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(Mis Maestros de colegio homenajeados en el "VI Reencuentro González Pradino") |
Nunca
hice un manifiesto agradecimiento a mis MAESTROS, nombrándolos
personalmente. "Más vale tarde que nunca" reza un viejo refrán, de
manera que hoy, aprovechando el "Día del Maestro" quiero hacerlo:
Mi
primer maestro, mi padre, Él me enseñó a leer y escribir. En un rincón
de la bitácora de mi ya larga travesía resalta nítido el sedimento de
la luz de la primera letra y palabra aprendidas: Una pequeña
pizarra, un libro Coquito y un cuaderno ajado, con los que mi padre me
enseñó a leer.
En
la primaria, tuve varios Maestros, todos ellos respetables, pero quien
me dejó hondas huellas fue, sin duda, el Prof. Gerardo Noel Dextre
(+). Fui algo así como su alumno favorito, tanto para el premio, como
para el golpe. Estaba en el pelotón de sus mejores alumnos junto a mi
amigo y compadre Jorge Rondón Trujillo entre otros . El cultivo de la
declamación y la memoria le debo en gran parte a Él. Muchas veces los
poemas me los alcanzaba a casa en vísperas de alguna fecha cívica,
debiendo memorizarlos sí o si. Eso me ayudó bastante , claro está , en
desmedro de mis compañeros. Los inicios con la quena, también están
asociados a esa linda etapa y a otro querido amigo y compañero de
carpeta: Valeriano Sandoval Salazar, con quien conformábamos el dúo de
quenas más precoz de la ciudad. Recuerdo habernos estrenado, como tal,
en un concurso representando a mi grado, tocando la danza "El
obrajino", asesorados, para el efecto, por los aún mozuelos Ariovisto
Ferro Márquez y Yovany Huerta Jara que se encontraban de visita en
Huari, estoy hablando más o menos del año 75 o 76.
Ya
en la secundaria, con la pubertad y la adolescencia a cuestas, suele
ser más fácil comprender, desde el presente, la influencia que los
Maestros ejercieron en tu desarrollo y maduración y fijar los hitos más
importantes que, con su ayuda, colocaste en tu vida. La profesora
Bertha Díaz de Acuña, nuestra profesora de Historia del Perú y a la vez
asesora del Primer grado, concitó nuestra admiración y respeto debido a
su carisma y erudición. La empatía con el grupo fue casi perfecta. La
estimamos mucho. No obstante, lo que sucedió años más tarde, cuando se
desempeñó como profesora y directiva del Pedagógico, la sigo
recordando con respeto. Aquello merecerá ,algún día, otro capitulo.
El
Profesor Daniel Castro, mi maestro de Lengua y Literatura, ocupa
también un lugar preferente: Los concursos de lectura oral, los
certámenes de declamación y creación poética se realizaban a iniciativa
de Él, Estas actividades propiciaban en nosotros el amor por la
lectura. Gracias a sus enseñanzas, los de mi generación, podemos
preciarnos de tener una cultura literaria aceptable. Los resuellos de
aquellas tertulias literarias siguen sonando fuerte en mi vida. Como
también suena fuerte el nombre de otro gran maestro: Aurelio Espinoza
Oliveros, nuestro Prof. de Historia del Perú, sin más aliados que una
tiza blanca y su voz intimidante , que contrastaba con su gran sentido
del humor, nos dejó grandes enseñanzas. Años más tarde, en los 90,
este buen hombre, dirigió la Unidad de Servicios Educativos de Huari,
dejando la marca indeleble de su probidad, desmarcándose de la
corrupción, el acomodo y la arbitrariedad que arreciaban en esa decada
oprobiosa.
Un
párrafo aparte merece Humberto Lora Pardavé, el más grande docente de
Educación Física de mi generación y seguramente de las ulteriores. Las
recordadas Olimpiadas Gonzáles Pradinas fueron obras suyas. Dominaba
casi todas las disciplinas individuales y colectivas. El atletismo y la
Gimnasia tenían un lugar preferente, ni que decir de la natación, el
deporte completo, como decía él, que lo practicaba con prolijidad y
calidad. Sin embargo, me quedo con la imagen de maestro solidario,
comprometido, sensible a los problemas de la sociedad y de su gremio,
aquél que enseñaba con el ejemplo. Una de las postales mas
conmovedoras y aleccionadoras que guarda mi memoria, de mi paso por
nuestro glorioso González Prada, es aquel cuando después de una larga
huelga magisterial, en el 78, con subrogación y encarcelamiento
incluidos, volvió de su larga proscripción y fue recibido con honores
por los alumnos y los maestros de entonces. En su rostro no se dibujaba
ni quejas, ni orgullo, sino la satisfacción del deber cumplido.
Humberto Lora fue mi gran maestro en el deporte y en la vida.
Justino
Franco Solís Benites, sin ser mi maestro de aula, sino mi Director,
tuvo influencia decisiva en mi formación y en el de mi generación
tanto por su erudición y capacidad directriz y cuanto por sus calidades
personales. Su elocuencia brillaba en cada acto cultural del colegio,
principalmente los 23 de mayo, en los aniversarios, cuando sacaba lo
mejor de su repertorio histórico literario. Los actos protocolares de
aniversario u otros se transformaban en clases magistrales de historia.
El maestro con su atuendo de tribuno pronunciaba memorables discursos,
parafraseando siempre a don Manuel González Prada, extrayendo ácidas
sentencias de su célebre discurso del Politeama con su crítica
cáustica y merecida de la realidad peruana.
Mi
tutor promocional Carlos Añaños Angulo ocupa también un lugar
preferencial en la galería imaginaria de Maestros que me dejaron
huella. Su desaparición física me dolió profundamente. Las vivencias
de aquella época dorada de mi vida, tienen también su sello en lo
imperecedero, bullanguero e indeleble.
Los
nombres de los maestros, que acabo de evocar con cariño y gratitud,
están asociados a los momentos más felices de mi vida estudiantil, sin
que ello signifique que no hubo otros que me regalaron sus enseñanzas y
desvelos. Sin embargo, en la vida de los hombres existen referentes
que irradian estelas por donde transitar.
Los Maestros de mi formación superior y universitaria merecerán, seguramente, un capítulo aparte.
Los Maestros de mi formación superior y universitaria merecerán, seguramente, un capítulo aparte.
Lima, 06 de julio del 2011
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