
Elichita, al oír la voz, que se filtraba nítida por su amplia ventana, contigua al Jr. San Martín, voló de los brazos de Morfeo e inmediatamente con su fina pijama rosada, desafiando el frío del amanecer, dirigióse a la "Cabina Comunitaria", mientras el anunciante desaparecía raudo presagiando la reacción de su inocente víctima. Las calles se encontraban desiertas, una que otra ama de casa barria su vereda y nada más. LLegó rápido a la cabina y al ver que las puertas se encontraban cerradas, las golpeó con inusitada fuerza, sin que nadie la respondiera; Entonces iracunda, se dirigió a la casa de mis padres y la emprendió contra mi mamá reclamándole la mala educación de mi hermano, que a esas horas - cómo entenderán- ya se encontraba a buen recaudo, con la única esperanza que la amargura se desipara pronto por obra y gracia de los "Santos Inocentes". Lamentablemente no fue así, tuvo que pasar tres largos meses proscrito de los alegres dominios de la familia Avendaño Hidalgo, sin asomar ni por desgracia por la Librería, y peor aún por la farmacia "Virgen del Rosario"; que por esos años era el habitual reducto de tertulias juveniles y de las comidillas más picantes del pueblo, siempre bajo la alegre y versatil batuta de mi querida prima "Elichita", propietaria de la farmacia.
Finalmente llegó el perdón y el abrazo fraterno. transformándose con el paso de los años en inolvidable anécdota, en ameno legado de esta fecha inolvidable; y producto sin fecha de vencimiento de nuestras correrías juveniles, que el tiempo nos dejó.
Años más tarde, mi hermano Gino me refirió, que en la víspera del simpático incidente, vispera también del "Día de los Inocentes" escuchó una conversación casi secreta de Elichita con una de sus ayudante sobre la posible llegada de un artefacto, hecho que él aprovechó con premeditación, alevosía y ventaja para articular esa celada artera que con el tiempo se ha transformado en un vínculo afectuoso, cariñoso de muy grata e hilarante recordación para sus protagonistas.
FELIZ DÍA DE LOS INOCENTES
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