“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”
Chavela Vargas
¡¡Aparece "Macuayonga"¡¡ Vieja hacienda de propiedad de Jorge Bromley, un caballero de origen inglés y obstinado buscador de minas. Fue, según refirióle mi tío Wenceslao Avendaño a mi padre, el descubridor del emporio Antamina y que lo perdiera, después, por no pagar algún impuesto que la ley obligaba. Compró la hacienda, según díjole mi tío, por su ubicación privilegiada y su clima envidiable, en donde dedicó su esfuerzo a la crianza de miles y miles de cabras. Le contó también, a manera de anécdota, que por aquellos años debido a la dificultad de arrear su rebaño, amaestró a su fiel sabueso para que, con sus agudos ladridos , llamara al orden y convocara al rebaño que, obediente, descendía desde lo más alto de la colosal mole, hacía su majada.
Ahí esta la vieja hacienda abandonada , con su famélica belleza y consabida silueta, orillada por el río Mosna, tributario del Puchca y del Marañón, y custodiada por gigantescas moles que se alzan cual muros invencibles hacia el Oeste del apacible lugar. Aparece en instancias del raudo trajín del bus que, ora rumbo a Huari, ora rumbo a nuestros ocasionales destinos, desplázase por la maltrecha carretera que atraviesa el margen opuesto de aquel bucólico paraje. Ahí está, aún atrayendo miradas, comentarios y suscitando nostalgias. Están sus espaciosos solares, con sus ahora mudos corredores, sus poyos vacíos extrañando las conversas diarias. Están los horcones de maderos hercúleos sosteniendo estoicos los aleros y el tejado, donde en mejores tiempos flameaban las “huayuncas” o mazorcas de maíz. Y abajo, de la vieja hacienda y de la maltrecha carretera, se avista el precario y estrecho puente de atractivo y singular perfil, imposible de ser ignorado, colgando encima de un estrecho recodo del Mosna, puente que en otrora transitaron orondos y poderosos hacendados y cuadrillas de peones y jornaleros con sus afanes y aflicciones a cuestas. Ahí está la vieja hacienda de lindos amaneceres, afanosos y laboriosos días, de noches de ensueño, que hoy sabe a tiempo ido y donde sólo quedan plegarias de ánimas y también recuerdos
Su ubicación perfecta invita a la imaginación, recordándome los viejos ranchos del oeste norteamericano, aquellos que veía de niño y adolescente en los largometrajes de los “setenta” y “ochenta”. Un lugar con todos los ingredientes para vivir en paz, alejado del ruido y las “tempestades” citadinas. ¡¡Ya me imagino sus amaneceres en el estío!! Con cielo sereno y las luces agonizantes de las estrellas, mientras el manso Mosna canta su sinfonía eterna; con lozanas y doradas parcelas fructificando la siembra fecunda. ¡Monumento a la vida! Y en sus calmos contornos, en silencioso trance, los hermosos venados alistándose para salir a pacer la hierba fresca y las bayas de árboles pequeños y arbustos oriundos de aquellos parajes andinos.
Imaginar también a la “mama quilla”, que en noches silenciosas, en su nocturnal paseo por su milenaria senda, contemplando, en su lento vuelo, la tranquila noche, riega las inmensidades andinas con su fuego plateado . Imaginar su puesta tras los riscos inmensos: Pura y altiva como las hostias indulgentes de los pecadores. Y tras los brazos generosos de los árboles y arbustos escuchar con inquietud la lastimera plegaría de los cernícalos anunciando buenas y malas nuevas. Seguramente sea así, tal cual describe mi entender de migrante afincado en esta Lima de fortunas y miserias, o sea mucho más dulce y hermoso que mi nostálgica imaginación. Como bien me dijera Javier Morales Bromley, hace algunos años, en un ejercicio retrospectivo doloroso durante una charla memorable, allá en nuestro Huari, recordando sus viejos años: “ En mis tiempos, el aire parecía más puro y en el celaje había más estrellas que nunca! -Añadiendo con resignación- Mira el cielo “Ni las estrellas escapan a la ruina de la vida, ahora hay menos que hace cincuenta años” ¿Qué tiempos aquellos verdad? preguntaba, intentando reconstruir el esplendor de antaño con las cenizas de sus nostalgias.
¿Acaso este lugar, de paso y vista obligada para los viajeros de Conchucos, no ha despertado interés en sus dueños o en algún otro empresario para PONERLO EN VALOR? ¿Acaso no hemos vivido boyantes años que nos permitan apostar por el turismo alternativo? Que pena que los "inversionistas" busquen pingües ganancias en la "cosa pública" y no generen proyectos innovadores. Me refería Gino, el mayor de mis hermanos residente en Turín -Italia, lo atractivo y provechoso que resulta en el viejo continente, darle vida a este tipo de “recintos del pasado” fomentando labores agropecuarias y promocionando nuestra artesanía. Finalmente una pregunta: ¿Qué destino tuvieron las viejas haciendas administradas por la Beneficencia Pública de Huari?
Lima, 30 de mayo de 2015
Esa hacienda fue de la familia solis, de la señora Margarita Solis Vidal quien heredó de su padre Don Rafael solis, dueño de la hacienda de Macuayonga, succha, uranchacra y chucos. La señora Margarita recibio por Herencia la hacienda de macuayonga y parte de Succha, lo demás sus hermanos. Por aquellos años el señor Bromley era un explorador que llegó por estos lares y se quedó encantado con la belleza de la señora y del hermoso lugar propicio para un explorador.
ResponderEliminarEs verdad, ellos fueron los dueños y antamina fue.explotada por los años 70.
Macuayonga verdadero paraiso, donde producía los mejores melocotones pacaes, lucumas, chririmoyas, naranjas y miles de cosas más.
Ay! me alegra tanto haber leido esta publicacion, me trae tantos recuerdos.In my childhood he was very happy.
Felicito esta hermosa publicacion.