Escribir sobre las cosas bellas de la vida, sobre las que suscitan emociones, sobre aquellas que se eslabonan con nuestros ojos y te invitan a una mirada tierna y te roban sonrisas fácilmente, resulta gratificante y sencillo. Así escribía, con convicción, en la primera parte de mi homenaje a las “Fulgurantes pallas de octubre”. Hoy, en que emprendo la placentera tarea de concluir el merecido reconocimiento, ratifico esos conceptos y mis sentimientos, cuyo rudimento mora en lo más profundo de mi ser:
Hay charlas de café que jamás se olvidan y palabras que no se diluyen en la memoria, conversas como las que se arman en el fragor inquietante de la vida: celebraciones y conmemoraciones, como aquella que sostuve con Luz Marlene García el pasado 01 de noviembre durante la recepción que ofreciera su señorita hija, capitana de las pallas en Lima, con ocasión de la subida de la Virgen. Citando a la sabiduría de su señor padre, don Leonardo García Príncipe, me ilustró sobre algunos detalles desconocidos de la coreografía “pallistica”
En el prefacio del libro que próximamente presentaré, nuestro celebrado poeta Alcides Alvarado Huertas, escribe refiriéndose a mi abuelo paterno Daniel y a los connotados músicos de su época: “Daniel Malqui, “El Bordón de Puquiocalle”, arpista quejumbroso, que acompañó las escaramuzas, alegrías y travesuras de una generación y en cuyo huarique hacían sinfonía, el violín del “Zambo Serrano”, y las francachelas de los más copetudos de la bohemia”. Justamente, don Leonardo, se adhirió, años después a este dueto que marcó época. Su sapiencia, con el violín, fermentada en los trajines del arte musical, es la respetable fuente que me permite compartir con ustedes los siguientes párrafos ilustrativos:
-Las pallas, Abelardo, representan a las esposas viudas de los soldados incas. Así comenzaba la ilustrativa charla con Marlene:
- Y, por ese particular y puntual detalle, antaño lo bailaban sólo viudas y lo cantaban en el idioma más expresivo y dulce de los Andes sudamericanos, el quechua eterno que muy a pesar de su agonía y de sus dolorosos estertores después de la larga noche de proscripción en la colonia, ha logrado sobrevivir para, hoy por hoy, seguir emocionándonos en las voces dulcificadas de nuestras pallas. La charla continuaba entre sorbos de amistad y familiaridad.
- En cuanto a su coreografía, ilustróme cada una de ellas nombrándolas con los amicales y sabrosos vocablos quechuas: El “Paquiwejllu” que alude a los sinuosos senderos por donde caminaban las fulgurantes doncellas en busca del inca, soberano pulverizado por las manos asesinas y sangrientas de los conquistadores y, en busca también, de “María” la madre del Dios que nos trajeron y no los presentaron ellos y a quién jamás honraron en los siglos de ignominia y despojo; el “Corazón” que simboliza la entrega amorosa de sus atribulados corazones a la Virgen María; la “Garpuda”, instante clave donde, en bello sincretismo, la fulgurante comparsa armoniza las corrientes de pensamiento occidental y andino, empujando al Inca a su conversión total a la causa del Dios único en quien creemos; la “Rueda” , rendido festejo de las fulgurantes doncellas ante la Virgen María, entrega absoluta a su causa de intercesora de todos los seres del universo; finalmente “La adoración”, entrega personal, solemne, reverente, elegante y amorosa a la causa de la Virgen María del Santísimo Rosario, advocación Mariana presente en el corazón de las multitudes católicas de nuestra vieja y extensa provincia.
Aquello, es el resumen de la conversa deliciosa. Mi agradecimiento a Marlene y a don Leonardo, su señor padre, músico que ha ofrendado valiosos años a la musicalización de las melodías de: Pallas, Saraos, Yuriguas, Negritos del Carmen y el Anti. ¡Nada menos señores!
