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( Mi padre acompañado de sus colegas en la plaza mayor de Llamellín - 1969) |
Dentro de los
pueblos por donde recorrió mi padre en su largo periplo docente, uno de los que me dejó recuerdos hondos, guardados en los
recónditos parajes de mi mente, vivencias infantiles imborrables que la estoica
bitácora de la vida conserva indemne a pesar del tiempo transcurrido, es
Llamellín, capital raymondina, situada en el flanco oriental de la cordillera
blanca.
Allí, a fines
de 1960, comenzó su largo comino
docente mi viejo lindo, en "Allauca" exactamente. Escuela primaria de
muros vetustos, aulas decrepitas y curtidas, alumnos bullangueros y maestros de
abolengo, dirigido entonces por un gran
maestro: Don Elmer Vidal Tarazona,
amigo inextinguible de mi padre y mi familia.
Cada 8 de
diciembre, como hoy, día de su fiesta patronal, asoma en mi recuerdo agradecido, la imagen de la "Virgen
Purísima" cubierta por su velo misterioso, trasuntando en el sacro recinto,
vetusto y casi ruinoso de entonces, un halo de sosiego y solemnidad difícil
de expresar. Allí, en la iglesia, recalabamos en nuestras correrías de niño con
Gino,
el mayor de mis hermanos, y un
par de amigos más, atraídos casi siempre por la curiosidad y por el porfiado
afán de niños traviesos, intentando
develar, aunque sea con nuestra mente, el arcano rostro de la “Virgen
de la Inmaculada Concepción” o simplemente
“Virgen Purísima”
Muchos de los
recuerdos no sólo están circunscritos a personas, cosas o sucesos dulces y
festivos. Hállanse uncidos también, inevitablemente a lo prosaico, a lo triste,
a lo violento. Pero las cosas que, en su hora, fueron negativas o nocturnas, con el tiempo
resultan interesantes o estimulantes tal como fueron las cosas bellas; porque
tuvieron el privilegio de haberse
incrustado en nuestra vida y en sus contornos; y uno de ellos es justamente el infausto
terremoto del 31 mayo del 70, desgraciadamente asociada a nuestra feliz estancia
en Llamellín, la hermosa capital raymondina. Aquella triste
tarde de estío andino nos encontrábamos
en "Ancascocha” así le llaman a su campo de fútbol, ubicado en
la parte baja del pueblo. Tarde típica
andina que pintaba espléndida con rayos de sol dorando los vastos trigales, confirmando aquello de “Ucrania ancashina” blasón
merecido que un cronista
ofrendara, por sus
tierras maravillosas y asombrosas, aún
sin irrigación, a las tierras raimondinas. Ahí nos encontrábamos aquella infausta tarde, solazándonos
en su grama lozana, escuchando las incidencias de la inauguración del mundial
de fútbol "México 70", junto al Prof. Samuel Vidal Ayala que, también,
laboraba por esos lares. Fue un remezón
terrible que, sin embargo, no nos inquietó, éramos muy pequeños, Gino tenía
apenas seís años y yo no llegaba a los cinco.
Las señales de radio se
interrumpieron. Cuando subimos al pueblo preocupados por mi mamá que encontrábase en dulce espera de
Miguel, el cuarto de mis
hermanos, asustados constatamos que los techos de las casas del parque se habían desplomado y una torre de la
iglesia estaba por derrumbarse. Llagada la noche, las señales de radio de emisoras
internacionales daban cuenta de la magnitud del desastre…
Los días siguientes llegaron helicópteros
trayendo ayuda humanitaria, medicinas, alimentos y ropas. Recuerdo también que algunos lanzaban
volantes infundiendo ánimo a la población. Por entonces, el pueblo no contaba
ni siquiera con un sistema de altavoces,
de manera que cualquier anuncio, aviso o comunicado lo transmitían “los
pregoneros” desde algún punto de "Pahuacoto", cerro tutelar del pueblo. Haciendo gala de su
afinada garganta, anunciaban
acontecimientos leían convocatorias, en quechua y castellano, principalmente sobre las faenas agrícolas, a la población.
Llamellin, por
aquellos años era, supongo sigue siendo,
un pueblo con una marcada tradición deportiva, se practicaba buen fútbol y
básquetbol. Mi padre aún en su apogeo, alternaba en las selecciones de la
provincia, destacaba en ambas disciplinas, Sin embargo, luego de aquellas
disputadas lides llegaba a casa casi
siempre lesionado. Era habitual verlo llegar a casa en hombros de sus alumnos,
lesionado y rengueando. Mi viejo era realmente un guerrero en la cancha, eso lo
explica todo.
Algunos
personajes, que se impregnaron en mi mente, en aquellos ya lejanos años y que siempre los recuerdo con cariño,
fueron entre otros; “El Huachano” ,
añoso caballero, dueño de una tienda de abarrotes, ubicada en la calle
principal del pueblo, donde mi padre solía pasar
la tarde en entretenida "Timba", y a la que
acudíamos urgidos por mamá, en hora puntual,
a llamarle. En algunas oportunidades acudía presto
y alegre a nuestro llamado y en otras, adusto y con el ceño
fruncido, con un simple gesto
nos invitaba a retirarnos… Otro de los
personajes inolvidables fue “el pelado” compañero de nuestras correrías,
cuyo nombre ya no recuerdo, pero si su rostro y su baldía cabellera resultado
de una quemadura, con él explorábamos, ante la preocupación de mi madre, los
parajes aledaños del pueblo bajo la “batuta”
de mi hermano mayor, ya se revelaba por aquellos años su espíritu
aventurero, osado y temerario.
Finalmente, mi ferviente saludo y el deseo sincero de un
presente y futuro prósperos, a ese "pedacito de piedra preciosa incrustada
en el corazón de los andes" que un día nos acogió Sin duda alguna, fue, es y seguramente seguirá siendo un punto importante en el itinerario y biografía familiar.
“Feliz dia llamellinos”
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Mis padres a los pies de la Virgen Purísima- Llamellín 2008 |