I Parte:
“Pallitas: Margaritas blancas de octubre”
Parafraseando al Maestro Silvio Huertas Asencios, comenzaré escribiendo: "Para que usted bien sepa lo que es tradición, vaya por los Barrios de mi gran ciudad, hoy con tu permiso Mamita huarina, para las lindas Pallitas quiero escribir". Escribir sobre
las cosas bellas de la vida, sobre las que suscitan emociones, sobre aquellas que se eslabonan con nuestros
ojos y te invitan a una mirada tierna y
te roban sonrisas fácilmente,
resulta gratificante y sencillo. En el particular caso de las “Tiernas pallas de Huari”, hermosas púberes,
que cual mariposas de primavera se han
animado a pasear por los alegres senderos de los últimos octubres
festivos del terruño amado, con la dulzura de sus sonrisas espontáneas, con sus impredecibles
movimientos, ora ariscos, ora delicados,
derrochando ternura y perfumando las calles con aromas de primavera; elevando sus voces al cielo, buscando alcanzar la mansión
ignota donde mora la Madre de Dios,
tocando sus puertas en alegre serenata “Ya llegamos a tus puertas preguntando por tu nombre, Shumaj wayta
callaptiqui, maytsallaipis ashillamu”.
Tuve la suerte
de apreciarlas y también deleitarme sobremanera con su canto y encanto de hierbas
silvestres, prístinas como las alturas de nuestras punas bravías, alambicadas de
inocencia y ternura. Fue con ocasión del banquete ofrecido por mi
sobrino Luís Espinoza García, hijo de mi comadre Amelia Espinoza, Alférez del Día Central en el
presente año, en el histórico salón de actos de la hoy remodelada legendaria "Prevuchi" (Ex-Prevocacional" Me pregunté en un momento, si aquellos instantes de goce
y emoción, acaso se debían a mi alma de
maestro de campo y de pueblo? Porque recordé,
gracias a ellas, a mis alumnas y alumnos de la "Prevuchi",
cuya presencia en el tiempo y espacio de
mi existencia resulta gravitante e inolvidable. ¡Así se baila en Huari carajo!
Proclamé con orgullo en mi fuero interno.
Divisé el recinto del salón de actos de mi escuela “Virgen de Fátima” (Ex
Pre vocacional) ahí donde estudié mi educación primaria y fui maestro por 10
años. Miles de recuerdos iluminaron mi
mente y saludé agradecido al cielo la
feliz decisión de poner el nombre del Maestro Glicerio Trujillo Agüero al
recinto histórico de la vieja escuela. Un hombre que tiene el blasón indiscutible de "Patriarca del teatro huarino", quien nos acompañara, además , en las últimas avanzadas culturales en donde el arte escénico fue el protagonista.
Es costumbre
que las comparsas de octubre saluden también a los funcionarios, en forma especial a los del día central, y
fue así que llegaron en tierna algarabía, capitaneadas por Deysi Asencios Pajuelo,
para quedarse por largo tiempo para alegría de los presentes.
Jacarandosas y bien acompañadas por las dulces melodías de una orquesta
alegre que lanzaba al viento sus bemoles
que estremecen el alma y, a veces, hacen
llorar de alegría. Ingresaron al histórico recinto con sus movimientos que brillaban de ternura e inocencia. Al verlas, tu memoria se aviva,
pues pocas cosas en la vida te suscitan ternura y emoción:: las blancas
gladiolas, de fines de octubre, que comienzan a florecer, los tiernos
venadillos, robustos y esbeltos de patas largas y delgadas, que comienzan a
pacer en los silenciosos escarpados de “Llumpa” y “Garachupampa”, como
moviéndose al compás de las brisas matutinales y, en los crepúsculos, asomarse a
las orillas de los ríos en un escenario preñado de vida y belleza. Así me emocionaron estas "Margaritas blancas de octubre", Pallitas de Huari, de mi tierra amada a quién debo tanto y amo tanto también.
Bailé y me
divertí aquella tarde con mi “Llullu
Pallita”, complacido mi corazón de curtido
Gatillinya, levantando el pañuelo, deleitándome con la contagiante música, con las voces dulcificadas y ese estilo único que ha
impreso este grupo de bellas púberes, cantera esperanzadora de una de nuestras
comparsas más atractivas en la hora presente. Mi saludo a la capitana Deysi
Asencios Pajuelo, a sus queridos padres: Raúl Asencios Aguirre y Gliceria Pajuelo Márquez y al alegre grupo que los acompañó. Su ofrenda es
también nuestra, sus cantos son nuestros también, Y sigan cantando y bailando
con el mismo gracejo, que bailarán también de alegría los ojos tiernos y juguetones del “Niño Manuelito”
y
arrancarán sonrisas mil a la Madre de nuestro pueblo. ¡ALLICHUME! (Continuará)
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