Volviendo al propósito principal de esta mal hilvanada crónica, el presente párrafo intenta reconocer la espléndida performance de mi sobrina Rosario Cadenillas Avendaño “Charito”, capitana de las pallas de Huari-2016, y al alegre grupo de bellas huarinas que lo acompañara en ese colorido y alegre periplo por las arterias de la ciudad, callecitas estrechas , parque Vigil, plaza mayor y en las solemnes misas de vísperas y procesiones de la más importante conmemoración religiosa de la zona de los Conchucos. El epicentro de su alistamiento fue la casa solariega de sus abuelos maternos, la casona de los Avendaño - Hidalgo, con sus puertas abiertas de par en par para propios y extraños, viejo solar de amplio patio, elegantemente presentado para la ocasión, que cada vez que lo visito suele abrumarme de una sensación extraña, por placentera, como si la “Mama Grande”, mi tía Aquila Hidalgo Bazán se encontrara presidiendo y animando los reencuentros con su sonrisa tamaño del universo. De ahí partía la alegre comparsa en la noche de “Huapia” y "Allichume" , con su vestuario impecable y vistoso, levantando llamaradas de huarinismo para luego dirigirse a la plaza mayor y armar jarana en sus cuatro esquinas. La mayoría de ellas, residentes en la ciudad de Lima, sin embargo huarinas netas y natas, que partieron un día lejos de la tierra amada llevando en su equipaje el árbol frondoso de su identidad que sembraron sus padres y que se mece y fructifica en los momentos cumbres de su existencia, como aquellos en los que bailan y cantan y se mueven como la libérrima hojarasca al capricho de los bemoles alegres, también quejumbrosos, del arpa y el violín. Es un grupo cohesionado por el sentimiento telúrico, donde “Charito” y su corte de doncellas de junco y capulí: Gissela, Liz, Maribel, Deysi, Clarita, Lizbeth, Cindy, María y Jéssica, forman la columna vertebral de un entrañable grupo de amigas, compañeras y cómplices en el arte de cantar, bailar y amar a la tierra que los viera nacer. Renovadas felicitaciones Charito, bella huarina, tu impecable ofrenda llegó a los predios suntuosos de la “Virgen del Rosario”. Me quedé con las ganas de ver la adoración en el atrio de la catedral, que según me contaron fue de las mejores, sin embargo, sólo lo escuché, sentado en uno de los bancos de la iglesia, acompañando la misa de cuerpo presente de mi amigo y pariente Jorge “Coqui” Asencios, las hermosas melodías se filtraban por los resquicios del amplio portón de nuestra iglesia matriz llenándome de nostalgia hasta las lágrimas. Sin proponérmelo me encontraba en el punto central de dos acontecimientos que la ley de la unidad y lucha de contrarios, médula y esencia de la dialéctica establece: La Vida y la muerte.
Decía el gran Mahatma Gandhi: “La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”, y hoy, jueves, en que concluyo mi reconocimiento a las “Fulgurantes pallas de octubre” me siento inmensamente feliz, porque lo que pensé y lo que escribí, y lo que escribo ahora me hacen sentir así. Quiero cerrar con broche de oro reconociendo a la capitana de nuestras bellas pallas en la fiesta de “Mama Huarina” de la ciudad de Lima: Catty Álvarez García, hija de Walter Álvarez y Marlene García, una linda huarina de modales impecables, sencilla y noble, fue la capitana que acompañada de hermosas huarinas, emprendió su ofrenda cariñosa e inolvidable a la “Virgen del Rosario” , y lo hizo de la mejor manera, con entrega, esmero y generosidad. Tardes y noches de ensayo, cuidando los detalles, afinando las voces y la coreografía, mientras los Gatillinyas complacidos, cómodamente sentados armábamos tertulias, con los ocasionales asistentes y acompañantes en especial los profesores Toribio Herrera, Beltrán Herrera, Alfredo Herrera, Baco Bazán y esposa Zoila Acuña; y ese caballero llamado simplemente “Pechereque” con sus mil historias que valen para un libro. Disfrutando de tardes sosegadas, escuchando las voces espléndidas de Delia García, de mi curtida pallita Margot Pantoja, de Amelia Espinoza y Lucía Solís Alcedo y de la gracia sin par de las más jovencitas que regaban los recintos de alegría y belleza. Allí estaban: Catty y Julissa, Daniela, Zamba, Zulia e Isabel, Marcia y Vanessa. Fue una ofrenda memorable por la emoción y el arte que derrocharon, por las canciones que estrenaron y lanzaron al cielo en busca del mayor y mejor de los destinos: la Mama Huarina. La Víspera, el día central y la subida sirvieron para regalar su arte y encanto a los huarinos residentes en la capital de la República, quienes aplaudieron la inolvidable performance. Mención aparte merece el Inca, mi amigo Daniel Vizcarra, amo y dueño del personaje por largos años, el único arequipeño con visa de huarino, alguien que honra al personaje bailando e identificándose como pocos. Y me voy cantando el hermoso pasacalle de despedida de la inspiración de mi caro amigo Juan García, pero antes agradecer a mis lectores, con la promesa de seguir, mediante este vano oficio, engrandeciendo a mi tierra. ¡Que venga la música!: "Ya me voy mañana mama huarinita, quizás ya no vuelva, me llevo recuerdos, triste yo me alejo, por aquel camino. Ya me voy bailando con los Huaridanzas, adiós tierra mía, ya me voy bailando con las lindas pallas, adiós tierra mía, Virgen del Rosario patrona de Huari volveré a cantarte".
