El
pasado sábado 04 de noviembre, se celebraron los cincuenta años de ordenación episcopal de Mons. Dante
Frasnelly Tarter, actual obispo emérito
de la Prelatura Nullius de Huari,
acontecimiento importante para la
feligresía católica conchucana en general, y huarina en particular. En este acto de carácter religioso y social, se
dieron cita personalidades importantes
de Huari, y dos de ellos de los más
importantes de mediados del S.XX: Dante Frasnelly Tarter y Wenceslao
Avendaño Morales, nuestro segundo Obispo Prelado y nuestro Primer Burgomaestre democráticamente elegido,
respectivamente.
Seguí las incidencias del evento por las ventanas de “Huarilindo” y me sentí complacido
al ver el abrazo cariñoso de estos dos
nonagenarios con tanta historia e
impronta. Con ambos me unen lazos de mutua simpatía y respeto desde los albores de mi
existencia y conozco la trascendencia de sus obras y legados en el Huari
de la segunda mitad del S.XX. El
primero, liderando la misión pastoral de
nuestra iglesia y el segundo, como parte importante de la cultura y política huarinas. Ambos, seres humanos
de una cultura admirable y de
talante visionario. En la suma de los acontecimientos más relevantes de la historia de nuestro pueblo, durante el periodo indicado, aparecen sus “rúbricas” como artífices y testigos de lo que se proyectó y de lo que se hizo en
lo material y espiritual.
Dos caminos y dos formas diferentes de ver la vida, sin embargo, unidos por un ideal irrenunciable: “SERVIR A HUARI”. El cristianismo, por una parte, y el socialismo, por otra. Ambos credos que enarbolan banderas del humanismo y que justamente concilian en la médula de la civilización, como es la búsqueda de justicia social y persiguen la redención de la humanidad, la cual gozará de la salvación si se acoge a los principios básicos de sus doctrinas, como única forma de comprender la naturaleza humana en su esencia. No todos seguramente, como es natural, coincidan con este símil que tiene una carga ideológica y doctrinaria, no obstante, lo que queda meridianamente claro, para la posteridad, es que ambos personajes de nuestro pueblo, con más luces que sombras y con su natural condición de seres humanos falibles e imperfectos, son dos de los más preclaros huarinos, por adopción y convicción, que adornan nuestra reciente historia.
Dos caminos y dos formas diferentes de ver la vida, sin embargo, unidos por un ideal irrenunciable: “SERVIR A HUARI”. El cristianismo, por una parte, y el socialismo, por otra. Ambos credos que enarbolan banderas del humanismo y que justamente concilian en la médula de la civilización, como es la búsqueda de justicia social y persiguen la redención de la humanidad, la cual gozará de la salvación si se acoge a los principios básicos de sus doctrinas, como única forma de comprender la naturaleza humana en su esencia. No todos seguramente, como es natural, coincidan con este símil que tiene una carga ideológica y doctrinaria, no obstante, lo que queda meridianamente claro, para la posteridad, es que ambos personajes de nuestro pueblo, con más luces que sombras y con su natural condición de seres humanos falibles e imperfectos, son dos de los más preclaros huarinos, por adopción y convicción, que adornan nuestra reciente historia.
El abrazo entre Monseñor Dante
y Don Wenceslao bien puede aparecer como un monumento a la Tolerancia y que me
remonta a una vieja lectura sobre el
particular: En Sevilla, se alzó un
Monumento a la Tolerancia que lleva la
firma de Eduardo Chillida y que
fuera inaugurado en 1992 y constituye un homenaje a la convivencia entre cristianos,
judíos y musulmanes, que tan rico legado dejaran en tantas ciudades de la Madre Patria. En un pequeño muro de
piedra, de aquel monumento, se encuentran buriladas las palabras que el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, víctima del Holocausto,
pronunció en la inauguración del monumento:
“Deteneos, hombres y mujeres que pasáis. Deteneos y escuchad.
Escuchad la voz de Sevilla, voz herida y melodiosa, la de su memoria, que es
también la vuestra, es judía y cristiana, musulmana y laica, joven y antigua.
La humanidad entera en sus sobresaltos de luz y sombras, se recoge en esa voz
para extraer del pasado fundamentos de esperanza. Aquí como en otros sitios, se
amaba y se odiaba por razones oscuras y sin razón alguna.. Aquí como en otros sitios, la tolerancia se
impone, y lo sabéis bien vosotros, hombres y mujeres que escucháis esta
voz de Sevilla. Sabéis bien que, cara al destino que os es común, nada os
separa (...)
Me rindo reverente ante este abrazo, me inclino con
respeto ante estos dos colosos, me siento henchido de orgullo por haber
compartido con ellos preciadas horas de mi infancia y juventud, con el obispo Dante, como su monaguillo
y activo participante en los grupos parroquiales y juveniles, y con Don
Wenceslao, horas y horas de charlas de
café preñadas de cultura, política y deporte. En ambos admiré y admiro su inteligencia y su
conocimiento de nuestra realidad
político social. Recuerdo, como anécdota, cuando laboraba en la escuela de Ampas, luego del shock brutal de Fujimori,
bajamos todos los maestros a solicitarle al Obispo su apoyo urgente a la comunidad campesina. Su
respuesta amplia y aleccionadora concluyó con una sentencia que fue el epitafio
de aquel cordial encuentro: “Vuelvan cuando las trojas de los comuneros estén
vacías, acaba de concluir la época de cosecha y aún tienen con qué sobrevivir”
y fue así, los meses siguientes cuando sucedió aquello que monseñor Dante nos
indicará, llegaron tiempos difíciles, donde las fauces de la crisis económica mostraron sus afilados colmillos.
Para
concluir esta nota improvisada, pero sentida y emocionada, inspirada en el abrazo emocionado y aleccionador, cuya fotografía preside esta nota,
expresarles a ambos las gracias por sus posturas ante su Grey y ante su pueblo.
Ambos, desde el púlpito y desde el sillón municipal respectivamente, irradiaron luces de fe y esperanza para nuestro amado pueblo. En adelante, seguramente, les
espera frondosos y mejores párrafos y
libros que ornen las bibliotecas de los
huarinos y ancashinos y peruanos, sin
embargo he cumplido con uno de los valores mayores:
LA GRATITUD.
He dicho
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