Drago”, extraordinario futbolista, y en la actualidad es una leyenda viva y
símbolo de una generación brillante de
futbolistas. También les referí que tu
madre Antonieta Aguilar fue una de las
mujeres más hermosas del pueblo, tan así
que la bautizaron con el proverbial
“Shumaj” palabra quechua que significa “bella”.
Así te recordé mi querido primo en la mañana del lunes, con alegría y
también con ráfagas de nostalgia y tristeza por tu viaje sin aviso y sin retorno.
Estos dos días, he vuelto la mirada con más obstinación a nuestros años de colegial y te
he acompañado con la mente y el corazón
en el ritual postrero de tus
honras fúnebres; hoy, precisamente en que partes al infinito, con tu
maleta abultada de vivencias, muchas felices y otras tristes, y dentro de ellas las ocurridas en nuestros fabulosos
años de colegial. Me he acercado
y hurgando en mi memoria aún condoliente las experiencias que tienen el membrete de inolvidables como
aquella del año 79 , cuando cursábamos el segundo
año. Recuerdas seguramente. Cómo no vas
a recordar cuando junto a Gino, mi hermano y tu hermano en el cariño
imperecedero e indestructible, solían
estropear nuestros solemnes
ensayos de teatro, los que con esmero y
afán, con porfía y pasión de adolescentes alistábamos para el aniversario de
nuestro inolvidable “Manuel González
Prada”. Aquella pieza teatral intitulada
“La Prisión” de Gustavo Valcárcel que
contenía escenas duras de la experiencia
carcelaria del autor, con agobios y penurias estremecedoras, se veían reiteradamente interrumpidas y arruinadas por ustedes dos
en complicidad hilarante de sus
impertinentes y cantinflescos gestos y
siempre mirándose a los ojos repitiendo súbitamente
: “BO BOM - BO BOM”. Tuvimos que
interrumpir “n” veces las escenas importantes entre barrotes, celdas, castigos y
lamentos. Todo lo avanzado se venía abajo por vuestra culpa,
ante nuestro reclamo airoso y sus falsas promesas de no volver a hacerlo (…)
Recordado primo, nuestros amigos
de promoción, los que ingresamos al
colegio en 1978, te han recordado con cariño, y tu partida ha despertado sentimientos inmensos de pesar, y ha avivado recuerdos de aquellos años cumbre
de nuestra adolescencia. Tu performance académica, tus palomilladas y tu precoz affaire con una de las chica más lindas del salón; los hemos evocado, y hemos reído al recordar que fuiste el
privilegiado entre una veintena de
aspirantes al corazón de tan linda damisela, entre los que se contaban algunos
“pituquitos” de los grados superiores.
El haberte “chapado” a la chica más codiciada del aula, lo asumíamos tambien
como un triunfo nuestro (…) . Incontables
vivencias guardadas que dormían
el sueño de los justos han despertado cual
lenitivos, en estas horas aciagas para aplacar el dolor de tu partida. Nuestras tempraneras escapaditas con la “mancha de amigos de la
sección “A” en busca de diversiones prohibidas, explorando los senderos que la
pubertad con sus ojos vivísimos y
su eclosión hormonal desbordante nos
señalaba. Tantas anécdotas, mi querido primo, que bastarían para coronar un libro.
Me olvidaba citar tu gusto por el fútbol, el deporte
emblema de nuestro salón y que pese a tus limitaciones físicas supiste ganarte,
y con harto merecimiento, un puesto
en nuestra oncena imbatible
con la que ganamos sendos campeonatos. Te veía trajinar tras el balón con la
“conchudez” de los grandes, sudando la gota gorda, gritando y “jodiendo” a la tropa entrañable donde destacaban Alfredo Martel, Miguel Salas, Ñico García, Hugo Mendoza, Chumpi Huerta,
Martín Salas, Róger Carrasco, Pio
Doroteo, César Zelaya, Adrián Acuña, entre otros y en la tribuna nuestras lindas
colegas, hoy por hoy hermanas en el afecto imperecedero de la
verdadera amistad: Yeni y
Julia Trujillo, Elsa Salas , Edith y
Betty Molina, Carmen Añaños, Norma Bazán,
Irene Mori, Betty García, Maritza
Palhua, Belinda Vidal, Noemí Acuña y Maura Flores ¡Todos en alegre tropel con nuestros polos morados, teñidos con anilina comprada de la tienda de don Pedro Aguirre, viviendo
aquella época dorada con las emociones elevadas hasta el pináculo del manso Llamoj.
Te pido disculpas,
eso sí, en nombre de todos, el haberte olvidado ¡Omisión imperdonable carajo! y
no haberte convocado cuando debíamos hacerlo a nuestro reencuentros de
promoción. Sé que nos dispensarás y desde el cielo , morada de Dios en el que
creemos, leerás estas líneas y de seguro
te arrancarán alguna sonrisa y tal vez nostalgias como las que me embargan en
este momento en que concluyo mi sentida
epístola de amigo, de primo , de colega,
de paisano y de hermano.
Me despido con la convicción que
estas líneas impregnadas de inmenso cariño
llegarán a los confines del universo, ahí donde imagino
está el aposento de Dios que
cobija a las almas buenas como la tuya que transitaron por los caminos, muchos de ellos difíciles y laberintosos, de este mundo muchas veces hermoso y deslumbrante, sin embargo también oscuro y duro. Quién mejor que tú para confirmar esta aseveración,
quién mejor que tú que tuviste la dicha y la gloria de tener a tus padres y hermanos arropándote siempre con
compromiso y amor inagotables y luchando
indesmayables contra la acometida alevosa de las sombras que asolaron tu
existencia y hoy nos privan de tu
presencia
Con el
cariño de siempre y con el dolor a cuestas, tu primo, colega y amigo:
DOTO MALQUI
No hay comentarios:
Publicar un comentario