Hay charlas de café que jamás se olvidan y palabras que no se diluyen en la memoria, conversas como las que se arman en el fragor inquietante de la vida: celebraciones y conmemoraciones, como aquella que sostuve con Luz Marlene García el pasado 01 de noviembre durante la recepción que ofreciera su señorita hija, capitana de las pallas en Lima, con ocasión de la subida de la Virgen. Citando a la sabiduría de su señor padre, don Leonardo García Príncipe, me ilustró sobre algunos detalles desconocidos de la coreografía “pallistica”
En el prefacio del libro que próximamente presentaré, nuestro celebrado poeta Alcides Alvarado Huertas, escribe refiriéndose a mi abuelo paterno Daniel y a los connotados músicos de su época: “Daniel Malqui, “El Bordón de Puquiocalle”, arpista quejumbroso, que acompañó las escaramuzas, alegrías y travesuras de una generación y en cuyo huarique hacían sinfonía, el violín del “Zambo Serrano”, y las francachelas de los más copetudos de la bohemia”. Justamente, don Leonardo, se adhirió, años después a este dueto que marcó época. Su sapiencia, con el violín, fermentada en los trajines del arte musical, es la respetable fuente que me permite compartir con ustedes los siguientes párrafos ilustrativos:
-Las pallas, Abelardo, representan a las esposas viudas de los soldados incas. Así comenzaba la ilustrativa charla con Marlene:
- Y, por ese particular y puntual detalle, antaño lo bailaban sólo viudas y lo cantaban en el idioma más expresivo y dulce de los Andes sudamericanos, el quechua eterno que muy a pesar de su agonía y de sus dolorosos estertores después de la larga noche de proscripción en la colonia, ha logrado sobrevivir para, hoy por hoy, seguir emocionándonos en las voces dulcificadas de nuestras pallas. La charla continuaba entre sorbos de amistad y familiaridad.
- En cuanto a su coreografía, ilustróme cada una de ellas nombrándolas con los amicales y sabrosos vocablos quechuas: El “Paquiwejllu” que alude a los sinuosos senderos por donde caminaban las fulgurantes doncellas en busca del inca, soberano pulverizado por las manos asesinas y sangrientas de los conquistadores y, en busca también, de “María” la madre del Dios que nos trajeron y no los presentaron ellos y a quién jamás honraron en los siglos de ignominia y despojo; el “Corazón” que simboliza la entrega amorosa de sus atribulados corazones a la Virgen María; la “Garpuda”, instante clave donde, en bello sincretismo, la fulgurante comparsa armoniza las corrientes de pensamiento occidental y andino, empujando al Inca a su conversión total a la causa del Dios único en quien creemos; la “Rueda” , rendido festejo de las fulgurantes doncellas ante la Virgen María, entrega absoluta a su causa de intercesora de todos los seres del universo; finalmente “La adoración”, entrega personal, solemne, reverente, elegante y amorosa a la causa de la Virgen María del Santísimo Rosario, advocación Mariana presente en el corazón de las multitudes católicas de nuestra vieja y extensa provincia.
Aquello, es el resumen de la conversa deliciosa. Mi agradecimiento a Marlene y a don Leonardo, su señor padre, músico que ha ofrendado valiosos años a la musicalización de las melodías de: Pallas, Saraos, Yuriguas, Negritos del Carmen y el Anti. ¡Nada menos señores!
