Máximo Rodríguez Loarte en España |
Sensible partida
Me acaban de dar la triste noticia del fallecimiento del maestro Máximo Guillermo Rodríguez Loarte, acaecido en la Madre Patria. Nato de San Marcos y amigo de muchos huarinos, don Máximo se desempeñó en vida como docente y Director del "Colegio Nacional “Pachacutec” de su tierra natal, y a finales del siglo pasado fue nombrado Director de la entonces USE – Huari, cargó que desempeñó con honestidad y transparencia. Por aquellos años, quien escribe esta nota, laboraba en la Institución Educativa “Virgen de Fátima” dirigido por mi caro amigo Miguel A. Vidal Solís, de manera que estuvimos al tanto de su gestión concertadora, siendo nuestra Institución Educativa merecedora de su atención y generosidad. Salió por la puerta grande como salen los hombres de bien, los que honran los cargos y no se aprovechan de ellos. Qué diferente a otros sinvergüenzas que abandonaron bañados con lluvias huevo y fruta podrida. “La historia es juez imparcial e irrecusable” nadie se salva de ese juicio inapelable.
Mi amistad con don Máximo se remonta a mis años juveniles cuando estudiante del Colegio y posteriormente del Pedagógico visité su lindo pueblo San Marcos “El Paraíso de la Magnolias” en sendas avanzadas culturales y deportivas. La casta hospitalaria de don Máximo se empinaba, colmándonos de cariño y atenciones, así como también de don Arturo Zusunaga y el “Guapo del pueblo” don Rubén Alfaro” colosos de la amistad sanmarquina que ya no están con nosotros. Las recepciones a nuestras delegaciones tenían el sabor de la más sincera fraternidad, nos hacían sentir hermanos suyos y la figura de don Máximo ahí destacaba nítida. Su voz, su gesto de maestro y su porte siempre impecable inspiraban confianza y respeto en nosotros, los visitantes.
Recuerdo, como anécdota, en el año 1985 cuando cursábamos el segundo año de nuestra formación docente, fuimos invitados por el "Colegio Pachacutec" con motivo de su aniversario. Nuestra delegación la presidía el Director Alejandro Valerio Alegre Valverde (+) y lo conformaban los demás docentes y alumnos de la primera promoción. En un alto de nuestra visita, nos invitaron a departir en un local campestre - turístico ubicado casi a orillas del río. La orden obvia e implícita para con los alumnos de aquellos años era el de no ingerir bebidas alcohólicas junto a sus maestros, y más aun para nosotros que nos formábamos para maestros. Sucede que uno de los nuestros, de la “mancha”, había traído dentro de su equipaje un “whisqui añejo” sustraído de su bar familiar y que osadamente pretendía estrenarlo en aquella reunión. ¿Cómo hacerlo? Fácil –dijo- lo combinamos con Coca Cola y pasa piola, y así lo hicimos, departimos alegres, vasos pletóricos “de gaseosa” sin despertar ninguna sospecha, hasta que en un alto de la reunión, don Máximo se acercó a nuestro grupo y no tuvimos otra alternativa que brindar con él. Temerosos le suplicamos reserva para evitar sanciones de orden disciplinario. Se quedó junto a nosotros largos minutos, festejó nuestro atrevimiento, al tiempo de recomendarnos con paternal actitud sobre nuestra inconducta, prometiéndole nosotros no volverlo hacer. En los breves minutos disfrutamos su alegre espíritu bohemio y sus hilarantes anécdotas. Cuando se retiró, seguimos adelante con nuestra faena. Nuestros maestros enfrente consumían alegres también sendas cajitas de cerveza, distendidos y orgullosos de nosotros.
Don Máximo, tenía el alma de maestro y la alegría inacabable en su corazón, así lo recordaré y lo recordarán seguramente sus familiares, colegas, paisanos y amigos. Su partida nos entristece sobremanera. Sin embargo, más allá del evento penoso de su partida, quedará por siempre en nuestro recuerdo su don de gente y de buen amigo. A sus hijos, discípulos y paisanos, en especial a Marco, maestro como él, le expreso, en nombre de toda mi familia, mi más sentido pésame por la sensible pérdida de este buen hombre que honró a su pueblo y su profesión.
Mi amistad con don Máximo se remonta a mis años juveniles cuando estudiante del Colegio y posteriormente del Pedagógico visité su lindo pueblo San Marcos “El Paraíso de la Magnolias” en sendas avanzadas culturales y deportivas. La casta hospitalaria de don Máximo se empinaba, colmándonos de cariño y atenciones, así como también de don Arturo Zusunaga y el “Guapo del pueblo” don Rubén Alfaro” colosos de la amistad sanmarquina que ya no están con nosotros. Las recepciones a nuestras delegaciones tenían el sabor de la más sincera fraternidad, nos hacían sentir hermanos suyos y la figura de don Máximo ahí destacaba nítida. Su voz, su gesto de maestro y su porte siempre impecable inspiraban confianza y respeto en nosotros, los visitantes.
Recuerdo, como anécdota, en el año 1985 cuando cursábamos el segundo año de nuestra formación docente, fuimos invitados por el "Colegio Pachacutec" con motivo de su aniversario. Nuestra delegación la presidía el Director Alejandro Valerio Alegre Valverde (+) y lo conformaban los demás docentes y alumnos de la primera promoción. En un alto de nuestra visita, nos invitaron a departir en un local campestre - turístico ubicado casi a orillas del río. La orden obvia e implícita para con los alumnos de aquellos años era el de no ingerir bebidas alcohólicas junto a sus maestros, y más aun para nosotros que nos formábamos para maestros. Sucede que uno de los nuestros, de la “mancha”, había traído dentro de su equipaje un “whisqui añejo” sustraído de su bar familiar y que osadamente pretendía estrenarlo en aquella reunión. ¿Cómo hacerlo? Fácil –dijo- lo combinamos con Coca Cola y pasa piola, y así lo hicimos, departimos alegres, vasos pletóricos “de gaseosa” sin despertar ninguna sospecha, hasta que en un alto de la reunión, don Máximo se acercó a nuestro grupo y no tuvimos otra alternativa que brindar con él. Temerosos le suplicamos reserva para evitar sanciones de orden disciplinario. Se quedó junto a nosotros largos minutos, festejó nuestro atrevimiento, al tiempo de recomendarnos con paternal actitud sobre nuestra inconducta, prometiéndole nosotros no volverlo hacer. En los breves minutos disfrutamos su alegre espíritu bohemio y sus hilarantes anécdotas. Cuando se retiró, seguimos adelante con nuestra faena. Nuestros maestros enfrente consumían alegres también sendas cajitas de cerveza, distendidos y orgullosos de nosotros.
Don Máximo, tenía el alma de maestro y la alegría inacabable en su corazón, así lo recordaré y lo recordarán seguramente sus familiares, colegas, paisanos y amigos. Su partida nos entristece sobremanera. Sin embargo, más allá del evento penoso de su partida, quedará por siempre en nuestro recuerdo su don de gente y de buen amigo. A sus hijos, discípulos y paisanos, en especial a Marco, maestro como él, le expreso, en nombre de toda mi familia, mi más sentido pésame por la sensible pérdida de este buen hombre que honró a su pueblo y su profesión.
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