Volviendo al propósito principal de esta mal hilvanada crónica, el presente párrafo intenta reconocer la espléndida performance de mi sobrina Rosario Cadenillas Avendaño “Charito”, capitana de las pallas de Huari-2016, y al alegre grupo de bellas huarinas que lo acompañara en ese colorido y alegre periplo por las arterias de la ciudad, callecitas estrechas , parque Vigil, plaza mayor y en las solemnes misas de vísperas y procesiones de la más importante conmemoración religiosa de la zona de los Conchucos. El epicentro de su alistamiento fue la casa solariega de sus abuelos maternos, la casona de los Avendaño - Hidalgo, con sus puertas abiertas de par en par para propios y extraños, viejo solar de amplio patio, elegantemente presentado para la ocasión, que cada vez que lo visito suele abrumarme de una sensación extraña, por placentera, como si la “Mama Grande”, mi tía Aquila Hidalgo Bazán se encontrara presidiendo y animando los reencuentros con su sonrisa tamaño del universo. De ahí partía la alegre comparsa en la noche de “Huapia” y "Allichume" , con su vestuario impecable y vistoso, levantando llamaradas de huarinismo para luego dirigirse a la plaza mayor y armar jarana en sus cuatro esquinas. La mayoría de ellas, residentes en la ciudad de Lima, sin embargo huarinas netas y natas, que partieron un día lejos de la tierra amada llevando en su equipaje el árbol frondoso de su identidad que sembraron sus padres y que se mece y fructifica en los momentos cumbres de su existencia, como aquellos en los que bailan y cantan y se mueven como la libérrima hojarasca al capricho de los bemoles alegres, también quejumbrosos, del arpa y el violín. Es un grupo cohesionado por el sentimiento telúrico, donde “Charito” y su corte de doncellas de junco y capulí: Gissela, Liz, Maribel, Deysi, Clarita, Lizbeth, Cindy, María y Jéssica, forman la columna vertebral de un entrañable grupo de amigas, compañeras y cómplices en el arte de cantar, bailar y amar a la tierra que los viera nacer. Renovadas felicitaciones Charito, bella huarina, tu impecable ofrenda llegó a los predios suntuosos de la “Virgen del Rosario”. Me quedé con las ganas de ver la adoración en el atrio de la catedral, que según me contaron fue de las mejores, sin embargo, sólo lo escuché, sentado en uno de los bancos de la iglesia, acompañando la misa de cuerpo presente de mi amigo y pariente Jorge “Coqui” Asencios, las hermosas melodías se filtraban por los resquicios del amplio portón de nuestra iglesia matriz llenándome de nostalgia hasta las lágrimas. Sin proponérmelo me encontraba en el punto central de dos acontecimientos que la ley de la unidad y lucha de contrarios, médula y esencia de la dialéctica establece: La Vida y la muerte.
Decía el gran Mahatma Gandhi: “La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”, y hoy, jueves, en que concluyo mi reconocimiento a las “Fulgurantes pallas de octubre” me siento inmensamente feliz, porque lo que pensé y lo que escribí, y lo que escribo ahora me hacen sentir así. Quiero cerrar con broche de oro reconociendo a la capitana de nuestras bellas pallas en la fiesta de “Mama Huarina” de la ciudad de Lima: Catty Álvarez García, hija de Walter Álvarez y Marlene García, una linda huarina de modales impecables, sencilla y noble, fue la capitana que acompañada de hermosas huarinas, emprendió su ofrenda cariñosa e inolvidable a la “Virgen del Rosario” , y lo hizo de la mejor manera, con entrega, esmero y generosidad. Tardes y noches de ensayo, cuidando los detalles, afinando las voces y la coreografía, mientras los Gatillinyas complacidos, cómodamente sentados armábamos tertulias, con los ocasionales asistentes y acompañantes en especial los profesores Toribio Herrera, Beltrán Herrera, Alfredo Herrera, Baco Bazán y esposa Zoila Acuña; y ese caballero llamado simplemente “Pechereque” con sus mil historias que valen para un libro. Disfrutando de tardes sosegadas, escuchando las voces espléndidas de Delia García, de mi curtida pallita Margot Pantoja, de Amelia Espinoza y Lucía Solís Alcedo y de la gracia sin par de las más jovencitas que regaban los recintos de alegría y belleza. Allí estaban: Catty y Julissa, Daniela, Zamba, Zulia e Isabel, Marcia y Vanessa. Fue una ofrenda memorable por la emoción y el arte que derrocharon, por las canciones que estrenaron y lanzaron al cielo en busca del mayor y mejor de los destinos: la Mama Huarina. La Víspera, el día central y la subida sirvieron para regalar su arte y encanto a los huarinos residentes en la capital de la República, quienes aplaudieron la inolvidable performance. Mención aparte merece el Inca, mi amigo Daniel Vizcarra, amo y dueño del personaje por largos años, el único arequipeño con visa de huarino, alguien que honra al personaje bailando e identificándose como pocos. Y me voy cantando el hermoso pasacalle de despedida de la inspiración de mi caro amigo Juan García, pero antes agradecer a mis lectores, con la promesa de seguir, mediante este vano oficio, engrandeciendo a mi tierra. ¡Que venga la música!: "Ya me voy mañana mama huarinita, quizás ya no vuelva, me llevo recuerdos, triste yo me alejo, por aquel camino. Ya me voy bailando con los Huaridanzas, adiós tierra mía, ya me voy bailando con las lindas pallas, adiós tierra mía, Virgen del Rosario patrona de Huari volveré a cantarte".